Birthe Lejeune no se limitó a sólo secundar al esposo. Comprendió que mientras él luchaba desde la ciencia, tenía que defender a los más vulnerable desde el activismo provida.
Uno de las grandes personalidades del siglo XX fue Jérome Lajeune. Hombre de ciencia, dotado de una sabiduría alcanzada por el amor a la verdad y la dedicación al estudio. Defensor de la vida humana en cualquiera de sus etapas, su frase shakesperiana “matar o no matar, esa es la cuestión”, le impidió el Premio Nobel de Medicina en 1970.
Muy amigo de Juan Pablo II, promovieron la Pontificia Academia para la Vida. Murió de cáncer, en París, el 3 de abril de 1994, a los 67años. Médico genetista y pediatra. Laboró en el Centro Nacional para la Investigación Científica y perteneció a la Real Academia de las Ciencias de Suecia, a la Academia Pontificia de las Ciencias, a la Academia Pontificia para la Vida, a la Académie des sciences morales et politiques, a la Académie nationale de médecine y a la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias.
Desde su profesión luchó por los más vulnerables, en 1958 descubrió la trisomía 21, la causa del síndrome de Down. Es uno de los genetistas más importantes de la historia, especialmente por sus descubrimientos en ese terreno. Actualmente es “venerable” y está abierto su proceso de canonización.
Contrajo matrimonio con Birthe y procrearon cinco hijos. Ella se dedicó a cuidar la educación de los pequeños y a forjar el hogar que cobijó a la familia. Supo estar a la altura, no exenta de dificultades. Cuando Jérome se opuso a la ley del aborto, dejó de recibir donaciones y ayudas económicas para su investigación. Le cerraron los medios de comunicación, ya no lo invitaban a las televisoras ni a congresos internacionales en los que durante años había sido el ponente principal.
Jérome solía decirle a Birthe que era una reacción humana y la animaba a hacer como que no sabían que fueron algunos amigos quienes le habían vuelto la espalda. El escritor y periodista español José Javier Esparza en su libro presentado en Madrid, el 27 de noviembre 2019: Jérome Lejeune: amar, luchar, curar, con perspicacia advierte que no es exagerado decir que la grandeza de la labor de Jérome no se hubiera dado sin el apoyo, el estímulo y el delicado amor de su esposa.
Ella tampoco se limitó a sólo secundar al esposo. Comprendió que mientras él luchaba desde la ciencia, tenía que defender a los más vulnerable desde el activismo provida, necesario para contrarrestar la desorientación en el ambiente social, propiciado por las ideologías y por los movimientos abortistas.
Rodeada de sus hijos y nietos, a los 92 años, el pasado 6 de mayo murió Birthe Lejeune. Fue miembro de la Academia Pontificia para la Vida y del Consejo Pontificio para la Salud, caballero de la Legión de Honor francesa. Su herencia más importante es la creación, junto a su yerno, Jean-Marie Le Méné, de la prestigiosa Fundación Jérome Lejeune. Ella tomó el cargo de vicepresidente. Esa Fundación es la más grande del mundo en la investigación de enfermedades genéticas y en la prolongación de los trabajos de Jérome.
La Fundación Lejeune nace en 1995 con sede en París y extendida en Estados Unidos, España, Italia, Líbano y Argentina. Tiene tres pilares: investigación y tratamiento de las enfermedades genéticas; atención a los afectados por estas enfermedades; defensa de la vida y dignidad de las personas con discapacidad. También trabaja para crear una conciencia sobre cuestiones bioéticas a través de una amplia variedad de iniciativas educativas.
La Fundación ha financiado, cada año, cerca de cincuenta proyectos de investigación científica sobre la discapacidad intelectual de base genética y las patologías asociadas a ella. También apoya su centro médico en París, donde reciben atención cerca de 10 mil pacientes. Siempre han hecho posible en la Fundación la defensa de la vida y la de la dignidad de las personas más vulnerables, ante asambleas parlamentarias y organismos internacionales como la Unión Europea o las Naciones Unidas.
En el año 2008 crea la Cátedra de Bioética “Jérome Lejeune”, donde se han desarrollado iniciativas de formación y la edición de obras de divulgación científica en el ámbito de la Bioética.
Poco antes de morir y ya muy enferma, Birthe Lejeune envió a todos los colaboradores de la Fundación una nota manuscrita. Agradecía su colaboración y les animaba a no desfallecer en el cuidado y la protección de todas las personas. Las últimas palabras en su testamento vital son las mismas pronunciadas por su esposo y las mismas que adoptan para siempre los miembros de la Fundación: “No abandonaremos jamás”.
Carme Ederle, del Instituto de Bioética Jérome Lejeune escribió: El paso del matrimonio Lejeune aparece como guía y ejemplo de fidelidad integral a la condición humana en su búsqueda de la verdad global. Gratitud por sus vidas es la mejor manera de honrarlos y es el reconocimiento del Instituto de Bioética de la Universidad Católica de Santa Fe.
En estos momentos convulsionados por el rechazo al matrimonio, por la distribución de funciones del hombre y la mujer fuera del hogar, por la fragilidad de los compromisos conyugales, por el temor a la procreación, por el escepticismo ante a fidelidad conyugal, este testimonio de vida plena puede ser causa de un replanteamiento de estos asuntos.
Birthe Lejeune no temió adoptar el apellido de Jérome, tampoco asumir su papel en el hogar, y mucho menos ser una protagonista y creadora en la sociedad a nivel mundial de grandes empresas, manteniendo vivo el trabajo iniciado por su esposo.
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