La ira juega un papel fundamental en los procesos de inflamación de nuestros órganos, y si se vuelve crónica, corremos el riesgo de desarrollar diferentes enfermedades.
A diario recibimos una cascada informativa, imposible de digerir, lo que puede frustrarnos y provocarnos la sensación de que no podemos ponernos al día de ningún tema.
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