En este esquema, no cabe la súper mujer en su loca carrera laboral hacia quién sabe dónde. Si usted se identifica con ella, ¡cuidado! Aún es tiempo de echar marcha atrás.
Asunto cargado de años, tema siempre nuevo es la mujer.
Hablemos de ellas, pero no de todas. Analicemos a la súper mujer, que es esposa, madre, profesionista y empresaria, política, jefa de personal, dirigente de los padres de familia en una escuela, maestra, doctora, escritora, locutora…
Analicemos a esa mujer que no usa reloj porque el tiempo le queda corto; que quiere solucionar sola todos los problemas; que asume tareas que corresponderían a otros; que se transforma en padre y madre, en hija, en jefe y en subordinada, que no sabe delegar porque piensa que nadie puede desempeñar las tareas como ella.
A esa mujer acicalada, cuidadosa de su apariencia externa, que no tiene tiempo de acudir al médico para saber de dónde vienen esos cansancios y esos dolores intempestivos, esas migrañas, esos agobios, esos desganos que le impiden la plenitud, esos deseos nocturnos de llorar, esas inadaptaciones a lo que piensa y siente la mayoría.
A esa mujer que es muchas mujeres, que no se regala nada para ser ella misma con un nombre y con un apellido, con sentimientos y frustraciones, con esfuerzo y con descanso, con obligaciones y con necesidad de ocio, de diversión, de que la escuchen otros oídos en lugar de ser ella el oído que escucha mil voces.
La súper mujer vive en el mundo, pero no tiene tiempo para descubrirse, para amarse, para mimarse, para buscar la felicidad en los pequeños detalles que ya no perciben porque está inmersa en los grandes obstáculos.
Esa mujer desconoce que el estilo femenino de manejar los negocios ha dado el vuelco en los países desarrollados. Que en Estados Unidos hablan del trabajo del sexo femenino como de los nuevos japoneses en la administración. Que lo que hasta hace poco se consideraba casero y poco formal en las empresas, y que llevó a las feministas a imitar a los hombres, hoy se pondera como indispensable para motivar a los empleados a trabajar mejor.
En un mundo frío, lleno de computadoras y de aparatos, hace falta el calor de la convivencia social y laboral, hacen falta la franqueza, la confianza, la comprensión y la perseverancia femeninas.
La idea de equilibrio en la vida personal ha ganado terreno. Dicen los empresarios que las mujeres, por su gran responsabilidad familiar, son más conscientes; no se identifican exclusivamente con su trabajo, como lo hacen muchos hombres, sino que hallan tiempo para sus seres queridos, para la diversión y la cultura y no suelen ver el trabajo como una escalera hacia el poder, sino como una forma más de realización.
En este esquema, no cabe la súper mujer en su loca carrera laboral hacia quién sabe dónde. Si usted se identifica con ella, ¡cuidado! Aún es tiempo de echar marcha atrás.
Lo que hacemos tiene que ser un reflejo de lo que somos. Y cómo vamos a saberlo si no nos queda tiempo para nosotros. Amar al prójimo como a sí mismo, es un mandamiento que no pasa de moda. La Naturaleza no se equivoca. Nosotras sí, pero siempre hay oportunidad de recapacitar. Quizá éste sea el momento.
Súper mujer: la vida se encargará de mostrarte que no existes, que gastas las horas que no puede abarcar el reloj de una vida limitada en la búsqueda de una quimera, en un peregrinaje que de tan lleno de actos cotidianos podría quedarse vacío de la trascendencia que reclama reposo, análisis y, por supuesto, un nombre y un apellido.
Como aquel personaje de Miguel de Unamuno, que se le rebeló para no morir, reescribe la historia que has recreado al amparo de una mente fantasiosa y busca el camino de tu salvación. Tómate el tiempo que hace falta para engrandecer tu humanidad y concede a los demás el derecho que también tiene a conformar el mundo, que es de todos, de una manera más humana y más digna.
Por dádiva divina, cada amanecer tiene la oportunidad de encontrar en cada día un afán siempre nuevo, cuando aún nos queda un resquicio de humildad.
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