El PRIAN existe, pero esa definición ha quedado en la similitud de las prácticas corruptas, devoción por el dinero y un marcado cinismo.
La decisión de este fin de semana del Consejo Nacional del PAN le puede ser redituable como partido aunque no estará exenta de críticas. Pero más allá del propio PAN todo parece indicar que es una decisión beneficiosa para la oposición en su conjunto. Que no les gusta a muchos, y con razón, aliarse con el PRI es entendible. El descrédito del PRI es enorme, su sola mención remite a corrupción, tranza y decadencia.
Los episodios de estos meses en que las acusaciones de diversos delitos entre integrantes del pasado gobierno han mostrado la podredumbre que cualquiera imaginaba que sucedía al interior de ese equipo priista.
El priismo, más bien una parte del priismo, se destruye a sí mismo en un espectáculo público vergonzoso.
Sin embargo, hay que admitir que el PAN no está precisamente lleno de gente de bien que destaque por su honestidad, espíritu altruista, inteligencia y fervor patrio. No, en el panismo abunda la estupidez, la robadera, la mezquindad y la visión de la política como negocio particular. Es una pena, pero así es. Las encuestas los ponen ¡incluso abajo del PRI! Así que tampoco están como para ponerse sus moños de pureza como si llevaran una vida angelical.
El PRIAN existe, pero en vez de que sea una cuestión de práctica política eficiente, de modelo de país, esa definición ha quedado en la similitud de las prácticas corruptas, devoción por el dinero y un marcado cinismo. Por eso los ciudadanos los castigaron en las elecciones y los siguen castigando al no identificarse con dichos partidos.
¿Sería mejor tener una oposición sin tanto sucio pasado? Por supuesto, pero es lo que hay y con eso se tiene que trabajar. Por eso es acertada la decisión del panismo esta semana. No hay tiempo de preparar otra cosa.
El proyecto de López Obrador incluye el aplastamiento, y si se puede, la desaparición de los partidos opositores. Nada preocupa tanto a los populistas como el crecimiento de sus adversarios políticos y es claro que, de manera aislada, la oposición no llegará a competirle al movimiento que encabeza el Presidente.
Si la alianza opositora inteligentemente se distribuye los distritos para competir exitosamente, el resultado puede ser muy diferente de lo que indican el día de hoy las preferencias electorales para las elecciones del año entrante.
En política, en democracia, las alianzas son asuntos cotidianos. En los congresos, los parlamentos, las alianzas legislativas son la constante si es que se quiere legislar. Las alianzas electorales no tienen por qué ser necesariamente vergonzosas. Pueden sonar raro, pero tienen sentido. Pensar que los partidos son lugares de pureza ideológica es estar cuatro décadas atrás. Por supuesto que sería ideal tener partidos políticos con mayor preparación y que hicieran de la política una actividad digna, pero eso no sucede ni en la oposición ni en la presidencia. La alianza en la oposición está, curiosamente, forzada por el estilo del presidente López Obrador, ya que es él quien ha forzado el anti-AMLO posterior a las elecciones de 2018.
Las críticas que hagan diversos actores a la decisión panista no los debe detener. No debe ser muy grato andar de compañeros con los tricolores –aunque ellos han de pensar lo mismo de los panistas–, pero vivir con AMLO tampoco ha resultado ser día de campo lleno de alegría y felicidad. Hay que recordar que nadie ha hecho alianzas tan grotescas como el propio López Obrador, que varios de los compañeros de viaje del Presidente destacan por ser corruptos impresentables. No son ellos quienes pueden criticar de turbia la mezcla opositora.
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