Reza un dicho que “quien no conoce la historia, está condenado a repetirla” y vaya que hemos fallado en darla a conocer a las nuevas generaciones.
Las y los jóvenes que nacieron después del año 2000, casi nada conocen sobre el significado de la alternancia política en el país. Dieron sus primeros pasos cuando ya teníamos credencial para votar con fotografía, cuando ya las elecciones se organizaban por un organismo ciudadano autónomo, para garantizar que los votos se contaran bien, cuando se pusieron los primeros cimientos de la transparencia y rendición de cuentas para los gobiernos.
Y sí, para lograrlo, miles de personas dieron cientos de batallas con costos muy altos que poco se conocen.
Gracias a la lucha de décadas de miles de personas, en su mayoría anónimos y desconocidos, Andrés Manuel López Obrador habita Palacio Nacional, pero fiel a su formación, costumbre y aires de historiador, el originario de Macuspana se ha empeñado en difundir ante miles de personas, que México y su democracia nacieron a partir del 2018. Para ello, ha utilizado la mentira y distractores suficientes para arrancar sendas carcajadas que se han convertido en memes de graciosas ocurrencias que no tienen consecuencias. ¡Pero claro que las tienen y son extremadamente costosas para el país!
Ha quedado grabado en video el debate del 2018, cuando el candidato López Obrador, en un gesto “campechano”, se refirió a su contrincante del PAN como “Ricky Riquín, canallín”. “¡Qué sentido del humor tiene el candidato López Obrador!”, festejaban entonces sus seguidores.
Y qué decir de aquellos que, ya como gobernante, sin darle mayor importancia, encontraron “simpáticos” y casi celestiales sus consejos para cuidarse de COVID 19 –“detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”-, mientras sacaba unas estampitas religiosas que afirmaba le habían regalado en sus recorridos, e invitaba a todos a abrazarse y besarse, a no usar cubrebocas. ¡Vaya manera de esconder su ineficiencia en el manejo de la pandemia!
El presidente que se autodenomina “el más humanista” ha sido “muy ocurrente” también en justificar y ocultar el evidente fracaso de su estrategia para combatir al crimen organizado: “Que tengan cuidado porque en una de esas, los voy a acusar con sus mamás, con sus papás, con sus abuelos”. ¡Claro! Si son las cabezas de las familias las que deben poner orden, ¿por qué habría de hacerlo él? Él nada más es presidente.
¡Ah! Pero si acaso esto no funcionaba, él generosamente, con su enorme corazón, enviaba al crimen organizado un mensaje de atención: “Y los estamos llamando a que le bajen y ya todos nos portemos bien. ¡Al carajo la delincuencia! ¡Fuchi, guácala!”. ¿A poco no es suficiente hacerle el feo a la delincuencia en una conferencia matutina? ¿Por qué habría de hacer algo más, si con su “enérgico regaño” basta? Total, él prometió que con su simple llegada al poder, las cosas iban a cambiar. Bueno, nunca nos aclaró que el cambio consistiría en empeorar este problema de forma preocupante.
¡Caray, qué patética y criminal actitud!
Porque la realidad es que estamos por terminar el sexenio más grotesco y delictivo de la historia moderna de México y estoy segura que a millones de mexicanos no nos parece gracioso, ni nos causa risa y menos nos hacen felices, las canallas y mezquinas acciones de un mandatario que no se responsabiliza de nada, que no se conduele del dolor ajeno y que no es capaz de impedir el dolor evitable.
¿Acaso alguien puede festejar las 800 mil muertes por COVID o las al menos 427 matanzas que la organización civil Causa en Común ha contabilizado en tan solo este año?
¿Quién puede reír ante las masacres de Texcaltitlán, de Salvatierra, de Celaya, de Malpaso, o ante las desapariciones de jóvenes en Lagos de Moreno, o frente a las estampas de horror que se repiten una y otra vez en casi todo el territorio mexicano, en Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Baja California, Sonora, Sinaloa y un largo etcétera?
¡Y menos risa causa que haya alguien que promete repetir la historia y que, sin un ápice de remordimiento, miente sobre la disminución de la violencia en nuestro país! ¿Acaso se puede confiar en quien propone continuar con la transformación y que, sin empacho, sigue el ejemplo de su mentor al criminalizar a quienes solo son víctimas de la ausencia, rendición o peor aún, complicidad del gobierno con el crimen organizado? Porque para la exjefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, es suficiente repetir el mensaje de López Obrador y mentir, mentir y mentir: “Han disminuido los homicidios en México, pero tenemos que seguir trabajando para que no ocurra eso y menos por un asunto de adquisición de estupefacientes”.
¿Verdad que ya no es gracioso? A menos que haya personas que quieran que en este país, el único que sonría sea quien entregó el bastón de mando nada más y nada menos que al crimen organizado, mientras sonríe y festeja, como lo hizo en el pasado, con las tan lamentables e indignantes palabras: “Ahí están sus masacres”.
Te puede interesar: Del cimiento de la corrupción al segundo piso de la transformación
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo