Antes de ser candidato del PRI-PVEM-PANAL a la Presidencia de la República, José Antonio Meade Kuribreña se desempeñó como secretario de estado en las dos últimas administraciones federales. Este es su perfil.
Hombre sin afiliación partidaria, trabajó en las administraciones tanto de Felipe Calderón como de Enrique Peña Nieto (EPN), en cargos de alta responsabilidad, como Secretario de Estado. Enfrentado el PRI-gobierno con la dificultad de poner un candidato priista, estando el partido gravemente desprestigiado, EPN decidió lanzarlo como “candidato ciudadano” a la presidencia, para paliar en lo posible la mala imagen priista. En general, no ha resultado así.
José Antonio es hijo de un exfuncionario público, que trabajó en diversos cargos en la federación, Dionisio Meade. Su trayectoria se habría quedado en su retiro, si no fuera porque, para atacar a su hijo-candidato, le han acusado de muchas cosas, de decisiones que no podía tomar, como crear el FOBAPROA; y eso solamente para desprestigiar a José Antonio (Pepe Toño).
Fuera de la carrera federal de su padre, Pepe Toño hizo la suya propia, llegando al más alto nivel posible tras el presidente de la República. Antes de ser considerado como posible abanderado del PRI en 2018, se le vio como un excelente alto funcionario, Secretario de Estado, y en varias Secretarías. Pero en cuanto se proyectó como posible candidato, y más ya siéndolo del PRI, resultó, para sus contrarios, casi como un auténtico bandido, corrupto, solapador de corruptos, y hasta priista de corazón.
De su vida privada, nada se ve que manche su buena imagen. Todos los ataques y señalamientos los tiene por su candidatura a nombre del PRI, que de pronto brotaron casi de la nada.
Pepe Toño Meade estudió dos carreras universitarias, Economía y Derecho; y tiene un doctorado en la primera, de una universidad americana. Académicamente es un buen candidato, y administrativamente también, salvo las recientes acusaciones de copartícipe en actos de corrupción por muchos millones de pesos, y solapador de corruptos, en particular de Rosario Robles, y de los gobernadores corruptos, como los Duarte de Veracruz y Chihuahua, de los que, se dice, no pudo no estar enterado de sus pillerías.
No hay pruebas, pero las acusaciones se le vinieron encima como una gran avalancha. Era el precandidato ideal para convertirse el año pasado en Gobernador del Banco de México, pero Peña Nieto prefirió hacerlo candidato para salvar a su partido.
Meade no tiene ninguna experiencia política, ni de partido, ni electoral, aunque sí se le puede catalogar como un experto en política administrativa, y ahora se desempeña como candidato gracias a un equipo de asesores que le indica cómo llevar la campaña.
Como candidato, trae arrastrando un fardo demasiado pesado, el PRI. Como posible presidente no ha podido mostrado las tablas necesarias, ni el oficio político partidista que desesperadamente necesita. Con toda una maquinaria propagandística de apoyo de campaña, está estancado en las preferencias electorales, y abrumadoramente por el simple hecho de ser el candidato de un presidente desesperado por no perder la presidencia, que, al parecer, tenía perdida desde meses atrás.
Pepe Toño Meade se presenta a los debates presidenciales contra candidatos con experiencia partidaria y de campaña, sin tampoco tener experiencia para debatir en ese plano. Una posición muy incómoda, desventajosa.
La oferta política de Meade no es bien recibida, en cuanto ofrece hacer lo que el partido que representa no ha hecho en años. Esa carga no se la puede quitar de encima. Sin carisma propio de líder político, solamente una buena oferta política puede llevarlo adelante, con esa carga priista que mencionamos.