El franquismo vuelve a la carga

Claro está que, en el ínterin, Pancho Nacho Taibo, ya le pidió a Krauze que se vaya del país –supongo que se considera copropietario de México– por andar contradiciendo al presidente.


Intransigencia de la cuatroté


En serio

Este escribano pudo decir, franquismo, lo mismo marxismo, nazismo, fascismo, pinochetismo o chavismo. Como destaca uno de mis entrañables lectores, “Da lo mismo, atrás que en ancas”.

Lo que sucede es que todos estos “ismos” se han vuelto sinónimos de intolerancia, intransigencia y graves faltas de respeto al diálogo democrático que, los intolerantes socialistas mexicas del gobierno federal, anexos, conexos, bolivarianos y similares, ejercen ahora como evidencia de su minoría mayoritaria en el país.

Bueno, hasta el más coherente de sus filas, don Porfirio Muñoz Ledo, ha sido lapidado por andar de disenso con la gente del presidente y por no echarle incienso suficiente a los resultados.

Para muestra un desliz

No todos se ha limitado a la liturgia presidencial del “yo tengo otros datos” o el simple y funcional expediente de recurrir a los distractores, demandar al papa, comprar carbón para generar electricidad o los pírricos esfuerzos del Chu-chu Maya o el etéreo proyecto de Dos Bocas; lo mismo de la cantaleta del “ya no hay corrupción, ni huachicol”, aunque la nómina federal se siga llenando de parientes, nueras, Píos incómodos y especímenes similares.

Claro está que, en el ínterin, Pancho Nacho Taibo, ya le pidió a Krauze que se vaya del país –supongo que se considera copropietario de México– por andar contradiciendo al presidente. Pero no es la primera vez. Recuérdese que ya dijo que, empresario que no esté de acuerdo con las decisiones de su patrón, corre el riesgo de que lo expropien.

Y es ese mismo sentimiento de percibirse como dueños del país y todo lo que hay dentro, que mueve a la señora Sánchez Cordero a asegurar que el Estado –o sea, ella y sus cuates– deben ser los encargados de educar a los hijos, porque los papás y las mamás, solo estorban al proyecto totalitario de su 4T.

Desde luego, en plena pandemia de COVID-19, aparecen las “genialidades” de Claudia Sheimbaum, para que los niños –que no pueden entrar a un antro, que no pueden comprar cigarros– puedan solicitar sin permiso de los padres y/o tutores, pedir el cambio de sexo y convertirse en niñas y niños “trans”.

Obvio

Por eso resulta obvio que la diputada obesa fustigue a los ricos porque la están matando de hambre. O que el presidente subraye que los millones de dinero recibidos, recolectados, lavados o dudosamente habidos, sean “aportaciones del pueblo”.

En idéntico caso, la señora que no pudo contestarle a Ackerman sobre los autores contemporáneos favoritos, sea la misma quien, en un diluido comentario en redes, asegura que los pequeños que mueren de cáncer, sean parte del descarte natural. Así que no hay por qué quejarse de la falta de medicamentos.

Y en el mismo plano de estupidez, se ubican los legisladores del movimiento propiedad del presidente que exigieron la salida de Coca-Cola y guardaron absoluto y sospechoso silencio cuando el mandatario habló del Evangelio y del papa en un spot televisado.

O sea que…

Por ello, este escribano sostiene que todos estos “ismos” que se comentaron al inicio de esta columneja, vuelven a la carga. Al fin y al cabo, aunque estamos agarrados con las uñas y los pies en el aire para no ir hasta el rancho del presidente, y tardemos muchos años en levantar todo lo que se ha destruido en unos meses, somos muchos más los que amamos intensamente a los hijos y a las familias. Por eso nos estamos jugando el todo por el todo.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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