Debemos ampliar la definición de éxito a la consecución de metas que incluyan no solamente los logros tangibles, sino el crecimiento de la persona.
En el confuso mundo de la educación, donde el Estado ha pretendido desde hace mucho constituirse como el único rector del rumbo a seguir en todas las materias, inclusive hoy en día invadiendo el campo moral que antes era competencia de la Iglesia, todavía hay una participación significativa de los particulares y, aunque muy disminuida de instituciones ligadas a la Iglesia que anteriormente fue la educadora por excelencia.
Después de muchos años de laicismo oficial hemos llegado a una sociedad en donde es muy difícil encontrar cuál sería la raíz de valores que nos mueven como sociedad, y hoy vemos que, en los grupos sociales, o de amigos, o de la misma familia, es difícil encontrar consensos sobre ideas fundamentales de la vida y sus objetivos.
Pero en algo en lo que muchos confluyen es que quieren que sus hijos sean educados para ser exitosos, y este lema se utiliza también por muchas colegios y universidades de gran prestigio educativo para buscar que muchos jóvenes se interesen en cursar sus estudios en estas instituciones pensando que por hecho de salir de ahí con un título tendrán el éxito asegurado.
Pero tal vez pocos tengan muy claro con certeza qué es en verdad ser un hombre exitoso. El diccionario nos propone varias definiciones y nos dice:
Resultado feliz de un negocio, actuación, etcétera.
Buena aceptación que tiene alguien o algo.
Fin o terminación de un negocio o asunto.
En general podemos pensar que en la mente de muchos el éxito es todo lo anterior, pero además debe estar siempre ligado a una buena posición económica, a la fama y en no pocas veces también a una situación de poder ya sea en el campo de la iniciativa privada o del gobierno.
Pero a mí me parece que para que realmente podamos ser y tener persona de éxito total se debería pensar en ligar el término de éxito al de realización plena de la persona, al de la felicidad y al del papel del hombre exitoso en la sociedad y en la familia.
Normalmente cuando pensamos en personas de éxito los relacionamos muchas veces con participantes del deporte, de los espectáculos, de la política o, de los que poseen recursos económicos cuantiosos, ya sea porque tienen una posición destacada dentro de una compañía o porque son empresarios, y soñamos con ser alguna vez alguno de ellos.
Pero parece que pocas veces dentro de este razonamiento aparece si ese éxito tan soñado está ligado al sentido de la vida, o tal vez en esta sociedad tan ocupada y absorbida por los medios de comunicación y las redes sociales que queda poco tiempo para preguntarse si la vida en realidad tiene un sentido trascendental más allá del diario vivir.
Cuando penetramos un poco en la vida de estas personas y vamos conociendo que dentro de ese éxito hay muchas adversidades, y que muchos viven en una inestabilidad familiar, social y personal, y entonces nos preguntamos si el dinero no es suficiente para resolver todas esas situaciones, y para sorpresa nuestra nos encontramos que más bien en no pocas ocasiones es el dinero el causante de esos problemas.
Pero nosotros mismos podemos estar atrapados dentro de esta red, ya sea porque nos sentimos fracasados porque no hemos alcanzado el éxito según esos parámetros, o porque lo hemos alcanzado, pero no sentimos en nuestro interior esa plenitud de ser una persona totalmente satisfecha y feliz con lo que somos.
Tal vez el problema de fondo es que hemos dejado que ese término de éxito vaya demasiado lejos y opaque a otros que son más más importantes como pueden ser los valores morales, sociales, familiares y espirituales.
Si la educación para el éxito estuviera funcionando plenamente no tendríamos tantos problemas familiares que se reflejan en un altísimo número de divorcios, violencia familiar, hijos en conflicto por falta de atención, luchas desleales por el poder en las empresas y no se diga en el campo político, falta de compromiso social y de solidaridad por muchos de los empresarios y abuso de autoridad por muchos de los servidores públicos.
Es muy necesario de acuerdo con la situación que estamos viviendo, no solamente en México, y otros países subdesarrollados, sino en muchos países avanzados, donde sorprende por ejemplo el alto índice se suicidios, de personas mayores viviendo sus últimos años en la mayor de las soledades y una serie de legislaciones que atentan contra la vida misma vida como la aprobación de la eutanasia recapacitar sobre el modelo educativo basado simplemente en el éxito.
Lo conducente para cambiar esta situación sería ampliar la definición de éxito a la consecución de metas que incluyan no solamente los logros tangibles, sino el crecimiento de la persona en cuanto a la persona misma, desarrollando el conocimiento, no solamente técnico, sino humanista, donde por ejemplo el arte, la literatura, la música, el aprecio por la naturaleza, así como las virtudes más apreciadas como la generosidad, la solidaridad, la espiritualidad, el respeto a los derechos de los demás principalmente a los más débiles y, una visión de compromiso social haría personas más felices, que serían plenamente exitosas aunque no estuvieran en estas posiciones que alumbran los reflectores, y para los que alcanzaron la cumbre en los escalafones sociales respetando siempre las normas éticas, serían seguramente más felices si con una mayor sensibilidad social contribuyeran no solo económicamente, sino con sus conocimientos a hacer a la sociedad más justa y equilibrada.
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