Como si fuera una broma macabra, el presidente del Senado mexicano, Gerardo Fernández Noroña, declaró respecto a los doscientos pares de zapatos encontrados en el predio del terror nacional que es el rancho Izaguirre lo siguiente “Hay 200 zapatos ahí, sí. Pero ¿quién dice que esos zapatos son de personas desaparecidas?”.
La bajeza moral, la falta de la más elemental empatía con las familias de los desaparecidos -en ese rancho y otros- y la zafiedad de las palabras de quien conduce las sesiones del Senado, no dejan de sorprender. Y es que hay que ver que estamos hablando de un tema calificado con justeza por la presidenta como “terrible”. Y sí, además es espantoso, triste, desolador.
Lamentablemente para el país, no solamente para su gobierno y los miembros de su partido, las imágenes del horror le han dado la vuelta al mundo. Fotografías, videos, testimonios de que el exterminio es una de las estrategias del crimen organizado. Por supuesto eso pasa desde hace años, pero las imágenes nos llegan cada determinado tiempo: San Fernando, Ayotzinapa, los cadáveres colgados, el rancho Izaguirre. Sinceramente espero que no se confirme que había hornos crematorios, lo que nos permitiría bajarle un nivel al espanto, pero eso no quitaría que ese rancho era un lugar donde se preparaban sicarios y los que no podían con la práctica simplemente eran eliminados, ejecutados, asesinados.
Una cosa es la defensa de un proyecto de gobierno y otra la negación de la realidad. No se puede ni se debe negar lo que sabemos que sucedió en ese rancho jalisciense. No se trata de la culpa de tal o cual gobierno, eso se deslindará con las investigaciones –por lo menos eso han prometido-, sino de indignarse de la acción criminal. Porque son ellos, los criminales, los que lo hicieron, no el gobierno de Sheinbaum, las responsabilidades de éste son de otro orden.
Lo que diga Noroña por lo general puede irse al lugar de donde salió: el bote de la basura. Pero más allá de lo que pensemos de este político de la cuarta transformación, lo cierto es que es un personaje de relevancia mientras presida ese órgano legislativo.
El senador Noroña pregunta que quién dice que esos cuatrocientos zapatos son de personas desaparecidas. Pues ese es el problema precisamente. Los dueños de ese calzado están desaparecidos y, aunque el senador no lo crea, son más los desaparecidos que el número de zapatos. Más bien la pregunta es ¿de quién supone el senador Noroña que son esos zapatos? Porque una cosa le debiera quedar clara al senador: ni en ese rancho se organizó un depósito de zapatos ni son zapatillas de cristal en espera de un cuento de hadas. El asunto es de verdaderamente pavoroso. Por eso lo que queda suponer es que el presidente senatorial quiso hacer una ironía, una broma. Pero una broma macabra.
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