Frente a la tentación e inercia de regresar a hacer las cosas como antes, necesitamos trabajar con buen ánimo, mantener y mejorar lo que hemos aprendido y funciona, para lograr una adaptación inteligente.
Cerrar las escuelas antes de vacaciones fue la primera decisión gubernamental para iniciar el confinamiento. Repentinamente las familias tuvieron que adaptarse, un papá tuvo que ajustar horarios de trabajo porque su esposa trabaja en una institución de salud y necesitó aislarse de sus hijos, dejarlos con los abuelos no era opción por ser personas de riesgo.
De repente las personas y las familias, las empresas, el gobierno, los trabajadores informales, las universidades y todo mundo tuvimos que adaptarnos. Así se iniciaron modalidades de trabajo en casa, medio tiempo, descanso por períodos, cierre de empresas, cambios de actividad, despidos, clases y reuniones virtuales, trámites en línea o telefónicos, créditos y tiempos diferidos.
Mucha gente y empresas piensan que las adaptaciones son temporales, con la expectativa de regresar a la manera tradicional de hacer las cosas, una vez que pase el “quédate en casa”. Algunas adaptaciones sí serán temporales, otras no, y si nos lo proponemos, algunas pueden servir para mejorar la convivencia familiar, la eficiencia laboral, la enseñanza y el aprendizaje con el uso de tecnología, o para fortalecer las políticas de protección de la vida, la salud, el empleo y la solidaridad.
Hemos aprendido en esta contingencia que existen opciones para fortalecer el entorno familiar y mejorar la productividad con horarios flexibles, trabajo en casa, espacios para guarderías o escuelas de tiempo completo para que los niños estén con sus papás en algún momento del día, y que las parejas puedan apoyarse y convivir.
Otra lección aprendida es aumentar la eficiencia y la productividad en algunas empresas con el uso de herramientas digitales, que permiten trabajar desde distintos lugares junto con trabajos de campo e interacciones flexibles. Lo mismo se puede decir de algunos procesos de enseñanza y aprendizaje, a los que sólo es necesario incorporar dinámicas de convivencia y desarrollo de habilidades físicas, deportivas, culturales, así como trabajos de campo e investigación que requieren laboratorios o instalaciones especiales para tener mejores resultados a menor costo.
La solidaridad y atingencia mostrada por diversos grupos e instituciones sociales, empresariales y religiosas para equipar y apoyar a trabajadores de la salud, proteger el empleo, y apoyar a quienes quedaron sin empleo, así como la actitud de algunos gobiernos que hicieron ajustes presupuestales para aceleradamente mejorar algunos incentivos, instalaciones y equipos, muestran que cuando la sociedad y el gobierno se coordinan, es fácil definir con claridad las prioridades en beneficio de la sociedad.
Los temas de vida, salud, alimentación y empleo serán prioridad por mucho tiempo, por lo que los mecanismos que surgieron de la solidaridad, la cooperación y la necesidad, deben ser institucionalizados y no permitir que sólo se mantengan durante la emergencia, ni dependan de arreglos precarios y temporales. Se necesitan modificar políticas, presupuestos, estructuras, leyes y procedimientos para atender las prioridades y lograr mejores resultados.
La crisis nos plantea retos difíciles, circunstancias que nos entristecen y nos pueden paralizar, pero también nos presenta la oportunidad de mejorar nuestro entorno familiar, social y político. Frente a la tentación e inercia de regresar a hacer las cosas como antes, necesitamos trabajar con buen ánimo, mantener y mejorar lo que hemos aprendido y funciona, para lograr una adaptación inteligente.
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