Hay muchos más agravios de AMLO hacia México, pero el mayor es la forma como se ha atendido el problema de la crisis derivada de la pandemia del COVID-19, que se atendió tardíamente.
Los meses han pasado, apenas son 16 desde que la llamada 4T llegó al poder. En un proceso electoral sorprendente, una parte importante de la población votó por las propuestas de Andrés Manuel López Obrador y los candidatos de Morena y de algunos partidos aliados en esa campaña. A nadie se le ocultó que era un candidato de izquierda, con propuestas en algunos casos confusas y en otros de clara referencia a un pasado agitado antidemocrático, autoritario y de intervencionismo económico estatal. Antes de su victoria, en su primera candidatura se calificó al entonces candidato del PRD, como un peligro para México. Eso llevó, incluso, a que se acusara a algunos de violación a la ley y de una maniobra que de alguna manera pudo haber impedido su victoria.
El hoy presidente persistió dos veces en su intento de llegar al poder bajo la misma bandera, pero no lo pudo lograr, pero persistente, y quizá temeroso de que su partido no lo apoyara en una tercera ocasión, lo abandonó, como lo había hecho con el PRI en el que militó en su tierra natal, Tabasco, para fundar un “movimiento”, que en realidad era una estrategia para fundar un nuevo partido para realizar un tercer intento. Pero más que insistir en el nombre de Movimiento de Regeneración Nacional, se buscó posicionar el nombre de Morena, cuyo mensaje subliminal, vinculado no pocas veces, incluso durante la campaña, con la Virgen de Guadalupe, tenía como finalidad conquistar al pueblo sencillo, a los pobres, de México. Y tuvo éxito.
Pero no sólo eso. Sus banderas populistas y de izquierda atrajeron a expriIstas que habían militado en el Tricolor en tiempos de Luis Echeverría y que, como él, eran suspirantes del cardenismo socialista. El ala izquierda del PRI, ya fuera de corte nacional revolucionario o demócrata social. No importó que fueran corruptos ni señalados públicamente como anti democráticos. Atrajo a los anhelantes de poder, a los añorantes de los puestos públicos, a los resentidos, a los universitarios revolucionarios y, también, a los frustrados de la alternancia, aunque hubieran sido parte de la misma.
La alternancia, hay que señalarlo, no pudo concluir la transición, por las obstrucciones del PRI y las veleidades del PRD y los panistas “políticamente correctos” e indecisos, a quienes les creció “el priIsta que llevamos dentro” (Felipe Calderón dixit) y que actuaron como tales, incluso corrompiéndose.
A Luis Echeverría y José López Portillo les llevó más tiempo destrozar la economía y realizar reformas jurídicas negativas, a pesar de tener todo el poder, que el daño que ya se está haciendo al país en la Cuarta Transformación, con un Congreso sumiso e incompetente que, incluso, ha merecido la crítica de algunos morenistas, frente a los nuevos levantadedos. Un Congreso que viola la ley para nombrar funcionarios a modo.
Con una exitosa campaña política de penetración popular y recorridos intensos por todo el país –¿quién los financió? – logró una popularidad innegable del pueblo bueno a quien ofreció dádivas, que hoy medio cumple, pero que como todos los programas populistas cuestan al erario, sirven a quienes ya no tienen oportunidad de reintegrarse a la vida productiva (los viejitos), pero mantienen en la pobreza al resto de los beneficiarios. Se trata, como dijo uno de los militantes del partido, y como han dicho los populistas de otras latitudes, de mantener pobres y dependientes a sus partidarios, porque se trata de comprar votos para mantenerse en el poder.
Prometió combatir el narcotráfico y a los grupos delincuenciales, y estamos peor que nunca. Se cede ante el chantaje de la delincuencia en Culiacán, se saluda amistosamente a la madre de El Chapo y se convive con la familia, disminuye el decomiso de las drogas. Se creó una Guardia Nacional cuyos resultados brillan por su ausencia. Se ha humillado al Ejército y a la Marina y a aquél se le trata como contratista.
El candidato ofreció combatir la corrupción, y no se ve dónde ni cuándo. Hay, como hubo en el priismo, algunos chivos expiatorios, ya sea por venganza política, o para infundir temor a través del terrorismo fiscal que hace que muchos permanezcan paralizados. Pero la corrupción se mantiene en la 4T, pero no se ve. Hay nepotismo, compras discrecionales, programas sin reglas de operación, erosión de lo que funcionaba, aunque fuera con limitaciones, para sustituirse por nada. Se ha provocado una crisis en el sistema de Salud, se ha abandonado al campo. Pemex ha sido “rescatado” y sus pérdidas han sido históricas. A pesar de ello se construye una refinería sin justificación de su rentabilidad, se canceló un aeropuerto para sustituirlo por uno militar y se pretende construir un tren de dudosos beneficios.
Durante todo un año se insistió en que la economía iba bien, pese a los informes en contrario, alegando la posesión de “otros datos” nunca exhibidos ni fundados. La realidad demostró que, efectivamente, la economía iba mal. No lo reconoció, dijo que el crecimiento del PIB no era importante, sino una prosperidad ficticia que sólo él ve, fundada en dádivas, pero no productiva.
La retórica electorera se ha mantenido todo el tiempo, a partir de la división, el insulto, la burla y la descalificación. A pesar de eso, los grandes empresarios (la mafia del poder), han sido convocados para dar apoyo verbal y comprando billetes de una lotería surrealista de un no avión, pero llamada del avión. Y a pesar de la sumisión, no deja de atacarlos. Al mismo tiempo interrumpe proyectos de envergadura, públicos y privados, a costa del erario, pero se niega a apoyar a las empresas en tiempos de crisis, mejor los bancos apoyarán a sus clientes.
Hay muchos más agravios. Pero el mayor es la forma como se ha atendido el problema de la crisis derivada de la pandemia del COVID-19, que no sólo es una amenaza para la salud y se atendió tardíamente, sino que traerá graves daños económicos, pero a reserva del plan que anuncie el próximo domingo (escribo antes de conocerlo), se ha negado a tomar medidas efectivas de apoyo al aparato productivo que pone en peligro al empleo y las empresas que lo generan, ve esa crisis como una “gran oportunidad” de profundizar en la 4T, desacreditando a su propio secretario de Hacienda acerca de sus previsiones, como lo hizo reiteradamente el año pasado.
¿Acaso la gran oportunidad de profundizar en la 4T será una economía destrozada, desaparición de empresas, desempleo, mayor pobreza, para dar un salto hacia adelante, para implantar en el país un modelo bolivariano? Ver un mal como una gran oportunidad, cuando éste se puede prevenir, sólo puede concebirse en la incompetencia, como han demostrado muchos funcionarios, o en un proyecto maquiavélico tramado por los radicales de izquierda que están incrustados en la administración pública, acechando el momento de dar “un salto hacia adelante” en su proyecto revolucionario. Quienes así maquinan, son un peligro para México.
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