Valores y virtudes ciudadanas en la familia

La familia es una escuela de humanización y personalización: que ha de llevar al entendimiento entre las distintas personas.


Mes de la familia


Este mes de marzo está dedicado a la familia. Sabemos que el hogar es la escuela donde se forman a los futuros ciudadanos en valores y virtudes para ejercer sus derechos y cumplir con sus obligaciones. Muchos personajes ilustres de la historia tuvieron unos progenitores que educaron a sus hijos con ideales de servir a la Patria y las brindaron adecuada formación.

¿Cuáles son los objetivos en que los padres pueden ayudar en la formación cívica de sus hijos?

a) Escuela de amistad: Se trata de entablar relaciones de verdadera amistad con todos los miembros de la comunidad, sin importar su raza, nacionalidad, lengua, condición social.

b) Escuela de humanización y personalización: que ha de llevar al entendimiento entre las distintas personas. Los padres han de formar a sus hijos para que tengan interés en la cuestión social y, de acuerdo con su edad y libremente, animarlos a participar en la vida política; que tengan la sana inquietud de poner remedio a las dolorosas injusticias y actos de corrupción o a las pronunciadas diferencias en los diversos estratos socioeconómicos.

c) Fomentar en los hijos un gran cariño por su país, su estado y su terruño de tal manera que se sientan solidarios de todos los demás ciudadanos, con el deseo de participar activamente en mejorar las condiciones materiales y en los valores de sus conciudadanos.

d) En un mundo tantas veces dividido por tensiones y luchas de unas personas contra otras, resulta fundamental la invitación a la comprensión recíproca. Su mejor escuela ha de ser la familia, en la que se viva con gozo la experiencia de la entrega a los demás.

Otros aspectos a considerar son:

e) La familia ha de constituir, de igual forma, un ámbito de irradiación –de apertura– a los demás, a otras familias y a otros ambientes de la sociedad entera.

f) La comunidad familiar, sociedad perfecta en su orden, ha de estar abierta a las otras comunidades semejantes y a la entera sociedad, de modo análogo como las células de un organismo sano, aun teniendo vida propia, cooperan al bien de todo el cuerpo.

g) Es preciso, por tanto, que los valores familiares no queden solamente en el hogar para provecho de unas cuantas personas. La vida familiar puede alcanzar un gran eco, un efecto multiplicador de enorme bien para toda la sociedad.

Por ello, conviene fomentar en los hijos de modo particular:

h) La convivencia con otras personas; las relaciones de amistad y vecindad; con compañeros de escuela o de deporte, etc.

i) El respeto mutuo, la amabilidad para con todos, la cordialidad y otras virtudes aprendidas en el hogar, tienen repercusión en ámbitos más amplios. Si en el seno de la familia se ha aprendido a dialogar; a comprender los puntos de vista de otros; a ceder en las propias opiniones cuando se está equivocado; a prestar servicios con forma desinteresada, será más fácil transmitir esos modos de vivir a la sociedad.

En otro orden de ideas, tiene también importancia:

j) El animar a los hijos –adolescentes y universitarios– a participar activamente en la conformación de la opinión pública escribiendo en las redes sociales o en diversos medios de comunicación. Muchas vocaciones al periodismo, a las humanidades y a la vida intelectual han surgido por ese aliento de los padres. Bastantes escritores reconocen que su afición por dedicarse a la Literatura se inició gracias a que sus progenitores les facilitaron –desde su infancia y juventud– los clásicos de la literatura universal, entre otros muchos libros.

k) Considero clave que los hijos tengan relación con los niños desamparados; con los enfermos y ancianos, para despertar en ellos la generosidad y el deseo de servir a los demás.

l) Escuela del buen ejemplo: El propio testimonio y el ejemplo son el mejor modo de inculcar, también, en los demás valores, sin respetos humanos y con una firme convicción.

En conclusión, como afirma acertadamente el Dr. Ángel Rodríguez Luño: “La defensa de la familia no hunde sus raíces únicamente en los derechos que ella posee por naturaleza; es también un deber derivado del derecho irrenunciable de toda sociedad a la conservación y defensa de su propia vida”.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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