La omisión es traición

Si se piensa con detenimiento, más de una de las acciones de gobierno implementadas por el presidente López merecerían ser consideradas como traición a la patria.


Crimen presidencial


El artículo 108 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, esa que todos los presidentes de la República prometen guardar y hacer guardar, dice lo siguiente: “El Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común”. El actual jefe del Poder Ejecutivo Federal, Andrés Manuel López Obrador, como lo venía haciendo durante sus años de suspirante, suele dedicar sus ya famosas “mañaneras” a acusar a sus antecesores de toda clase de crímenes, que bien podrían haberlos hecho merecedores de denuncia. Uno se extraña de que AMLO nunca haya aprovechado ese artículo de la Carta Magna para hacerlos pagar por los crímenes de los que los acusa. Y, la verdad sea dicha, me extraña que nadie entre los ciudadanos actuales aproveche dicha ley para acusar a AMLO.

Si se piensa con detenimiento, más de una de las acciones de gobierno implementadas por el presidente López merecerían ser incluidas entre las señaladas por el 108 constitucional. Por ejemplo, ¿no fue un delito grave el haber despilfarrado el dinero de los mexicanos para satisfacer un capricho personal cancelando el nuevo aeropuerto internacional? No solamente se trató de miles de millones de pesos –salidos del bolsillo de los ciudadanos– tirados a la basura sin el menor rubor, sino de dejar en la penuria a todas las familias que iban a encontrar su sustento en ese aeropuerto. ¿No es eso una traición a la patria? ¿30 mil familias traicionadas por el presidente no equivalen a traición a la patria de la que ellas forman parte? Y ¿qué decir de los cientos de niños con cáncer a quienes las medidas “ahorradoras” de AMLO dejaron sin esperanza de curación? Etcétera, etcétera, etcétera.

Pero creo que lo que más relevancia tiene al considerar las traiciones presidenciales es lo que está sucediendo actualmente en torno a la pandemia del COVID-19. El hecho de que la pandemia haya entrado a México definitivamente no puede ser achacado a López Obrador (aunque, con seguridad, él siempre albergó la esperanza de que el virus se colara rápido a través de nuestras fronteras, para poder tener un anillo que le cayera al dedo a sus proyectos). Pero el número incontenible de contagios y el dramático e increíble número de ciudadanos muertos, o por lo menos de un gran número de ellos, sí puede achacársele a él. La consciente omisión de activar los mejores medios de contención de la pandemia, siguiendo el modelo de las naciones que la habían controlado pronto y sin elevadas cifras de muertes, es un grave crimen, una grave traición a la Patria. ¿O no? La omisión de dotar de equipamiento adecuado a médicos y enfermeras, poniéndolos en inminente peligro de contagio y muerte, ¿no es una manera de traicionar a la patria, semejante a abrir las puertas al invasor en una guerra? ¿La omisión deliberada de la principal obligación de un presidente –cuidar la vida y el bienestar de los ciudadanos– no es traición? Para eso lo eligieron. La traición de AMLO queda explicada, no obstante, por el desinterés que las cifras de muertos le merecen. Ni las muertes, ni los gritos de auxilio, ni las familias dolientes, parecen conmoverlo. No visita a las víctimas, no se interesa por sus circunstancias, no habla de ellas. Todo lo contrario. Hace viaje especial para visitar a la mamá del principal delincuente del país. Lo único que se le ocurrió decir a los propietarios de negocios que pedían ayuda, ahogados por las secuelas de la contingencia, fue “ni modo, que quiebren”. Su interés no es la Patria, sino él mismo. Su única obsesión es hablar mal de los demás, omitiendo criminalmente sus propias obligaciones. ¿No es eso una traición merecedora de la aplicación del 108 constitucional?

Claro que la mayoría del Congreso, los pseudolegisladores morenistas y sus parásitos, jamás permitirán que su líder sea juzgado y obligado a dimitir, o sea enviado a prisión. Y probablemente es esta triste certeza lo que desanima a quien quisiera acusar a AMLO de traición a la Patria, pero ojalá que a la ciudadanía no se nos olvide la clase de persona que nos gobierna.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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