La naturaleza humana nos hace sentir incomodidad, malestar y enojo, cuando se reciben críticas, comentarios o puntos de vista diferentes a lo que se piensa. Lo entiendo y lo acepto. También es natural que, si se pertenece a un mismo grupo -con el que se tienen coincidencias personales o profesionales- y, en mi caso, políticas-, se aplauda a quien señala, denuncia y evidencia incongruencias, promesas fallidas y, entre instituciones, la falta de resultados de nuestros adversarios, eso sí, sin importar el tono utilizado.
Algo así sucede ahora en Acción Nacional. Hay aplausos cuando se dice la verdad, pero, cuando se asume una actitud crítica con alguien dentro de nuestro partido, cuando se señala al interior de los hierros de nuestras prácticas, la necesidad de cambiar el rumbo por las decisiones tomadas, los pésimos resultados obtenidos y el impacto del desprestigio de nuestro instituto político, entonces las voces se transforman y acaban por decir “ese no es el tono” o que “la ropa sucia se lava en casa” y solicitan, en nombre de una unidad perdida, tregua para guardar las formas y continuar con la acumulación de barbaridades e incongruencias debajo de la alfombra azul, como si la voz de la militancia enojada y decepcionada no contara (ni la de millones de personas que nos dieron su voto el pasado 2 de junio).
También causa molestia externar lo lamentable que resulta que la dirigencia pida explicaciones de nuestros gobiernos pasados, como si fuera una extensión del oficialismo cuatroteísta, pero se niegue a asumir las consecuencias de las decisiones que la última década nos llevaron a los desastrosos resultados (electorales y legislativos) de este 2024, con todo y la confesión de acuerdos oscuros al margen de la militancia.
De igual forma, algunos se incomodan cuando expreso, sin dejar de lado que el fin del PAN es definir lo que es mejor para México, que, bajo ninguna circunstancia, debemos permitir que, como la principal fuerza de oposición, seamos ignorados, ninguneados, desdeñados, despreciados, minimizados y que, reiteradamente, se culpe al expresidente Felipe Calderón de todos los males nacionales, cuando eso no es cierto. Si la 4T busca imponer su narrativa y evadir sus responsabilidades, el PAN no puede ser la piñata a modo del oficialismo. Tenemos que evocar la unidad que nos llevó a lo alto en el 2000, aquella que nos hizo una válvula de escape ante el autoritarismo, ya lo logramos una vez y estoy segura que con un panismo sólido, con bases humanistas, volveremos con fuerza para defender a México.
En fin, hay quienes -afortunadamente los menos, aunque muy visibles- dicen que no tengo el “tono adecuado” para esta contienda interna. En el fondo, no molesta mi tono: lo que molesta es que digo la verdad, reflejo de la cruda realidad de la que se quejan los militantes que quieren al partido como yo – y que, con tristeza, ven en lo que nos hemos convertido como opción política-. Muchos de ellos, decepcionados, han anunciado que si no hay un cambio genuino, abandonarán las filas de Acción Nacional.
¡Vaya amnesia de los que se sienten incómodos! Con el mismo tono, defendí en tribuna a nuestros gobernantes. Con el mismo tono, señalé al responsable de la seguridad nacional por la criminal política de abrazos para los delincuentes y balazos para la población. Con el mismo tono, defendí la causa de los padres agobiados por la falta de medicamentos para los niños con cáncer. Con el mismo tono, hice evidente la errática legislación para combatir la trata de personas e impulse una iniciativa de ley contra el feminicidio. Con el mismo tono, evidencié el sello autoritario del patriarca de Macuspana. Y hoy, con el mismo tono, señalo la grave desilusión, enojo y malestar social con el PAN, por actos que fueron hechos públicos por la misma cúpula del partido.
He dicho varias veces y lo reitero: nuestra elección interna no solo tiene que ver con los panistas, tiene que ver con la oposición que México necesita, para defender las causas de los mexicanos y hacerles saber que hay un porvenir posible.
Por eso, propongo la reconstrucción del partido, de la mano de los militantes libres, responsables y comprometidos. Yo no quiero hacer la partitura democrática de Acción Nacional. Ya hubo quienes lo hicieron con cada una de sus notas y pusieron acento en las asambleas, en la participación libre, en las instituciones. Esa partitura ya está escrita.
Lo que quiero es dirigir de la mejor manera esta orquesta, para que, entre todas y todos los militantes, toquemos la mejor melodía democrática para nuestro México, porque Acción Nacional merece ser la oposición fuerte, digna, enérgica que dio la batalla en la búsqueda del bien común y en lucha por un mejor país para todas y todos.
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