El blanco es el ritual del comienzo. El blanco de los lunes, el blanco de las margaritas silvestres y de los crisantemos, el blanco del bautismo y de la primera comunión, el blanco de la esperanza que se alimenta de sí misma cada día.
Despierta la vida de su sueño mortecino.
Habla primero la naturaleza, con esa sabiduría a la que tantos oídos están sordos, y tantas voces, mudas.
Como el ave Fénix, retoma y reconstruye sus propias cenizas.
La mente recrea los días pasados: árboles sin frutos, trinos taciturnos y flores rojas que se asocian a los ponches y a las chimeneas.
El blanco es el ritual del comienzo. El blanco de los lunes, el blanco de las margaritas silvestres y de los crisantemos, el blanco del bautismo y de la primera comunión, el blanco de la esperanza que se alimenta de sí misma cada día.
Lo que ya no es, arde en una nueva llamarada que quema, que alienta, que nutre, que invita a vivir.
Por eso estás, primavera, como la luna y las estrellas, como los mares y el amor, fusionada a la mente del poeta, adherida a las palabras y a los tiempos rítmicos, a las sensibilidades que se sorprenden ante lo cíclico, a las almas que todavía siembran flores.
El invierno fue la sepultura; la niebla, su plañidera.
Y hoy, el sol es la resurrección.
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