Se va a regresar a las actividades, pero no se han hecho ni se harán las pruebas que se requieren para tener un acercamiento más preciso de lo que sigue.
En un ambiente informativo contradictorio entre las cifras que van en aumento, tanto de contagios de Covid-19, más de 85 mil, como de defunciones, ya alrededor de 10 mil, además de las protestas del personal de clínicas y hospitales por la falta de condiciones y equipo adecuado para su protección, que lo han manifestado desde el día uno del inicio de esta pandemia, así como frente a un mapa nacional que se tiñe de rojo como señal de alerta ante el riesgo de contraer el coronavirus, el gobierno federal anunció que, por lo menos para el presidente, se termina la “sana distancia” para comenzar la “nueva normalidad”, con giras de trabajo por el sureste de México.
No obstante que el subsecretario Hugo López-Gatell reconoce “que la epidemia sigue, que no ha concluido… que le faltan todavía varias semanas… todavía tiene que concluir varios ciclos de transmisión en distintas partes del país…”, prevalece la decisión presidencial de hacer su voluntad, que es lo único que se ha hecho en estos 18 meses de gobierno.
Al margen del fallido pronóstico que anunció la semana del 6 al 8 de mayo como el pico del mayor número de contagios, es evidente que continúa la muy alta posibilidad de transmisión del virus, dado que en días pasados se presentó el mayor número de contagios y defunciones en nuestro país, en concreto el 26 de mayo, con 3,465 casos de transmisión activa y 501 fallecimientos.
Lo peor es que entraremos a una nueva fase sin los elementos necesarios para “medir” y controlar los niveles de contagio, porque sencillamente no se han hecho ni se harán las pruebas que se requieren para tener un acercamiento más preciso de lo que sigue. La necesidad de medir es, toda proporción guardada, como cuando las madres de familia están al pendiente de la temperatura de sus hijos menores, sin perder la oportunidad de tocar la frente y utilizar el termómetro para conocer su temperatura corporal y, dependiendo del resultado, saber qué medicamento administrar.
Es curioso el doble mensaje que se envía: por un lado, la preocupación manifiesta del gobierno para evitar el rebrote del coronavirus, con todo y el concepto de “nueva normalidad” y las recomendaciones para no “relajar” las medidas de sanidad y protección individual, y por el otro, el banderazo para que el presidente salga de gira. Caray, ¿cómo se puede pensar en este escenario cuando a la luz de los datos y dichos oficiales, ni siquiera hemos terminado el ciclo de transmisión inicial?
Grave será la situación de riesgo (al momento de escribir estas líneas, se contabilizan aproximadamente 3,227 contagios diarios), pero poco importa, porque desde Palacio Nacional se ha decidido iniciar actividades sin tomar en cuenta la irresponsabilidad que esto implica, y eso sí, trasladar la responsabilidad de las decisiones y de los posibles fallecimientos, a los gobiernos estatales.
Sin embargo, gobernadores de Coahuila, Colima, Durango, Jalisco, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas han rechazado la imposición y las declaraciones del presidente. A nombre de los siete jefes estatales, Silvano Aureoles, de Michoacán dijo: “…manifestamos nuestra inconformidad y rechazo a un semáforo que no refleja la realidad de nuestros estados; por el contrario, pareciera ser que tiene un propósito político para responsabilizar a los estados por los muertos…”.
Es por demás un exceso que el gobierno federal quiera imponer a los estados su “estrategia”, cuando a lo largo de las fases de esta pandemia los dejó solos –sin recursos de la federación, ni planes serios de recuperación económica y mucho menos materiales médicos de calidad y pruebas de detección de Covid-19– y ahora pretenda desmarcarse de sus acciones y consecuentes equívocos.
Los gobernadores de las entidades federativas conocen mucho mejor lo que sucede en sus estados que la visión que se tiene desde el escritorio de Palacio Nacional. Cuentan con los datos reales que sustentan su decisión de programar el reinicio de actividades. Como bien dice el gobernador de Tamaulipas, la “reapertura económica gradual responderá a la necesidad de una ‘Nueva Convivencia Social’, que sea responsable, solidaria y proteja la vida de los ciudadanos”.
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