Los hombres que se atreven a apoyar a las mujeres tienen que pagar un costo político muy alto, puesto que impera una visión machista.
Cuando empecé a participar en política nunca imaginé que una de las luchas más complejas de enfrentar sería sobre la violencia política de género que, debo reconocer, tampoco identificaba con ese nombre. He comentado en diversas ocasiones que impulsar la participación política de las mujeres y combatir la violencia que en ella se da, no es un tema reciente, pero también es cierto que entre más participamos, la resistencia por parte de algunos grupos se hace más evidente y lamentablemente más agresiva.
En diversas ocasiones he tenido la oportunidad de encabezar algunas luchas jurídicas y políticas para defender los triunfos de varones e impulsar candidaturas de los mismos. Curiosamente, la reacción de algunos personajes ha sido muy distinta en esos casos, que cuando defendemos la participación de las mujeres.
En 2007 y 2013, nos presentamos ante los tribunales para evitar que se le arrebatara el triunfo obtenido en las urnas a Raúl Cervantes López de Huamantla, Jorge Luis Vázquez Rodríguez de Apizaco, Julio Álvarez García de Calpulalpan, Valentín Gutiérrez Hernández de Apetatitlán y Alejandrino Espinosa Morales de Acuamanala, sólo por mencionar algunos casos; la respuesta pública por estas luchas, tuvo costos políticos hacia mi persona, de los que no me arrepiento, pues estoy convencida que cuando uno toma decisiones siempre habrá quien no esté de acuerdo. Su condición de varones, jamás hizo que dudara en brindarles mi apoyo.
Con votos y trabajo, muchas mujeres también respaldamos a hombres que, después de enfrentarse a procesos electorales externos, buscaron un lugar en las listas de representación proporcional y las encabezaron. En ninguno de estos casos escuché los siguientes argumentos que se dieron durante la discusión reciente sobre la armonización de las reformas en materia de paridad y violencia política en Tlaxcala:
“Reservar las candidaturas plurinominales para mujeres es una propuesta invasiva”.
“Los presidentes de los partidos nunca fuimos convocados para saber en qué sentido van las reformas y las propuestas”.
“Los partidos teníamos que ser convocados y gente profesional, porque no es tan sencillo legislar sobre las rodillas”.
“Las mujeres están sobrerrepresentadas en el Congreso Local”.
Es decepcionante escuchar y leer lo pobres, irrespetuosas, despectivas y dañinas razones que exponen líderes políticos para resistirse a compartir el poder que sienten les es “injustamente” arrebatado por las “ambiciosas mujeres” que no se conforman.
Pero hay algo igualmente grave, que es la violencia de género que se da contra los varones que se atreven a apoyar a las mujeres y que es prácticamente imperceptible y muy grave, pues con esta se busca inhibir el respaldo que hombres le dan a las mujeres para lograr la igualdad. Me explico:
En los saldos que dejó el reciente evento del Congreso Local, estuvo la destitución del presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, Rolando Pérez Saavedra, quien también fue “castigado” porque osó apoyar a las mujeres. Debo reconocer que no fue el único varón que apoyó estas propuestas, pero la lección para los demás fue que de seguir ese camino, hay que “pagar el costo”. El diputado Pérez Saavedra, al apoyar una reforma de tal importancia, no debió ser destituido. Él también fue víctima de violencia de género.
Quienes hemos encabezado equipos de trabajo en la administración pública o en la política sabemos que quienes apoyan a una mujer son estigmatizados. Los hombres que se atreven a apoyar a las mujeres tienen que pagar un costo político muy alto, puesto que impera una visión machista que denigra al hombre por “dejar que una mujer mande, y eso es un pecado”.
Bajo este esquema, mi participación política en los últimos años se ha visto obstaculizada para acceder a espacios y ganar posiciones, debido a la estrategia que han utilizado algunos grupos de acudir con quienes en algún momento me han brindado su apoyo, proponerles, a cambio de deslindarse de mí, posiciones importantes, lo cual merma en sí mismo el sentimiento, la fortaleza y la aspiración de los mismos hombres. Aunque estoy segura de que no es sólo mi caso.
Lo cierto es que nosotras, si sabemos trabajar en equipo, logramos muchos más procesos de cambio.
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