El Jueves Santo es una de las fechas más significativas del calendario cristiano. Marca el inicio del Triduo Pascual —el periodo de tres días que conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo— se conmemora la institución de la Eucaristía, a través de la representación de la Última Cena, y del Sacerdocio lo que se recuerda con la expresión de humildad y servicio representado a través del lavó los pies como Jesús hizo con sus discípulos.
Cada año, millones de creyentes en todo el mundo se reúnen para celebrar esta jornada con actos litúrgicos llenos de simbolismo, recogimiento y devoción.
El Jueves Santo recuerda varios episodios clave del Evangelio que ocurrieron el día anterior a la crucifixión de Jesús. Entre ellos está el de la Última Cena, momento en que Jesús compartió el pan y el vino con sus discípulos, instituyendo el sacramento de la Eucaristía.
Según relata el Evangelio de San Mateo (26, 26-28), Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo”. Luego tomó una copa de vino y les dijo: “Beban todos de ella, porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados”.
Durante esta cena, Jesús también lavó los pies a sus discípulos, un acto profundamente simbólico que muestra su humildad y el llamado al servicio entre sus seguidores. Este gesto es replicado en las iglesias católicas mediante el “lavatorio de los pies”, en el que el sacerdote lava los pies a doce feligreses, evocando aquel momento.
Otro hecho importante que se recuerda es la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, donde, sabiendo lo que iba a ocurrir, oró con angustia y se entregó finalmente a la voluntad de Dios. Posteriormente, fue arrestado por los soldados romanos tras ser traicionado por Judas Iscariote.

Las celebraciones litúrgicas del Jueves Santo suelen dividirse en dos grandes momentos. En la mañana, en las catedrales, se lleva a cabo la Misa Crismal, presidida por el obispo, en la que se bendicen los santos óleos que serán utilizados a lo largo del año para los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, la Unción de los Enfermos y el Orden Sacerdotal.
Por la tarde, se celebra la Misa Vespertina de la Cena del Señor, que incluye el lavatorio de los pies y finaliza con la reserva del Santísimo Sacramento en un lugar apartado del altar, conocido como el “Monumento”, donde permanece hasta el Viernes Santo. Este acto simboliza la vigilia de oración que los fieles acompañan con devoción, recordando la noche en la que Jesús fue entregado.
Prácticas populares
En muchos países de tradición católica, como México, Filipinas, Colombia, Perú o España, existe la costumbre de realizar la visita a las siete casas o templos, una peregrinación simbólica que recuerda los siete lugares por los que Jesús fue llevado tras su arresto: desde el huerto de Getsemaní hasta el pretorio de Pilato. Esta práctica es también una forma de acompañar espiritualmente a Jesús en su camino hacia la cruz.
En México, el Jueves Santo tiene un profundo arraigo religioso y cultural. Aunque no es un día de descanso obligatorio según la Ley Federal del Trabajo, muchas instituciones, escuelas y oficinas públicas suspenden actividades, y miles de fieles acuden a iglesias y parroquias para participar en los rituales.
El país se llena de procesiones, representaciones teatrales de la Pasión de Cristo, actos de reflexión y adoración al Santísimo. Algunas comunidades realizan dramatizaciones de la Última Cena y del lavatorio de los pies, lo que ayuda a mantener viva la enseñanza de humildad y entrega al prójimo.
Dimensión espiritual y comunitaria
El Jueves Santo no solo representa rituales religiosos, sino que invita a una profunda reflexión espiritual. El Papa Francisco ha insistido en múltiples ocasiones sobre el llamado al servicio que implica esta jornada. En su homilía de 2022, recordó que “Dios no se impone con poder, sino que se inclina a lavar nuestros pies, llamándonos a hacer lo mismo con los demás”.
La celebración también tiene un componente comunitario muy fuerte. En pueblos y ciudades, los fieles se organizan para adornar altares, preparar alimentos tradicionales, y acompañar con cantos y oraciones el recorrido de Jesús hacia la cruz. En muchos lugares se acostumbra preparar y compartir pan sin levadura, tamales, aguas frescas, y otros alimentos como símbolo de comunión.
Desde el punto de vista teológico, el Jueves Santo es clave porque se considera el día en que Jesús instituyó dos sacramentos fundamentales: la Eucaristía y el Orden Sacerdotal. En la Última Cena, al decir “hagan esto en conmemoración mía”, no solo confió a sus discípulos la misión de recordar su sacrificio, sino que les dio el mandato de continuar su obra como servidores y pastores del pueblo de Dios.

Además, el lavatorio de los pies, incluido por el evangelista Juan (13, 1-17), es una llamada a la humildad radical: el Maestro se hace siervo, enseñando con el ejemplo. En palabras del teólogo español José Antonio Pagola, “Jesús destruye toda jerarquía de poder, y plantea una comunidad de iguales, centrada en el servicio mutuo”.
El Jueves Santo, en definitiva, trasciende lo litúrgico. Es un día que llama a profundizar en los valores del amor, la humildad y el servicio al prójimo, y que recuerda la centralidad de la Eucaristía en la vida cristiana.
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