No es malo reconocer a deportistas que destacan en el extranjero. Lo inaceptable es que se haga en el marco de un desastre, provocado por su gabinete de seguridad.
La frivolidad es un signo distintivo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Ante los sucesos violentos que se presentan, el mandatario mexicano evade. Prefiere hablar de béisbol, reunirse con practicantes de ese deporte que presentarse en los lugares donde han muerto personas inocentes, producto de la violencia del narcotráfico.
La inseguridad y la violencia son, por desgracia, parte de la cotidianidad en la que vivimos los mexicanos; sin embargo, no hay acciones por parte del gobierno para disminuir los altos índices delictivos que vivimos. Es claro que la estrategia de “abrazos, no balazos” no ha dado resultado.
Pero la soberbia de los actuales gobernantes no admite equivocaciones. Para ellos, empezando por el presidente y pasando por su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, todo es culpa del pasado, aun cuando este año es el más violento en la historia reciente de nuestro país.
Mientras más crítica es la situación de inseguridad en la que vivimos –cada día conocemos de más ataques de las bandas criminales contra civiles y contra miembros de las Fuerzas Armadas, Guardia Nacional y policías estatales–, es más lamentable y vergonzosa la simplicidad con la que el presidente explica las causas que han originado tantas masacres a lo largo y ancho de este país.
Ante la insistencia de los reporteros (pero también de los ciudadanos) por aclarar dudas, llenar los vacíos de información oficial o hacer evidentes las contradicciones, es inevitable un “tour al pasado neoliberal” (con descalificaciones incluidas), así como las “justificaciones” ante la carencia de resultados y estrategias. Pero lo inverosímil es la trivialidad de sus dichos y hechos en casos tan delicados que preocupan y han causado conmoción a los mexicanos.
No es malo reconocer a deportistas que destacan en el extranjero. Lo inaceptable es que se haga en el marco de un desastre, provocado por su gabinete de seguridad, como el fallido operativo en Culiacán, Sinaloa, donde liberaron a un presunto jefe del narcotráfico, argumentando que es preferible eso a que se pierdan vidas de inocentes. No hubo –ni hay– una autocrítica por su falta de estrategia e inteligencia.
Ante eso lamentables hechos, el presidente fue insensible. Por increíble que parezca, en la conferencia de prensa en la que solo se hablaría únicamente de ese operativo, el mandatario mexicano, muy sonriente, habló del triunfo de los Nacionales de Washington en la Serie Mundial de Béisbol. Es absurdo cómo busca evadir los temas que le son incómodos y hablar de su deporte favorito.
López Obrador, antes de su toma de posesión, dijo que “no estaba de adorno ni era florero”. Una forma simbólica de expresar quién manda. Sin embargo, cuando se han presentado las crisis que ya son varias en materia de inseguridad, economía, abasto (gasolina, medicamentos…) y las que usted recuerde, la respuesta es la misma: el secretario, la secretaria, los integrantes del gabinete van o están atendiendo tal o cual asunto; es decir, él no tiene que ver con la responsabilidad de las decisiones y por eso procura desmarcarse.
Es triste comprobar cómo se ha minimizado el tema de seguridad pública, con aquello de que ha llegado a un “punto de inflexión”. El presidente olvida la obligación constitucional que tiene para velar por el bien de las y los ciudadanos, para garantizar la seguridad (física, patrimonial, entre otras) de los habitantes y para combatir al crimen organizado.
Cada mañana por más de 60 minutos, López Obrador solo busca hablar de lo que le es conveniente, pero cuando los reporteros preguntan por diversos temas, el presidente se va al pasado, habla de conservadores, neoliberales, fifís e, incluso les recordó a los medios de comunicación una frase de Gustavo Madero (hermano de Francisco I. Madero): “Muerden la mano de quien les quitó el bozal”. Así es el presidente, cuando lo sacan de su zona de confort, descalifica a quienes no están de acuerdo con él.
La conmoción social y el dolor de las familias afectadas, a la luz de las evidencias, parece que no son de interés ni del compromiso de la 4t que encabeza el presidente. Están más preocupados en crear una estructura electoral, incluido el cambio de las reglas democráticas, que en garantizar la seguridad pública e impulsar el crecimiento económico.
Ahora mismo hay una iniciativa de legisladores del partido del presidente para descabezar el Instituto Nacional Electoral. Es objetivo de este gobierno no tener contrapesos; el control de los organismos autónomos ha sido tomado por personajes afines de este gobierno, así como la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Mientras eso pasa, el presidente evade y prefiere hablar de béisbol.
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