Ayer terminó el juicio contra el ahora ya expresidente de Corea, Yun suk-yeol. Luego de un prolongado proceso de desafuero, fue sometido a juicio y encontrado culpable de violar la constitución de ese país y de haber intentado un golpe de estado que puso en peligro a la nación. Ya quedó destituido de su cargo como presidente y espera su sentencia en prisión. Todavía no terminaba su mandato. La oposición, respaldada por la mayoría de la población, se puso en movimiento para lograr ese resultado desde que Yun intentó el golpe de estado hace unos meses. El pueblo reaccionó, habló fuerte y no hubo manera de ignorarlo.
Esta noticia no puede menos de hacer que los mexicanos nos preguntemos ¿Y por qué nosotros no podemos frenar a este gobierno que desde hace seis años ha venido destrozando a pedazos nuestra nación? En Corea los universitarios jugaron un papel importante en la presión popular para derrocar al funcionario indeseable. Hace unos años, también los universitarios mexicanos tuvieron un importante papel en los eventos políticos. Los universitarios mexicanos y los coreanos, por igual, han sido víctimas en el pasado de la represión de gobiernos tiranos. Pero hoy día la voz de los universitarios mexicanos no se escucha, a pesar de que hay muchas razones para que se escuchara. Tampoco la de la sociedad en general. ¿Qué hace diferentes a los mexicanos y a los coreanos? Se pueden observar tres diferencias principales.
La primera, y la más evidente, es el nivel educativo, y la orientación educativa, de la población. La ciudadanía coreana, gracias a su sistema educativo, en su gran mayoría se mantiene al día respecto a los aconteceres de su país gracias a su niveles educativos, y la preponderancia de la educación cívica. Ya sea la economía, la cultura o la política, todos los ciudadanos están al tanto. Y conocen los efectos de las diferentes variables en sus vidas. En contraste, todos sabemos que las condiciones mexicanas respecto a la educación son radicalmente distintas. Los acontecimientos de la vida nacional únicamente pueden mover a las mayorías cuando se trata del futbol. Del resto, una gran mayoría de ciudadanos ni se entera ni se interesa.
Otro factor notable de diferenciación se ubica en uno de los resultados de la educación. Mientras que para el coreano estándar su patria es un valor por el que vale la pena aceptar cualquier sacrificio, tal cosa no se ve en la población mexicana, donde la familia parece ser el valor predominante. No es que la familia no merezca una valoración muy alta, pero si la patria no representa un valor igual, o incluso más importante que la familia en la vida de la población, esta por default buscará proteger sólo a la familia, a expensas de la nación. Esto se manifiesta en la prontitud como gran parte de la sociedad coreana se vuelca a manifestarse terca, perseverante y ruidosamente ante la injusticia o el fraude político, mientras que México parece estar en el limbo ante la corrupción y el crimen. En México recientemente hemos tenido algunos eventos que nos hicieron creer que ese desinterés por la política había finalmente dado lugar a una primavera, pero como quedó claro en el caso del INE, de la Marea Rosa y de otros parecidos, fueron sólo algunas golondrinas. Los campos de exterminio, la reforma del poder judicial, el agandalle del poder legislativo, etcétera, sólo logran llenar páginas y páginas de los diarios, y muchos minutos de noticieros en las redes sociales, pero nada más. ¿Será porque tememos que también los zapatos de nuestros hijos terminen en algún campo de exterminio? ¿O porque tememos que de la nada se nos abra algún expediente policial?
El tercer factor consiste en algo que los mexicanos teníamos hasta hace poco pero que, precisamente por nuestro silencio y por todo lo dicho arriba, hemos perdido: la capacidad de vivir como nación democrática, en un Estado donde el derecho es la norma. Los coreanos batallaron durante muchos años para deshacerse de regímenes totalitarios. Les costó mucha sangre. Pero ahora que tienen el sistema funcionando bien -con todos los errores que cualquier sistema político puede tener- no están dispuestos a perderlo. A nosotros, nuestros actuales gobernantes nos agarraron dormidos, apáticos, temerosos y qué sé yo cuántas cosas más. Y hemos perdido todo. ¿Cuándo lo recuperaremos?
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