Empiezo por solidarizarme con Carlos Loret, Víctor Trujillo y Humberto Padgett.
La pregunta fue constante en este sexenio: ¿Cuánto gana Loret? y el presidente López Obrador insiste en ella una y otra vez durante sus conferencias matutinas. El periodista formado en la televisora privada más influyente de este país se convirtió en el blanco perfecto de los ataques presidenciales, para enviar un mensaje a sus seguidores: “Así se castiga a los medios que representan a la oligarquía”.
Bajo esta falsa premisa, el inquilino de Palacio Nacional acostumbra comunicar con simbolismos. Y así se irá, lleno de rencores, pues los vacíos y frustraciones personales no se cubren con los cargos. Por eso la resistencia a retirarse, siente que el tiempo no le alcanzó para sus venganzas.
Aunque el comunicador yucateco salió de Televisa al inicio del sexenio, desde Latinus, como plataforma alterna, alcanzó altos niveles de audiencia. La investigación sobre la casa gris, que evidenció el tráfico de influencias de su hijo y su nuera, potencializó el enojo del mandatario y luego, con denuncias públicas plasmadas en reportajes y noticias, nos comprobó que ‘no robar, no mentir y no traicionar’ fue solo un slogan de campaña alejado de la realidad.
La mancuerna Loret-Brozo puso al gobierno morenista contra las cuerdas que, aunque mantenga el poder electoral, sabe perfectamente que fue un fracaso de principio a fin.
Sin embargo, su estrategia de intimidación y amenaza contra periodistas ha logrado replegar o inhabilitar a una parte de la sociedad que no encuentra eco en la oposición partidista para canalizar sus demandas y que, en cambio, exige al gremio periodístico asumir un papel que no le corresponde.
Carlos Loret y Víctor Trujillo no son los únicos comunicadores acosados por el poder presidencial; la lista es extensa y los estragos muy graves, por la presión que se ejerce a través de la SHCP, el SAT, la FGR e incluso, con esas cifras alarmantes de asesinatos y agresiones contra periodistas que han convertido a México en el país más peligroso para ejercer esa noble actividad.
Ejemplos de soberbia e intimidación del reinado cuatroteísta encontramos en Veracruz y Ciudad de México. Baste ver la denuncia que en redes hiciera Humberto Padgett sobre la filtración de sus datos personales a miembros del crimen organizado por parte del gobierno local, el cierre de su carpeta de investigación por parte de las autoridades y su detención cuando exigió explicaciones.
Azucena Uresti, Nayeli Roldán, Carmen Aristegui tampoco escapan a este estilo poco ético de gobernar, pues se han enfrentado a descalificaciones constantes desde el púlpito oficial.
Y mientras la Unidad de Inteligencia Financiera hace el trabajo sucio por encargo presidencial, López Obrador sigue narrando la historia que le interesa contar a su manera: “¿cuánto gana Loret?”, aunque todos sabemos que las ganancias de los cuatroteístas están infinitamente más lejos de 200 pesos en la cartera.
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