López Obrador dio a conocer un documento que revela un nuevo “compló” para quitarle el poder a Morena. No se sabe de dónde salió, pero se sabe que es auténtico. ¿Cómo es eso?
Si no fuera triste y lamentable, sería irrisorio el modo en que se está conduciendo el gobierno de México, con la complacencia y el concurso de los miopes medios “fifí” que dominan el ámbito de la comunicación periodística nacional.
Es inconcebible que, en plena crisis de salud (negada al principio y aceptada a regañadientes por presión de la terca realidad), el inquilino de Palacio Nacional diga, desde su púlpito, que no mentir, no robar y no traicionar son acciones que ayudan contra el coronavirus.
Olvidó decir, por cierto, que esas actitudes (plausibles como receta moral, pero sin efectos farmacológicos) deben ser complementadas con la portación de un ”detente” a manera de amuleto, y con la bendición del mesías macuspano, cuyo poder de contagio de fuerza moral es invencible por el virus, López-Gatell dixit.
Pero es más absurdo aún que los medios, impresos y electrónicos, formales e informales, “serios” o “adversarios”, repliquen puntualmente cada día lo que el señor López quiere que se diga, porque siguen haciendo eco a cada sermón, a cada homilía de las 7 de la mañana, para “no perder la nota” o para vender, cualquiera de los dos motivos o ambos, a cuál más mezquino.
Y cuando uno piensa que ya lo vio todo, nos sorprende con otro truco de prestidigitación, oficio en el que es experto. Ahora resulta que no se sabe quién ni dónde pergeñó un documento que es la base de un. Nuevo “compló” para quitarle el poder a Morena. No se sabe quién ni dónde, pero se sabe que es auténtico. ¿Cómo es eso?
Frente a las cifras categóricas y sustentadas que emiten organismos públicos y privados, y que contradicen los resultados que pregona la “cuatroté”, López siempre tiene otros datos. Pero cuando puede usar información que suena a autoviolencia victimizante, entonces sí valen, no importa el autor. Ni siquiera importa conocer la validez de esa información.
Triste. Triste y lamentable. Tan lamentable como mirar a ese hombre casi septuagenario, de escasa estatura física, pero sobre todo intelectual y política, treparse a una silla que es parte del tesoro nacional, para arreglar una cortina y demostrar así… Bueno, ¿quién sabe lo que quiso demostrar y a quién?
Así está la crisis de nuestra clase política, que no se suma a la sanitaria y a la económica, sino que las abraza y se aprovecha de ellas, anillo al dedo, entre lisonjas y veneraciones fanáticas a “Nuestro Señor Presidente”.
Si no fuera triste y lamentable, sería irrisorio.
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