El trabajo conjunto, el compromiso, la valentía y el diálogo nos permitirán dejar de ser percibidos como débiles. Somos fuertes y lo seremos aún más si nos constituimos una vez organizados.
En una conferencia de “Voces Libres” que le escuché al maestro Jaime del Arenal, éste señaló que el populismo no tiene ideas, no tiene ideología, puede ser de izquierda o de derecha, e incluso cambiar de un lado a otro, sin pena alguna, porque se trata de una técnica cínica y eficaz para mantenerse en el poder.
La degradación de la política y la perversión de la democracia ha permitido lo que Luigi Ferrajoli llama la “omnipotencia de la mayoría” que, en el caso de México, está encarnada en el actual titular del Poder Ejecutivo y eso es lo que ha puesto en riesgo al país, se trata del “suicidio de la democracia”.
La transición democrática en México constituye uno de los grandes episodios de nuestra historia moderna y hoy se ve amenazada por el populismo que empieza, de manera gradual, a instalarse en nuestro país.
Tenemos que salir todos a la defensa de la democracia; y con mayor fuerza debemos defenderla quienes creemos que, como decía Adolfo Christlieb, la democracia es “una filosofía y una forma de convivencia, la más elevada y más conforme a la naturaleza humana” puesto que parte de la igualdad y dignidad de las personas y se basa en la responsabilidad de todos para participar cívicamente y lograr el bien común.
Entre la experiencia vivida en estos dos últimos años en México, lo que conocemos del proceso en Venezuela –que es bastante–, en Ecuador, Brasil, Bolivia y Estados Unidos, así como los riesgos que se están haciendo cada vez más evidentes en otros países, nos podemos dar cuenta que el populismo crece, se expande y amenaza en todas las regiones.
Por ello, podemos señalar algunos signos muy claros que debemos ordenar y entender para poder saber a lo que nos estamos enfrentando:
1. Al populismo no le interesan las ideas, que generalmente se generan en conjunto y gracias al diálogo y al contraste de opiniones, sino sólo las ocurrencias, que carecen de la solidez que implica escuchar a otros. Por eso en el populismo no hay discusión, ni diálogo. El populismo se nutre de palabras engañosas, se sirve de la gramática que insulta, del discurso de odio, del linchamiento desde el poder. Como no importan las ideas, prometer le es muy fácil a sabiendas que nada cumplirá.
2. El gobernante populista anula los valores democráticos: no le importa la pluralidad y, en consecuencia, debilita las instituciones. La pluralidad le estorba y no hay tolerancia alguna para quienes piensan distinto. ¿Le suena familiar?
3. Un populista ataca la libertad de expresión, ese es su primer blanco, por eso amordaza a los abogados, desprecia a los intelectuales, acusa a los medios de comunicación que quieren informar. No en vano la estructura de las “mañaneras” ha expropiado la tarea “informativa” (lo pongo entre comillas porque la paradoja radica en que se vuelve más una herramienta de censura que de información).
4. En un gobierno populista no hay división de poderes porque, frente al poder, no hay sitio para nadie. Por eso rompe el orden constitucional, al Poder Judicial lo seduce y lo reduce; al Poder Legislativo lo prefiere acomodado y silenciado.
5. Finalmente, al populista no le importa el futuro. Su desinterés por el bienestar de las generaciones que vienen lo expresa en la falta de inversión en infraestructura, en mantenimiento, en energías renovables. Se endeuda con facilidad, no planea nunca, ni se refiere a las generaciones a las que les roba su futuro. Y si no le importa el futuro, tampoco le importa el pasado salvo para borrarlo y manipularlo.
Estas son cinco afirmaciones que reflejan la realidad que hemos vivido en México recientemente a través de diversas estrategias: lo mismo una guía ética que un anuncio en las mañaneras. Una realidad que se refleja también en que el gobierno ha logrado dar una batalla gramatical que ya se escucha en los discursos de ministros de la Corte, consejeros del Instituto Nacional Electoral, senadores, magistrados electorales, diputados, gobernadores, académicos, empresarios y ciudadanos que, quizás sin intención, han colaborado en la construcción de ese lenguaje. Estas afirmaciones se han venido denunciado de manera muy desordenada, pero con fuerza y valentía.
Para enfrentar al poderoso populismo no basta con las necesarias alianzas en las elecciones del 2021. Tenemos que empezar a construir una mecánica de reflexión, de contraste de ideas y de promoción de la cultura, siempre privilegiando el diálogo, apoyando a los centros de capacitación, la información, pero sobre todo tenemos que organizarnos. Estoy convencida de que el trabajo conjunto, el compromiso, la valentía y el diálogo nos permitirá dejar de ser percibidos así, débiles. Somos fuertes y lo seremos aún más si nos constituimos una vez organizados.
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