En política, lo sencillo es falso

De una vez que quede claro que, en la política, lo que es sencillo, es falso.



Ya son muchas las decisiones que son contrarias al Estado de Derecho y que, además, y quizás como consecuencia de ello, han generado terribles consecuencias en el pueblo de México; desde la política todo se destruye y nada, o muy poco, se está construyendo.

Octubre está por terminar y nos muestra tiempos negros. Aquí algunos ejemplos:

El 1º de octubre, al haber decidido avalar la consulta popular propuesta por el presidente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha demostrado que no es “Suprema”, porque se ha supeditado a la voluntad del Ejecutivo; ni es estrictamente una “Corte”, porque no han emitido sentencias basándose en estricto Derecho; ni mucho menos ser “de Justicia”, porque, lejos de administrar justicia, parece suscribirse como un jugador político más. Por último, tampoco es “de la Nación”, porque es más del presidente de la República.

En la sesión del Tribunal Electoral del día 14, esta institución debilitada mostró el rostro que tiene y basta decir que hay cuatro (de un total de siete) magistrados que siempre actúan en bloque y que han convertido al Tribunal en una instancia al servicio del poder y no del ciudadano.

Por si todo esto fuera poco, el pasado 22 nos encontramos con la extinción de los fideicomisos a manos del Congreso de la Unión. No sólo se trata de fondos que ahora serán administrados por el gobierno para que sean manejados de manera ilimitada, sino que vuelven evidente la expresión de que nada es más importante que la aglutinación de poder. Todo se intentó para que esa decisión no se tomara: manifestaciones, presiones, opiniones jurídicas, programas de discusión, cartas, mantas, etc., pero el gobierno fue capaz hasta de exponer la vida de un senador para conseguir el voto contra los fideicomisos. Al final, ganaron la votación y murió el senador.

Lo sabemos todos. Lo saben hasta los que votaron por Morena, lo saben los funcionarios del gobierno, lo saben los integrantes de las instituciones autónomas que han humillado, lo saben los ciudadanos. Faltan las definiciones y claridad en la decisión y en la conducta. Y no dejo de pensar que lo que falta, también, es caer en la cuenta que todo esto va a costar trabajo, que no es un tema sólo de redes sociales, o de propuestas, o de aritmética superficial y simplista con la que me topé mientras construíamos México Libre. De una vez que quede claro que, en la política, lo que es sencillo, es falso.

México Libre tendrá que decidir qué hacer. Partimos de que somos una organización que no tiene recursos económicos; pero sí somos la única con fines políticos legítimos, con mexicanos y mexicanas en todo el país que no sólo son capaces de inscribirse desde un celular o desde una computadora, sino que han puesto además el corazón, su inteligencia y hasta el alma para construir nuevas oportunidades para México. Con ciudadanos que han sufrido, en una operación de Estado, que les fuera negada su voluntad de asociarse frente al silencio anodino de quienes quieren un cambio, pero no están dispuestos a trabajar por él.

Vivimos ahora tiempos de decisiones. Sé también que hay otros esfuerzos, por eso creo que la semilla de liberación está allí y, con el tiempo, irá creciendo, aunque maten a los sembradores.

Con toda proporción guardada, traigo a colación una novela de Jean Meyer, Camino a Baján, de donde saco un diálogo entre Félix Calleja y un coronel, en el que, aunque aquél sabía que se había obtenido la inesperada victoria en una batalla, comentó que la derrota y el cambio llegarían:

“Seis millones, una vez que han decidido ser independientes, no necesitan estar de acuerdo o reunirse; cada uno trabaja por el proyecto universal según sus habilidades y oportunidades…“. Más adelante, da ejemplos de “burócratas, paralizando y revisando órdenes superiores; el viejo, dando información o entregando el correo; el rico, dando dinero; el letrado, dando consejos y dirigiendo… Todos, en breve, derrumbando el edificio del Estado”.

Me dirán que la diferencia radica en que ahora no estamos en el contexto de una guerra armada. Es cierto, el llamado es a luchar por la libertad y la democracia por las vías pacíficas y democráticas.

No será sencillo, pero es la verdad.

 

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