El misterioso caso de López-Gatell

El ambiente de trabajo en el que se desenvuelve el subsecretario de Salud, el de la oficina presidencial, no parece el mejor para forjar cierto carácter de independencia y liderazgo.


Comunicación ante pandemia


De la noche a la mañana y por razones de todos conocidas, el doctor Hugo López-Gatell saltó a ser un actor de principal relevancia en el escenario nacional. Desde un principio llamó la atención cómo se apoderó del foro en el que se desarrollan las cada vez más contraproducentes mañaneras presidenciales. Conforme aumentó la alerta sobre el coronavirus, fue tomando cada vez más importancia lo que decía el doctor López-Gatell. Sin embargo, la mayoría de sus advertencias y consejos se han perdido en la estridencia de la actividad presidencial.

Hay que decir que la labor del doctor no es sencilla: estar todos los días informando, mantenerse al tanto y de manera rigurosa de lo que sucede con la epidemia en nuestro país y en otros lados, coordinar grupos extensos de trabajo, así como la administración de información, entre muchas otras actividades. Para hablar requiere también de contar con el vocabulario, las expresiones adecuadas y cierta personalidad que genere confianza en la población. Me parece que López-Gatell cuenta con todo eso. Es un hombre con conocimientos técnicos, tiene soltura para comunicar, habla con propiedad, sabe ser concreto, su imagen genera confianza, es un hombre reconocido en su ambiente (que a muchos les motive resistencias es parte de lo mismo: el ejercicio de su profesión), y eso lo hace contar con todo lo necesario para depositarle la confianza general.

El ambiente de trabajo en el que se desenvuelve el subsecretario –es decir, el ambiente de la oficina presidencial– no parece el mejor para forjar cierto carácter de independencia y liderazgo. Es claro que en ese lugar abunda la adulación como forma de mantenerse en el ojo del presidente. Eso tarde que temprano afecta la relación entre dos personas. Y ya sucedió. Las palabras de López-Gatell sobre la “fuerza moral” del presidente quedarán en los anales de la abyección oficial, en la enciclopedia de la lambisconería y de la degradación personal, aparte de en los resquicios de vergüenza del propio doctor.

¿Está todo perdido para López-Gatell? Claro que no. Simplemente tiene que dar un giro. Si el hombre pide que no lo metan “en politiquerías”, pues que no se meta él en politiquerías. Eso, por un lado, por el otro tiene que dar otro diseño a sus sesiones de información. Las mañaneras son la principal actividad del presidente –y en muchas ocasiones de todo el gobierno federal– y como el presidente se niega a no aparecer en ellas, el que debe dejar de aparecer en esos eventos es López- Gatell. El presidente se ha vuelto un estorbo para el doctor. En días pasados dio buena información, pero que se extraviaba en las simplezas y dicharachos de López Obrador. Cualquier dato se perdía entre que “quieren que nos infectemos”, “no pasa nada” y las risotadas presidenciales, mientras el doctor dice cómo hay que estornudar. El presidente contamina la información que requiere la población, y la gente sí quiere ver y oír a un doctor que dé confianza.

El asunto de la comunicación será vital en los próximos meses. El presidente parece no tomarlo en serio, pero los doctores sí lo pueden hacer porque sí saben lo que está en riesgo. De las crisis que ya están encima es muy probable que de la energética y de la económica salgamos mal por los empecinamientos presidenciales, pero lo que viene en salud puede salir bien porque la ciudadanía necesita directriz, necesita saber qué hacer y cómo hacerlo y López-Gatell lo puede hacer, nomás quítenle al presidente y las cosas van a funcionar.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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