Los rieles sobre los que avanzábamos han desaparecido, nada será igual, solo falta saber si tomaremos la oportunidad de corregir lo que no funciona en nosotros y en nuestra sociedad.
El aire que respiramos nunca es el mismo, está en constante movimiento, y su composición química, su densidad, su temperatura, su presión cambia en cada respiración, creemos que el aire es el mismo, y no es así. Lo mismo pasa con el agua en un torrente, cada vez que la tocamos, la bebemos o la sentimos, es diferente, nunca la misma.
Así sucede con la vida: nunca es la misma, a pesar de los ingentes esfuerzos que realizamos en ocasiones por vivir rutinas, por asegurarnos que hacemos lo mismo, por ser aburridos. Y esa incertidumbre que llamamos futuro se nos presenta siempre con múltiples opciones y encrucijadas; por cierto, es más fácil optar por seguir avanzando sobre los rieles que imaginamos.
Nosotros “mismos”, nunca somos los “mismos”, cada día millones de células son creadas y otras tantas mueren en nuestro organismo, nuestro cerebro va creciendo y modificando sus procesos, que a su vez modifican nuestra apariencia física y nuestra manera de razonar y decidir; el tamaño y la luminosidad de nuestra alma tampoco es la misma, a pesar de estos cambios constantes, nunca dejamos de ser la misma persona.
Ciertamente nada será igual después de la pandemia, y podríamos especular que esta época de constantes y acelerados cambios podría convertirse en una nueva época, con características diferentes a las que recién nos estábamos acostumbrando.
Hay cosas que, aunque también cambian, lo hacen a velocidades mucho más lentas, los seres inanimados casi por definición pertenecen a esta categoría, como las piedras, o algunas creaciones materiales como las construcciones, las esculturas, o los muebles.
En el ámbito de lo intangible también existen creaciones que diseñamos para que duren, como las instituciones, las leyes, los sistemas de gobierno, y algunas convenciones o normas derivadas del conocimiento filosófico, artístico, empírico o científico. Su carácter de creaciones convencionales las hace sujetas de modificaciones, cambios o descartes, en función de las nuevas necesidades, entornos y herramientas de las sociedades o de sus líderes.
Existen diferentes teorías para describir o intentar explicar los cambios en las instituciones, por ejemplo, se habla de “ventanas de oportunidad” que se abren y se cierran con la posibilidad de cambios cuando factores inesperados como una epidemia se presentan, pero esas coyunturas pasan y si hubo cambios o no, las inercias institucionales buscarán que los regímenes se mantengan más o menos similares a como existían antes de la contingencia.
Otra teoría conocida como “equilibrio puntuado” plantea que cuando hay factores disruptivos como el que estamos viviendo, se crean reglas distintas, surgen ideas y actores dominantes diferentes para dar lugar a nuevas instituciones y procesos que, una vez creados, tienden a estabilizarse y a seguir su lenta evolución.
El futuro es incierto como siempre, no perdamos la paz y aprovechemos para construir un nuevo modelo económico, social y político, con propuestas y acciones que permitan que las familias puedan mantener su integridad con mejores empleos, horarios y formatos de trabajo; que la protección de la vida y la salud realmente se conviertan en los nuevos ejes de las políticas públicas; que a partir de la solidaridad, la participación y la alianza e interacción permanente de la sociedad con actores políticos, se eviten decisiones unilaterales, centralistas, populistas y autoritarias de los gobiernos. Los rieles sobre los que avanzábamos han desaparecido, nada será igual, sólo falta saber si tomaremos la oportunidad de corregir lo que no funciona en nosotros y en nuestra sociedad.
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