El anuncio descarado e irresponsable del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre su famoso plan C, nos muestra claramente el tipo de gobierno que pretende dejar como legado el tabasqueño: el de su pensamiento, que se distingue por ser monotemático y monocromático, sin posibilidad alguna de respetar la pluralidad. ¡Vaya herencia de la 4ta!
Lo grave es que quienes festejan y acompañan esta posición -sin aceptar las evidentes señales que ha dado, desde siempre, al negar el diálogo con cualquier crítica a su pensamiento y su irrenunciable disposición a descalificar y destruir las instituciones que no se someten a su voluntad-, lo hacen sin tener en cuenta lo que significa este veredicto: condenar al país y a las próximas generaciones.
Por eso, en distintos espacios he reiterado la importancia y la urgencia de que los que participamos en la trinchera opositora construyamos una propuesta que, desde su origen, contemple no sólo el diagnóstico sobre los grandes problemas del país, sino también plantee elementos diferenciadores que propicien sentido de pertenencia a las distintas formas de pensamiento que conviven en México.
Muchas son las opiniones y discusiones, en diversos foros a nivel nacional, en torno a quién debería ser la persona opositora que encabece la candidatura presidencial de la oposición y aunque la respuesta es simple, predomina la incertidumbre, el cálculo electoral y la negociación entre las cúpulas partidistas.
Desde mi punto de vista, la pregunta no es quién abanderará a la alianza, sino bajo cuál método debe elegirse. Me explico:
Morena inició, de manera ilegal y anticipada, la exposición política de sus aspirantes. ¿Son buenos? ¡Por supuesto que no! Todos cargan una ola de ineficiencias, corruptelas y fracasos gubernamentales que han costado incluso vidas. Son, junto con López Obrador, los responsables de que miles de hogares mexicanos estén enlutados por la violencia o las carencias en el sector salud y, millones más, empobrecidos por la falta de política pública. ¡Ah, pero eso sí, tienen a su disposición todos los recursos humanos, económicos y el aparato del Estado promoviendo sus candidaturas! El gran “elector” no será, como se promueve, el pueblo, sino López Obrador.
No importa cuantas veces el presidente repita desde su silla imperial que “se acabó el dedazo, la compra de votos, los candidatos de los medios, los fraudes electorales”. Es más que evidente que estas afirmaciones son mentiras:
1. El dedazo ahora se llama “destapador”.
2. La compra de votos la hace el gobierno desde una estructura territorial llamada “servidores de la nación”, quienes aseguran que todos los apoyos sociales son otorgados por López Obrador y Morena. En esto abonan con el mismo estilo, los gobernadores de la 4t.
3. Los candidatos no son de los medios tradicionales, pero los jugosos convenios de las corcholatas, en espacios alternativos que se transmiten por las redes sociales, están vigentes. No practican periodismo, solo difunden la narrativa de la cuarta y mienten igual que lo hace su patriarca.
4. Se prepara un fraude electoral -que debemos impedir- con toda la fuerza del oficialismo. Quieren ganar a costa de lo que sea.
Para nadie es desconocido lo anterior y ante lo evidente, no se puede competir con armas similares. Sería un grave error. El contraste no está sólo en la ideología o doctrina; principalmente se encuentra en los mecanismos de participación social, de elección de candidatos y fortalecimiento de las instituciones.
En la oposición hay muchos perfiles que cumplen con las características que debería tener un buen gobernante. Sin embargo, la crítica se ha centrado en “el carisma” de los aspirantes y por la composición plural de los que participan y las circunstancias que enfrentamos, la elección se torna más complicada. Porque fácil es avasallar desde el poder presidencial.
La apuesta de la oposición, después de las manifestaciones de noviembre del 2022 y febrero del 2023, es nítida: la sociedad requiere de mecanismos de participación para definir el proyecto de Nación que detone el cambio, sin simulaciones ni engaños sobre una falsa democracia. No hay otro camino. Las y los aspirantes deben tener el acceso a foros públicos suficientes al interior del país de manera presencial, en los que concurran tanto militantes de los partidos como miembros de la sociedad civil que no estén afiliados a ninguna fuerza política.
Es fundamental que quienes pretenden representarnos nos digan de manera sencilla, simple, esperanzadora, cómo piensan resolver las grandes y enormes crisis en las que nos ha metido este gobierno. No queremos oír solo lo que piensan del presidente y su administración, pues son aspectos en los que todos tenemos coincidencias y, lamentablemente, las estadísticas y datos oficiales también concuerdan.
Los mexicanos necesitamos escuchar definiciones claras, sin miedos, pues la campaña debe enfocarse en convencer a los indecisos, de por qué somos la alternativa ante la ineficiencia actual. La exposición de los aspirantes debe basarse en los puntos en los que convergemos todos: democracia, participación ciudadana, inclusión, respeto al diferente, política pública, entre muchos otros. Pero para ello, necesitamos escucharlos, palparlos y tener la posibilidad de que las bases militantes y los grupos organizados de la sociedad civil estén presentes y participen en la toma de decisiones. ¡Urge ampliar su presencia en todo el país!
Nadie propone que quienes aspiran a la presidencia de la República y a los demás cargos de elección popular se deslinden o se “peleen” con las dirigencias de los partidos de oposición. Pero centrar todos los esfuerzos sólo en ese bloque, lo único que hará es alejarlos más del resto de los ciudadanos que también están dispuestos a trabajar para cambiar este mal gobierno.
Ante la imposición, la solución es la democracia.
Ante la mentira, la solución es hablar con la verdad.
Ante el ataque, la solución es la cohesión.
Ante la voluntad de un solo hombre, la solución es la participación ciudadana.
Estamos obligados a ganar el Congreso de la Unión y la Presidencia de la República en el 2024. Urge que el “talante obradorista” se elimine ya de la oposición.
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