Ante la falta de resultados, la búsqueda de culpables es sistemática, la tentación de someter a los que no estamos de acuerdo con el rumbo del país es evidente.
La difusión de una serie de spots para promocionar lo realizado en este segundo año de gobierno federal, cae más en el adoctrinamiento que en una real y transparente rendición de cuentas sobre las distintas acciones y programas de gobierno que mucho han contribuido al deterioro de la vida nacional, sin dejar de mencionar que es una oportunidad, de ánimo incansable, para polarizarnos como sociedad, perversa práctica cotidiana del “divide y vencerás”, porque sólo así asegura el voto de sus seguidores.
El que se considera “progresista”, se queda inmóvil ante la realidad y se niega a enfrentar los problemas. El que acusa que los conservadores lo critican, es el responsable del trágico cierre de más del 90% de micro, pequeñas y medianas empresas por la pandemia, según reportó la ‘Encuesta sobre el impacto económico generado por Covid-19’ (ECOVID-IE), elaborada por el Inegi.
Es lamentable que sus fines electorales justifiquen la narrativa del gobierno. La prioridad es dejar claro el mensaje que se quiere transmitir desde Palacio Nacional y no las alternativas para enfrentar, una a una, las dificultades que tenemos: la falta de dinero para completar el gasto familiar; la falta de empleo; el desabasto de medicinas; el incremento de robos, asaltos, secuestros, homicidios, feminicidios.
Por desgracia, en este Segundo Informe de gobierno, lo que es importante para las y los mexicanos, es lo de menos para el gobierno federal y su proyecto político.
¿Cómo puede el inquilino de Palacio Nacional decir que tiene la conciencia tranquila, por “ayudar a la gente humilde”, cuando hay poco más de 119 mil fallecimientos (la mitad corresponden a homicidios dolosos y feminicidios y la otra mitad como consecuencia del mal manejo de la pandemia); más de 12 millones de personas que engrosaron las cifras de pobres; más de 2.8 millones de personas sin actividad laboral; más de 20 mil niñas y niños –y otros tantos adultos– con cáncer sin medicamentos, entre muchas otras afectaciones a la vida nacional?
Dos años han sido más que una prueba para confirmar que tenemos a un gobierno manipulador, ineficiente, incongruente y falaz que, contrario a lo que ha afirmado, sí ha robado, mentido y traicionado al pueblo de México, que su única preocupación ha sido consolidar una estructura electoral para lucrar con la necesidad de la población, debilitar la calidad de bienes y servicios públicos e incrementar la pobreza para repartir dinero público en beneficio de su proyecto político.
Ante la falta de resultados, la búsqueda de culpables es sistemática, la tentación de someter a los que no estamos de acuerdo con el rumbo del país es evidente. Muestra de ello es el constante ataque a la oposición: “Los conservadores sostienen que estamos llevando al país al comunismo. El papa Francisco ha dicho que ayudar a los pobres no es comunismo, ‘es el centro del evangelio’…; ya no es como antes que se rescataba a los banqueros, a los grandes empresarios, ahora se está rescatando al pueblo. Por el bien de todos primero los pobres”. ¿Dónde quedó el espíritu juarista y el Estado laico?
Nos señala, “que ya no sea la delincuencia la que gobierne en México. Nunca más García Lunas en el gobierno”. Solo que el presidente, en un acto de congruencia, debió haber dicho que tampoco necesitamos más Bejaranos, Ímaz, Bartletts, Cadenas ni Leones, por solo citar algunos nombres de la corrupción de Morena y sus aliados. Estamos hartos de la corrupción que solo beneficia intereses personales o de grupo. Ningún fin, ni objetivo justifica ni corrupciones, ni donaciones, ni aportaciones al margen de la ley. Todos los que participan en estos actos no dejan de ser “vulgares y cínicos ladrones”. Para la 4T la moral es un árbol que produce moras, como justificarían en el pasado, más y peor de lo que se dice combatir.
Imponer las decisiones unipersonales es la única obsesión que ha imperado en estos meses en todas las áreas del quehacer gubernamental, que no ha dado espacio para entender la grave responsabilidad que un mandatario tiene sobre la situación de su país.
Las y los mexicanos merecemos el respeto presidencial para conocer la realidad y no la simulación de un país que no va nada bien en economía, salud pública, política, seguridad. No podemos ni debemos conformarnos con el reporte oficial de la normalización de las crisis en las que nos ha sumido esta administración.
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