Al fallecer el ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano sus argumentos en defensa de la vida del no nacido siguen vigentes en la memoria, porque olvidarlos sería una injusticia más.
La película Coco, que tantos elogios ha recibido y que basada en la conmemoración del Día de Muertos en México recrea situaciones interesantes de nuestra cultura, tiene como trasfondo el tema del olvido. De acuerdo con la trama, los difuntos desaparecen cuando ya nadie los recuerda. El tema da para mucho, pues hoy existe toda una campaña para olvidar y, con el olvido, perder identidad.
Por eso hoy quiero recordar a un gran hombre que acaba de partir a la eternidad: Sergio Salvador Aguirre Anguiano, quien fuera ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Originario de Jalisco, representa los valores de esa tierra mexicana que fiel a los principios de la cultura occidental cristiana, supo transmitir durante generaciones los grandes principios y valores derivados de la Ley y el Derecho Natural, sublimados por el cristianismo.
Imposible abordar en toda su dimensión humana a Don Sergio Salvador Aguirre, pero me atrevería a decir que la cúspide de su trayectoria en nuestra tierra, se expresó en el contenido de su propuesta de dictamen a la controversia de constitucional interpuesta contra la despenalización del aborto hasta las 12 semanas en el entonces Distrito Federal. Resolución basada en la Constitución misma y que de manera que aún asombra, fuera rechazada por la mayoría en el Pleno, aunque logró un voto de minoría sobresaliente con el apoyo de los ministros Guillermo Ortiz Mayagoitia y Mariano Azuela.
La propuesta del ministro Aguirre Anguiano constituye una pieza de Derecho Constitucional en defensa de la vida, cuyo derecho está plasmado de distintos modos en la Constitución y así fue reconocido por otros ministros que de manera ilógica y con razones falaces, finalmente votaron en contra de la propuesta. Esta propuesta de dictamen no puede ser olvidada, pues su contenido, fundado en la verdad, no puede ser desechado por más que hubo ministros que no quisieron atender las razones expuestas por quienes asistieron a las audiencias que organizó la misma corte para atender, entre otras, la verdad desde la genética y la medicina, acerca de la naturaleza humana del embrión, el nasciturus.
La argumentación del ministro Aguirre Anguiano se basó en el reconocimiento por la misma Corte, de que en la Constitución Mexicana se encentra tutelada la vida humana como un derecho fundamental en el artículo 1º. de la misma, y en congruencia con los derechos humanos reconocidos en tratados internacionales, al grado de que en nuestro país está proscrita la pena de muerte. El derecho a la vida está protegido para todos los individuos, pues “sin el cual no cabe la existencia ni disfrute de los demás derechos”. Este derecho abarca la protección a la vida en gestación.
En la propuesta que fuera rechazada, se expresaba la inviolabilidad de la vida humana en todo momento. Por eso, expresaba la propuesta, en la misma constitución se señala como uno de los valores de la educación en México, el respeto a la dignidad de la persona y la integridad de la familia. También vinculó este derecho al de la salud, contenido en el artículo 4º. Constitucional, vinculado con la paternidad responsable y el respeto a los derechos del niño.
Del mismo modo abordó el contenido del artículo 123, donde se busca la protección del producto de la concepción, no sólo en cuanto la relación laboral de la mujer encinta sino al mismo hijo que lleva en el vientre.
Se trató, pues, de un profundo y valeroso análisis del derecho constitucional a la vida y la titularidad de este derecho por parte del niño en proceso de desarrollo en el seno materno y el cual, finalmente, no fue respetado por una débil y no coincidente argumentación de los otros ministros que finalmente aprobaron el fin, que no interrupción, del embarazo.
Esta argumentación no puede ser olvidada, ni su autor. Por ello, en 2010 la Comisión Mexicana de Derechos Humanos A. C. le otorgó el Reconocimiento Ramón Sánchez Medal. Su memoria está presente y sus argumentos siguen vigentes en la memoria, porque olvidarlos sería una injusticia más.
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