Con el visto bueno de Andrés

Si hay un signo distintivo de la mal llamada transformación, además del cinismo que ha sido evidente y constante en los últimos meses, es la enorme dependencia política de los funcionarios públicos hacia Andrés Manuel López Obrador. Para justificar su irresponsabilidad, la única decisión que toman es la de: “lo que usted diga, señor presidente”. La parálisis o la acción gubernamental dependen de una sola voz.

Al margen del autoritarismo cotidiano que sale de Palacio Nacional, no deja de asombrar la defensa permanente de la “envestidura tropical”, aunque esto implique la humillación y sometimiento de quienes decidieron asumir el papel de “siervos” porque sienten que por sí solos su futuro está arruinado, si no cuentan con la venia del Rey.

No importa si la confrontación es directa, si se traicionan principios, si no se atienden los problemas, nada importa.  Lo que es fundamental es dejar claro que jamás se está -ni estará- en contra de los designios presidenciales. 

El Tercer País

A principios de este año, Mike Pompeo, quien fuera el secretario de Relaciones Exteriores de Donald Trump de 2017 a 2021, publicó sus memorias, en las que desnuda las turbias negociaciones con quien posteriormente sería su homólogo en México. El acuerdo oculto: México sería el tercer país para recibir la migración que Estados Unidos no acepta.

En su libro llamado “Never Give An Inch” (Nunca cedas ni una pulgada), pone a Marcelo Ebrard como el ejemplo de cómo se doblega a un funcionario al que se no le tiene ningún respeto. Trump, por su parte, lo relató en un mitin del año pasado, durante las elecciones del Congreso en EU:

“Nunca he visto a nadie doblarse así… entró a mi oficina y el representante de México se río de mí cuando le dije necesitamos 28 mil soldados en la frontera gratis… necesitamos algo llamado Quédate en México”. Según el exmandatario estadounidense, Ebrard respondió -no sin antes recibir la amenaza de aumentar los aranceles- “señor, sería un honor tener 28 mil soldados en la frontera”. 

Imagino la escena y no puedo evitar la imagen del ex jefe de Gobierno repitiendo como lo hace en México: “Es un honor estar con… ¿Trump? Hasta en esos momentos difíciles para la Patria, el canciller pensó en su patriarca.

Esta semana el escándalo subió de tono por la entrevista que León Krauze le hizo a Martha Bárcenas el 09 de febrero, en la cual la diplomática que representara a México en Washington confirma lo que reveló Pompeo: sí hubo un acuerdo secreto entre ambos países.

Duelo de historias y acusaciones. Por un lado, negociación secreta, engaño, omisiones y desconocimiento en la mesa de alto nivel. Y, por el otro, en un plano más personal, rencor obsesivo, calumnia y daño público. 

Entre reyes te veas

El juicio contra García Luna, que se convirtió en otra de las obsesiones del presidente López Obrador, no aportó a Palacio Nacional lo que esperaba. De las “millones de pruebas” que los seguidores del originario de Macuspana esperaban jubilosos salieran a borbotones frente al jurado, no hubo ninguna. Al menos nada de lo que ya se habían encargado de difundir en sus redes sociales, en sus especulaciones y columnas, los cercanos al régimen. 

En esta metralla de acusaciones, salió nuevamente el nombre de Gabriel Regino, quien fuera subsecretario de Seguridad Pública de Andrés Manuel López Obrador, a quien el “Rey Zambada” ya había señalado de recibir “aportaciones” para campañas políticas. Ni tardos ni perezosos, los defensores del régimen tacharon esto como calumnias. Cortos de memoria, los cuatroteístas olvidan que, si por algo se reconoce al tabasqueño, es por ser el “Rey del Cash”.

Gabriel Regino optó por un video para dar su versión de los hechos. Y sin sorpresas, igual que los fieles morenistas, las acusaciones fueron producto de un “tema político”. Histriónico y seguro, se dijo acostumbrado a este tipo de acusaciones y dio una clase de “juicios orales”, por supuesto, cuidando en todo momento al “inmaculado presidente”, quien indignado ya había arremetido contra el abogado de García Luna, mientras reconocía que el testimonio del narcotraficante “había salido mejor”.

El futuro del polémico García Luna está en manos de un jurado integrado por 12 personas que tendrán que deliberar su culpabilidad o inocencia. Lo cierto es que el único señalado y condenado, ante la opinión pública internacional, es nuestro país y el único defendido es López Obrador.

Ante este remolino de acusaciones de todo tipo, fotos, videos, audios o grabaciones, solo hemos conocido como pruebas las de Bejarano, Pío López Obrador, Eva Cadena y las del propio López Obrador saludando a la mamá del narcotraficante más famoso sentenciado en Estados Unidos.

Lo patético es que, en estas guerras de lodo, todos los funcionarios o excolaboradores de Andrés Manuel López Obrador tienen una sola misión: ante las evidencias de corrupción, actos ilícitos, omisiones o acuerdos oscuros, deben evitar, a toda costa, manchar la guayabera del tabasqueño, aunque todas estas acciones tengan el visto bueno de Andrés.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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