Por desgracia, el cuerpo magisterial no necesariamente cuenta con las habilidades para impartir clases en línea, ya que esto va más allá de estar en la pantalla de algún dispositivo o aparecer en televisión.
El ámbito educativo ha sido también uno de los factores que la pandemia ha trastocado, puesto que la recesión económica ha evidenciado tanto la supervivencia de las mismas escuelas, como la posibilidad de que madres y padres puedan seguir pagando las colegiaturas. Y más aún, la utilización de la tecnología para recibir las “clases” en línea se reduce a aquellos estudiantes que tienen acceso a ella. Por tanto, estas nuevas condiciones de oferta y demanda educativa son una alerta de que la nueva realidad también traerá consigo deserción escolar.
Todo un reto representa el arranque del ciclo escolar 2020-2021 en estos tiempos, porque demanda recursos tecnológicos, cobertura, dedicación en casa y paciencia de madres, padres o tutores que deberán estar en permanente coordinación con maestras y maestros. Aun y cuando el secretario de Educación Pública considera que la oportunidad de la educación a distancia será benéfica para los ciclos académicos y que se tendrá la posibilidad de inhibir la deserción, no existe un mecanismo eficaz de seguimiento que permita valorar la permanencia de los alumnos.
El sistema educativo se pondrá a prueba, con independencia de las dificultades que implica el acceso a los programas televisivos que apoyarán la formación de más de 25 millones de alumnas y alumnos de preescolar, primaria y secundaria.
Al margen de las condiciones particulares de cada hogar, en donde la mayoría de las madres de familia se dividen entre la atención a las tareas de la casa, como al cuidado de hijas, hijos y/o adultos con necesidades específicas, ahora deberán sumar a su lista de actividades el seguimiento a las materias de español, matemáticas, historia y un largo etcétera. Lo importante será lograr que se tenga acceso a un proceso educativo de calidad y evitar la deserción escolar; muchas y muchos estudiantes, por falta de recursos económicos, se verán en la necesidad de abandonar sus estudios
La realidad en datos nos indica que las consecuencias de la crisis económica, agravada por la pandemia, tendrán un impacto demoledor en las condiciones de desigualdad en la población, en particular entre las y los estudiantes, dado que tendrán que posponer su formación académica, ya sea para contribuir a la economía familiar o porque no cuentan con las herramientas necesarias para sumarse al esfuerzo educativo a distancia. De acuerdo con información de las autoridades educativas, abandonaron clases de educación básica durante el periodo de distanciamiento social, aproximadamente dos millones 525 mil 330 alumnos de preescolar, primaria y secundaria (10 por ciento de la matrícula nacional), en tanto que en educación superior, fueron alrededor de 305 mil 89 universitarios (8 por ciento). Incluso al menos 800 mil alumnos de secundaria optaron por no continuar con la educación media superior.
Lo cierto es que, al cierre del ciclo educativo anterior, aún no es posible determinar si la educación a distancia cumplió con los objetivos de calidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como tampoco un seguimiento adecuado por parte de docentes, dado que exige una capacitación específica y la disposición de docentes y alumnos para contribuir a la construcción del conocimiento. Por desgracia, el cuerpo magisterial no necesariamente cuenta con las habilidades para impartir clases en línea, ya que esto va más allá de estar en la pantalla de algún dispositivo o aparecer en televisión. La preparación de las clases virtuales implica mucho más que esto.
Sin embargo, y dado que no existen condiciones para una educación presencial, apostamos por el buen desarrollo de los procesos educativos y en las acciones de política pública educativa que eviten el incremento de la deserción escolar. Éxito a todos los integrantes del sistema educativo y confiemos en el funcionamiento eficaz de los instrumentos tecnológicos.
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