En los siguientes días, la Comisión Nacional de Elecciones del Comité Ejecutivo Nacional del PAN (Conecen) publicará la convocatoria para elegir la próxima dirigencia nacional que representará a todos los panistas.
Si se respeta el estatuto interno, la elección será por el método ordinario, es decir, con el voto directo de los militantes —poco más de 300 mil— que tienen el derecho de participar; el extraordinario —como su propio nombre lo indica— debe cumplir otra serie de requisitos e implica la participación de casi 400 consejeros nacionales, aunque los dirigentes del partido pueden maniobrar para que sea éste el que se aplique.
Ha surgido una tercera propuesta: que voten también ciudadanos —incluso 15 exgobernadores han hecho la solicitud por escrito—. En lo personal y dada mi aspiración, tengo claro que debemos regresar al origen democrático del partido si queremos reconstruirnos. Pero como lo he planteado en diversas ocasiones, el problema de fondo no es el método, es la ausencia de democracia. Ya advertía Carlos Castillo Peraza: “la democracia no es el peligro, es la oportunidad”.
Y en el marco de esa discusión sobre la renovación de la dirigencia, mucho se ha hablado de los militantes, pero ¿qué tan congruentes son nuestros hechos con nuestras palabras?
Para referirse a la militancia se necesita algo más que nombrarla en un discurso: se necesita ver a los miembros del partido a los ojos, uno a uno, frente a frente y al mayor número posible; se necesita compartir con ellos el pan y la sal, para hablar de sus anhelos y causas y no para negociar cargos. Se necesita algo más que mencionarlos en una entrevista o citarlos desde un escritorio.
No es lo mismo conversar con quienes muestran su enojo, su coraje y frustración, porque al haberse formado con la esencia e identidad partidista sienten que el partido se está muriendo, a platicar con quienes están más preocupados por perder un cargo, uno empleo, o lo que es peor, un negocio.
Los primeros que tienen muy claro lo que significa ser panista de principios, son los que tienen puesta la camiseta y van a permanecer y luchar por mejorar, porque nunca se han rendido; los segundos, que han olvidado nuestros postulados, pero le tiran a las postulaciones por cargos y presupuestos, tarde que temprano se irán donde la oferta es personal —baste revisar lo que ha sucedido en los últimos años—.
Luego de conversar en estas semanas con panistas en Toluca, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla, Naucalpan, Culiacán, Pachuca, Azcapotzalco, Guadalajara, Atotonilco, Tepatitlán, Ciudad Juárez, Jiménez, Parral, Chihuahua y Delicias, estoy segura que el partido puede reconstruirse, porque en cada palabra que escuché, en cada sentimiento expresado, desde el enojo hasta la esperanza y la pasión, se encuentra el enorme deseo de apostarle a mejorar al Partido Acción Nacional y, con ello, luchar por México.
Estoy convencida de que la última palabra para dar el golpe de timón, la tienen los miles de militantes que le dan oxígeno a nuestra querida institución. Y aunque para algunos la elección por militancia sea sólo un mecanismo para legitimar sus aspiraciones, para mí es la enorme oportunidad de regresarle la democracia al partido y, por supuesto, ganar para reconstruirnos.
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