Como ya sabemos, el pecho presidencial no es bodega y su cabeza no tiene filtros.
Las imágenes no mienten y van de lo ridículo a lo grotesco: son las imágenes de una “limpia” que le hicieron al presidente de la República y a su esposa, en Palacio Nacional. Claro que no es el primer presidente que al se le hacen limpias. De hecho, ese evento quesque prehispánico es parte del ritual cuando los presidentes se reúnen con grupos indígenas. Son expresiones de superstición y de atraso, no tienen nada de mágico ni maravilloso.
Para subrayar el despropósito del evento en la sede presidencial, los asistentes declararon que el presidente es “un hombre de fe”. El “performance” del fin de semana no deja de llamar la atención, pues López Obrador se siente reivindicador de “los pueblos originarios”, el presidente se siente el depositario de los agravios históricos de la nación, incluso de los previos a su fundación.
En fechas recientes el presidente y su esposa han protagonizado eventos bochornosos en los que reclaman y solicitan objetos a otros países, declaran que son propiedad de los mexicanos y demandan disculpas de la Iglesia católica y de España (todavía no se anima con Estados Unidos).
Como ya sabemos, el pecho presidencial no es bodega y su cabeza no tiene filtros. Así que durante la semana la emprendió contra diversos gobiernos europeos a los que acusó de conservadores y de tener ánimos dictatoriales, por las medidas de encierro tomadas con relación a la pandemia. Los gobiernos a los que se refirió son los de Francia, Alemania, Inglaterra, España, Italia. No se sabe hasta el momento de que en esos países domine el conservadurismo ni de sesgo alguno que los identifique como dictaduras. Pero bueno, él tiene otros datos y vive en otro mundo. Hace poco se refirió a los austriacos diciendo que eran raros porque no le prestaron el penacho de Moctezuma “ni a Maximiliano”. Los dislates presidenciales no tienen límite. Es foxismo puro.
Mientras tanto, los problemas y desgracias se acumulan. Lo que no provoca el gobierno –como es el Covid–, lo agrava con ineficacia e ignorancia. Hace unos meses los cálculos oficiales anunciaban la posibilidad de una decena de miles de muertos, pronto llegaremos a los cien mil. El presidente le ha ofrecido un altar de muertos y una limpia en Palacio a esos fallecidos. Parece burla.
La inseguridad campea por todos lados. Ya viene la segunda responsable en el tema y no hay asomos de una estrategia correcta aunque sea de corto plazo. El Ejército –el gran aliado presidencial– está agraviado por los vecinos del norte, y desmoralizado por el golpe del encarcelamiento de uno de sus máximos generales. La inicial reacción presidencial fue de festejar la detención –su pecho no es bodega y no tiene por qué ocultar sus gustos y satisfacciones–, pero tuvo que recular.
No dudó en decir que la Marina –cuyo jefe es él– estaba infiltrada por la DEA. Como era previsible, la economía atraviesa por uno de sus peores momentos en años. El presidente anuncia que no le interesa apoyar los negocios privados, solamente los públicos, declara que quiere cambiar la Constitución para llevar a cabo cambios en materia energética que solamente servirán para rezagarnos en esa materia a nivel internacional; en lo político, anunció que no se va reunir con los gobernadores de oposición porque tiene que respetar su “investidura”, y en su partido no pudieron elegir civilizadamente a su dirigente y quedó hecho un polvorín. Todo esto en un breve y apretado resumen.
No sabemos si la limpia le va a funcionar, ojalá porque hasta el momento lo que no funciona es el gobierno.
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