En sus viajes por el mundo Juan Pablo II hablaba de justicia y libertad que muchas veces no eran totalmente del gusto de los gobiernos.
En cada época surgen grandes líderes, que entre sus características esenciales tiene lo que llamamos carisma, una cualidad que hace que su personalidad atraiga a multitudes a su alrededor y los sigan, sin embargo no siempre estos líderes actúan positivamente y con transparencia, algunos inclusive han causado grandes tragedias como es el caso de Hitler, Lenin, Stalin y otros de muy tristes recuerdos, sin embargo, Karol Józef Wojtyła que llegó desde un rincón de Polonia a Roma para convertirse en el papa Juan Pablo II y, que para la mayoría de los habitantes del planeta era un total desconocido se convirtió en la gran figura de su siglo y en el personaje más visto en persona y más aclamado que ningún otro jefe de estado de la historia.
Karol Józef Wojtyła nació en la pequeña ciudad polaca de Wadowice, Polonia, el 18 de mayo de 1920, en un país dividido durante más de 100 años por las tres grandes potencias vecinas –Prusia, Rusia y Austria–, que había recuperado su independencia al final de la Primera Guerra Mundial.
Era el menor de los tres hijos del matrimonio integrado por Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska, Su madre falleció en 1929, cuando él tenía nueve años. Su hermana Olga había muerto antes de que él naciera. Su hermano mayor Edmund, que era médico, murió en 1932 por contagio de una enfermedad cuando curó a un hombre de condición humilde. Junto con su padre, se trasladó a Cracovia para iniciar sus estudios en la Universidad Jagellónica. Su padre, un suboficial del ejército polaco, murió en 1941 durante la ocupación de Polonia por la Alemania nazi. Su padre se preocupó siempre porque su educación estuviera guiada por valores cristianos y lo educó en la fe.
Fue un muy buen jugador de ajedrez, también participó en obras de teatro, y cuando cerraron la universidad trabajó en una cantera y luego en una fábrica de productos químicos. Fue miembro activo de la UNIA, organización democrática clandestina que ayudaba a muchos judíos a encontrar refugio y escapar de la persecución nazi. Durante este tiempo le prestaron libros sobre san Juan de la Cruz, y conoció la acción heroica de varios sacerdotes, lo que lo motivó a encontrar su vocación religiosa.
En 1943 ingresó en el seminario clandestino que había fundado monseñor Adam Stefan Sapieha. Mientras trabajaba como obrero en una fábrica, comenzó a estudiar teología con viejos libros de texto, para poder ser ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. Después de la liberación por el fin de la Segunda Guerra Mundial, los polacos estaban muy entusiasmados pensando que por fin había llegado la libertad. Pero Polonia entonces pasó a pertenecer al sistema socialista y a depender de Moscú. Los comunistas propusieron un régimen autoritario y controlador que iba dirigido sobre todo en contra de la Iglesia, y fue nuevamente la Iglesia un lugar donde no solamente se rezaba y se daba culto a Dios, sino dónde la gente se podía expresar libremente y buscar soluciones contra la opresión comunista, Ésta fue la época que vivió Juan Pablo II. En 1958 fue nombrado auxiliar del arzobispo de Cracovia, a quien sucedió en 1964. Ya empezaba por esa época a ser más conocido porque expresaba sus inconformidades sobre la forma como se conducía el Estado con sus ciudadanos y con la Iglesia.
En 1967 el papa Pablo VI lo nombró cardenal, y el 16 de octubre de 1978, a la edad de cincuenta y ocho años, ante una sorpresa generalizada fue elegido para suceder al papa Juan Pablo I, fallecido tras treinta y cuatro días de pontificado. De este modo se convirtió en el primer papa no italiano desde 1523. Desde que se asomó al balcón frente a la multitud que lo esperaba causó una magnífica impresión.
Un papa que venía del mundo comunista era algo impensable en ese momento, nadie se podía imaginar lo que sucedería después, este hombre sabía lo que era vivir bajo esos regímenes que supuestamente según la propaganda socialista eran los paraísos de los ciudadanos, dónde había más justicia social y libertad.
Una de las grandes sorpresas de su papado fue ir a Polonia cuando todavía se encontraba bajo la dictadura comunista, un funcionario del gobierno que lo acompañó durante su estancia resumió la visita diciendo que había ido a iniciar una revolución sin odio, tanques, ni aviones, pero sí de valores que desde luego eran incompatibles con el régimen. No fue a combatir al régimen con sus propias armas. Fue a ahogar el mal con abundancia de bien y lo ahogó. Fue impresionante la multitud de millones de personas que lo acompañaron durante esos siete días, se puede decir que su presencia resultó avasalladora. Apenas cuatro meses después de su visita, Jaruzelski abolió la Ley Marcial y el régimen comunista inició su proceso de extinción. Detrás de Polonia, cayeron el resto de los satélites y la propia Unión Soviética sin derramar una gota de sangre en la mayoría de los casos.
En la última entrevista que le hicieron a Jaruzelski dijo: “Que Polonia pudiera dejar atrás la Ley Marcial de forma tranquila fue en parte gracias al papa y a su llamado a la moderación… Era un adversario, pero paradójicamente, también un aliado porque llamaba a Solidaridad a no escoger la vía radical. Ha sido con el paso del tiempo cuando he podido apreciar la gran figura que representó”.
La revolución de Juan Pablo continuó con sus múltiples viajes por el mundo, siempre con mensajes como correspondía a su ministerio espirituales de acuerdo a la doctrina cristiana, pero también sobre temas de justicia y libertad que muchas veces no eran totalmente del gusto de los gobiernos, pero como el pueblo se le entregaba de una forma absolutamente espontánea y plena no había más remedio que recibirlo muy bien.
Un caso de los más notables fue precisamente el de la primera visita del papa a México, dónde el gobierno había hecho del laicismo un dogma y, se negaba a reconocer la existencia de la Iglesia por lo que no tenía relaciones con el Vaticano, por eso el presidente López Portillo lo recibió pero sin los honores de un jefe de estado y desapareció, y seguramente todos los políticos se sintieron apabullados por la delirante multitud que acompañó al papa durante todos sus actos y recorridos como jamás se había visto en México y que los políticos nunca hubieran podido logar con sus famosos acarreos.
Muchas fueron las aportaciones del papa Juan Pablo II al mundo católico, pero no solamente se concretó a enviar sus mensajes a los miembros de su Iglesia, sino al mundo entero, por eso es que su imagen y su influencia fueron universales. Todos los jefes de estado relevantes, sin importar sus creencias, lo visitaron o lo recibieron en sus países y se entrevistaron con él, y el que se consideraba invencible mundo del comunismo encabezado por la todo poderosa Unión Soviética se fue desmoronando hasta que terminó con la famosa caída del muro de Berlín.
Por eso es que debemos recordar a este personaje como un gran papa lleno de fe y fortaleza, un maestro y un gran hombre que llevó mensajes de paz y justicia para toda la humanidad y consiguió con su fuerza espiritual lo que no hubieran logrado ni todos los ejércitos más poderosos del mundo occidental.
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