El mejor homenaje que podemos rendirle a esta mexicana universal, Emma Godoy, es acercarnos a sus obras.
En esta ocasión deseamos dedicar unos minutos a honrar la memoria de una mexicana ilustre –literata, filósofa y humanista– que, aunque falleció hace más de tres décadas, sigue viviendo entre nosotros: Emma Godoy.
Había nacido en la romántica y virreinal ciudad de Guanajuato en 1918 y durante los 71 años que estuvo entre nosotros realizó una labor excepcional que muchos la consideran la Sor Juana Inés de la Cruz de los tiempos modernos.
Una admirable mexicana, intelectual de altos vuelos que conocimos y admiramos y cuya pérdida constituye un vacío en el campo de las letras y de la moral.
Una mujer que los jóvenes de hoy hubiesen deseado conocer, ya que la firmeza de principios, unida a su gran calidad humana, hacían de ella una persona tan cautivadora que estando a su lado las horas se iban sin sentir.
No obstante, y al igual que ocurre con los genios, pese a su fallecimiento ocurrido en julio de 1989, Emma Godoy permanece viva porque dejó una vasta obra contenida en más de quince libros.
Considerando que un libro no es un objeto de decoración, sino un amigo que nos acompaña, con el que dialogamos y nos da consejos, Emma Godoy está aún entre nosotros. Y es que, a través de sus obras, nos permite dialogar con ella y obtener provechosas orientaciones.
Considerando que el mejor homenaje que podemos rendirle a esta mexicana universal es acercarnos a sus obras, hemos seleccionado algunos de sus pensamientos para ofrecerlos a nuestros amigos lectores deseando que de ellos saquen los mejores frutos.
Es así como elegimos una de sus obras más representativas, “Que mis palabras te acompañen”, de la cual citamos textualmente:
“Piensa que a un niño se le lleva primero de la mano, pero luego se le deja andar solo, aunque muchas veces se caiga. Ahora será igual”.
“Otros seres e instituciones se encargarán de guiar al joven: la Iglesia, la escuela, los buenos libros, las amistades selectas, etcétera. En el seno de la sociedad se efectuará su maduración. Ya no te pertenecen. Realmente jamás te han pertenecido, pues los seres humanos no somos pertenecientes de nadie… salvo de Dios”.
“¿Qué quieres ser: caballo o caballero? Si por la pasión sexual te dejas llevar donde quiere el cuerpo, tu cuerpo será tu amo, y tú, como un animal dócil. En cambio, si tu alma es la que manda, serás un caballero valiente que logra jinetear sobre el potro salvaje de su carne y al fin va donde él quiere, no a donde lo pretende conducir la bestia. Ahora entiendes bien porque es estúpido lo que dicen algunas gentes ignorantes que sólo es “macho” el que hace actos de impureza. Para dejarse llevar, basta con ser débil, con ser cobarde. ¡Ese, ni “macho” es, ni hombre! Hombre es el que es señor de su cuerpo. Al verdadero hombre, los instintos no le imponen su ley, sino que él impone su ley a los instintos. ¡Es un triunfador! ¡Un campeón!”.
“No hay porque compararse con otro, puesto que cada persona es distinta y tiene una misión única en el escenario de la historia. Quien nació para sabio, quien para futbolista. Dios ha dotado a este de agilidad y músculos, a aquel de inteligencia; y uno carece de muchas facultades que se le dan al otro. Sería estupidez que el sabio se empeñara en meter un gol con mejor puntería que el deportista. Cada cual a lo suyo. En el teatro universal todos tenemos un papel distinto al de los demás y en él debemos ocuparnos; no en estar copiando a los otros. A quien le toque un rol gracioso, no quiera competir con el trágico que representa a Otelo, mejor haga de su propia actuación una obra maestra”.
Líneas arriba dijimos que leyendo algunos de sus párrafos le rendíamos un homenaje a Emma Godoy.
Sin embargo, consideramos que lo más exacto será decir que siempre que sus palabras nos acompañen cuando nos acerquemos a sus libros o intervenciones radiofónicas que se conservan, los beneficiados somos nosotros.
A más de tres décadas de su partida, Emma Godoy nos sigue acompañando…
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