Fue el Estado y pudo evitarse

Nadie puede ocultar -ni siquiera los miembros de la cuarta transformación, aunque se empeñen en demostrar lo contrario- que México convulsiona y muchos son los datos oficiales que lo confirman. Pero más allá de las cifras, algunos eventos de las últimas semanas, que se suman a cientos de hechos que nos han lastimado, evidencian la crisis de ingobernabilidad que la administración morenista de López Obrador se niega a aceptar y, más aún, atender y resolver.

Las imágenes que circularon a principios de mes sobre el asesinato de Hipólito Mora, fundador y exdirigente de las autodefensas de La Ruana, en Michoacán, dan constancia de la vulnerabilidad en la que se encuentra la población. Las amenazas llevaban tiempo y la tragedia pudo evitarse, pero no fue así.

La respuesta del gobernador, copia fiel al estilo del presidente López Obrador, fue trasladar la responsabilidad al pasado, esa que tanto les gusta evadir.

Luego aparecieron -como ha sucedido en otros estados de la República- cuerpos colgados y mutilados en Toluca, Estado de México, delitos adjudicados a la familia michoacana, que han provocado temor y miedo entre los mexiquenses. Poco después, se difundieron videos de la alcaldesa morenista de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, desayunando con el líder de Los Ardillos, grupo criminal que mantiene bajo acecho a gran parte del estado de Guerrero.

Semanas antes, Chiapas ardía por diversos actos de violencia, entre los que destacaba el secuestro de 13 funcionarios estatales. La lista a lo largo y ancho del país es bastante extensa y, en prácticamente todos los casos, se asoma la lucha de cárteles peleándose territorios.

Pero el presidente de nuestra República “amorosa” insiste en repartir abrazos y compartir con las madres y abuelas de los criminales, la responsabilidad de “enderezar a sus muchachos”; sin el menor recato, recomienda que en caso de amenazas, los pobladores “guarden silencio, no discutan con los sicarios y eviten entrar en conflictos”, pues dice, “así actúan estos grupos” con quienes busca entablar “conversaciones amistosas”. Total, ¿qué caso tiene aplicar la ley, si lo único que se pierde son vidas humanas?

Este es el retrato del México de López Obrador y Morena, en el que se siente cómodo y en el que sostiene su “gran popularidad”, pero ese no es el país que todos queremos y menos, el que él prometió.

Si bien muchas han sido las tragedias que han sucedido en nuestro país -y que han marcado a gobiernos de todos los colores-, lo cierto es que debemos recordar que los resultados obtenidos en el 2018, en parte fueron consecuencia de la permanente exigencia ciudadana de no repetirlas, clamor del que alguien se aprovechó para afirmar que tenía todas las soluciones. Por desgracia, millones de mexicanos lo creyeron.

Pero cinco años después, el entonces sembrador de odio y simulador de la esperanza confirmó que todo lo que prometió era mentira y que sí era y lamentablemente es, un peligro para México.

Que no se nos olviden otras tantas desgracias que bien pudieron evitarse desde diciembre del 2018, porque para muchos había llegado otra forma de gobernar: la trágica muerte de 138 hidalguenses en la explosión de Tlalhuelilpan, de más de 70 periodistas y más de cuatro mil feminicidios que nos describen el trato a las mujeres en este país. El artero asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Cerocahui, Chihuahua; la espeluznante muerte de 40 migrantes en Ciudad Juárez y las dolorosas muertes de más de 1,600 niños y niñas con cáncer; las 13 personas fallecidas en el hospital regional de Pemex o las inesperadas muertes de más de 800 mil personas por COVID y hace apenas unos días, el triste deceso de una pequeña prensada en el elevador de un hospital en Playa del Carmen, Quintana Roo, cuando lo único que querían ella y sus padres era recuperar su salud.

Pero el hubiera no existe, y al ver tantos hogares llenos de dolor y desesperanza, ¡los mexicanos comprobamos que la ineficiencia y el resentimiento de un hombre que mucho pudo haber hecho por su país, por sus gobernados, han cobrado miles de vidas, sin siquiera estar consciente del daño causado!

Sin ninguna duda, el responsable de todas estas tragedias es el Estado, encabezado por quien, durante años, se asumió como el único capaz de resolverlas.

Tantos eventos pudieron evitarse con un mínimo de ética, de responsabilidad, en un México que se cae a pedazos, en el que, cual herida infectada, supuran los problemas pestilentes de la indolencia, la corrupción y el desdén. Y mientras esto sucede, tenemos al presidente de los otros datos que se justifica una y otra vez diciendo que “ya se están atendiendo”, “les vamos a dar a conocer toda la información” y el “no somos iguales”.

En el colmo de la irresponsabilidad en el uso y destino del dinero de todos los mexicanos, mientras vemos a lo largo y ancho de la República Mexicana bardas pintadas y espectaculares que apoyan candidatos violando la ley -seguramente pagados con recursos públicos o incluso con “aportaciones voluntarias” en sobres amarillos, quizás producto de la complicidad con los grupos criminales-, hay un gobierno que promueve la ilegalidad, aunque simule no saberlo. En tanto esto sucede, la población, en una suerte de ruleta rusa, tiene que jugarse la vida cada día ante la ausencia de la autoridad.

El saldo a la fecha queda en innumerables daños irreparables que el gobierno morenista se niega a reconocer. Por ello es que tenemos que evitar que continue la mal llamada transformación. No debemos permitirnos que esta historia se repita en el 2024. Lo que sí está en nuestras manos es construir el porvenir posible, con una propuesta que desde la oposición entusiasme y genere nuevamente confianza entre los mexicanos.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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