¿Cómo queremos educar cuando en el discurso les hablas de la necesidad de tener un camino y en la práctica les demuestras que caminas por otro?
En los últimos meses, hemos tenido un proceso de cambio y adecuaciones en materia educativa, en donde las reformas aprobadas tanto la constitucional y las leyes secundarias que el congreso concluyó, nos brindan una serie de claroscuros en el campo de la educación.
Estos instrumentos jurídicos, establecen por ejemplo una revaloración de la dignificación de los maestros, el nacimiento de un Centro Nacional para la Revaloración del Magisterio, así como el impulso de la cultura en favor de la paz y la igualdad.
Por otro lado, encontramos como se vulnera la participación de los padres de familia, la intromisión de los contenidos sobre sexualidad por parte de la Secretaría de Salud, así como una desigualdad notoria respecto a la asignación de plazas, dando preferencia a los egresados de las normales y de las universidades pedagógicas nacionales y dejando fuera a muchos otros buenos aspirantes.
El tema presupuestal deja muchas de estas iniciativas en buenas intenciones, ya que no se ve ni se sabe, de dónde saldrán los recursos y que tanto se cubrirán los proyectos establecidos en las leyes secundarias, no sin antes mencionar otros problemas como los de infraestructura escolar, la deserción, el crecimiento de la violencia en la comunidad educativa, así como los embarazos adolescentes.
Pero tenemos otro gran inconveniente:
En estas últimas fechas, los mexicanos hemos presenciado diversos actos, en donde la violencia es el referente constante por parte de grupos anarquistas o que apoyan posturas de diversas, generando destrozos y violencia en las calles. Estamos presenciando cómo se adecua la ley para beneficiar a algunos y dejan en la indefensión a la mayoría de los ciudadanos.
Se habla de transparencia y evitar la corrupción, pero se recibe con bombo y platillo y se le hace ciudadano distinguido, a quien tuvo que dejar su país por haber cometido un fraude descomunal en las urnas.
¿Cómo queremos educar a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes, si les estamos demostrando que la ley se aplica para la conveniencia de algunos y, si estás de su lado, puedes hacer los destrozos que desees, sin ser sancionado o detenido?
¿Cómo queremos educar cuando en el discurso les hablas de la necesidad de tener un camino y en la práctica les demuestras que caminas por otro? ¿Cómo vamos a educar en el respeto a nuestras autoridades y a las instituciones, cuando son ellos mismos son quienes vulneran y trivializan su valor e importancia?
Educar es “sacar lo mejor del hombre”, necesitamos que esta educación impulse la construcción de una ciudadanía responsable y el maestro, es un actor fundamental para la transformación de estas nuevas generaciones que hoy son la base de nuestro país y su destino como nación, en este siglo que comienza.
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