No desafiéis a los agresores, no les prestéis atención porque eso es justo lo que quieren. Guardad silencio y bloqueadlos.
Mary Beard, catedrática de Cambridge y reconocida por su dominio en estudios clásicos, tiene varias publicaciones sobre la antigua Roma, en la que es experta, pero también ha sido una activa participante en temas contemporáneos y es una decidida impulsora del papel de la mujer. Sus debates en Reino Unido son conocidos, algunos de ellos en Twitter, sin que le amilane la cantidad de insultos misóginos que le llegan en esa red social, sin importar el país ni el debate.
Hay un libro con dos conferencias de Beard (Mujeres y poder, Ed. Crítica) que vale la pena leer para entender ese atraso, esa deuda que tenemos con las mujeres en todos lados. Van unos subrayados.
“Mi madre nació antes de que las mujeres pudieran votar en elecciones parlamentarias en Gran Bretaña, pero vivió para ver a una mujer en el cargo de primer ministra. Independientemente de lo que pudiera opinar sobre Margaret Thatcher, estaba encantada de que una mujer hubiese llegado al número 10 de Downing Street, y orgullosa de haber contribuido personalmente a alguno de aquellos cambios revolucionarios del siglo XX”.
“…en lo relativo a silenciar a las mujeres, la cultura occidental lleva miles de años de práctica”.
“Cuando nos detenemos en las tradiciones modernas de oratoria en general, vemos que las mujeres tienen licencia para hablar en público en los mismos ámbitos: ya sea en apoyo de sus propios intereses sectoriales o para manifestar su condición de víctimas”.
“Para una parlamentaria, ser ministra de Igualdad (o de Educación o Sanidad), es algo muy distinto que ser ministra de Hacienda, cargo que hasta el momento no ha sido ocupado por ninguna mujer en el Reino Unido”.
Sobre los insultos en redes y los intentos de silenciamiento: “Irónicamente, la bienintencionada solución que se recomienda a las mujeres receptoras de semejantes improperios provoca el resultado que buscan los autores de los mismos: su silencio. ‘No desafiéis a los agresores, no les prestéis atención porque eso es justo lo que quieren. Guardad silencio y bloqueadlos’, nos dicen. No es más que una ominosa reiteración de la vieja consigna que invita a las mujeres a ‘aguantar y callar’, dejando que los matones ocupen el terreno de juego sin oposición alguna”.
“Digámoslo al revés: no tenemos ningún modelo del aspecto que ofrece una mujer poderosa, salvo que se parece más bien a un hombre. La convención del traje-pantalón, o como mínimo de los pantalones, que visten tantas líderes políticas, desde Angela Merkel hasta Hillary Clinton, puede ser cómoda y práctica (…). Pero también puede que sea una táctica –como la de bajar el timbre de la voz– para que las mujeres parezcan más viriles y así puedan encajar mejor en el papel de poder”.
“Desde todos los puntos de vista, las metáforas que utilizamos en relación con el acceso al poder por parte de las mujeres hacen hincapié en su exterioridad: ‘llamar a la puerta’, ‘asaltar la ciudadela’, ‘romper el techo de cristal’, o simplemente ‘darles un empujón’. Es habitual pensar que las mujeres que ocupan cargos de poder están derribando barreras o apoderándose de algo a lo que no tiene derecho”.
“Hemos de reflexionar acerca de lo que es el poder, para qué sirve y cómo se calibra, o, dicho de otro modo, si no percibimos que las mujeres están totalmente dentro de las estructuras de poder, entonces lo que tenemos que redefinir es el poder, no a las mujeres”.
Ojalá la marcha de ayer, el paro de hoy y la voz permanente de las mujeres, se traduzcan en actos, en políticas públicas y en actitudes personales que nos acerquen a esa igualdad pendiente.
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