El artículo de diciembre, abordó la esperanza desde el punto de vista de una fuerza íntima capaz de desarrollarnos, relacionarnos, transformar e influir positivamente. Haciendo énfasis en el modo de sortear las dificultades para lograr efectivamente esas metas. El primer gran acontecimiento del Año Santo será el Jubileo del Mundo de la Comunicación, del 24 al 26 de enero. Se espera la presencia en Roma de miles de periodistas, expertos y trabajadores de los medios de comunicación del mundo.
El 24 de enero es la fiesta de San Francisco de Sales patrono de los periodistas y escritores y el 26 de enero se celebra a los obispos Timoteo y Tito, discípulos fidelísimos de San Pablo. Así el Jubileo de la comunicación queda muy bien enmarcado por esos tres grandes santos. Timoteo y Tito hicieron su labor difusiva en el inicio del cristianismo y Francisco de Sales entre los siglos XVI y XVII.
Como sabemos el tema del Jubileo es “peregrinos de la esperanza”, y ante los sucesos contemporáneos para los comunicadores será difícil promover la esperanza, incluso creer en ella, cuando hay guerras, violencia, pobreza, migraciones y últimamente desastres naturales como el de California en los Estados Unidos.
Sin embargo, la esperanza propuesta en el Jubileo se apoya en la fe en el poder de Dios. Eso cambia totalmente el punto de partida. La fe en Dios significa también tener una mirada confiada en los demás, y eso no excluye el retraso en los resultados debidos a las inevitables dificultades en toda relación humana o a la reticencia de algunos para reorientar la propia vida.
Muchas veces, ante las dificultades y ante la urgencia de alcanzar metas tangibles, los fines altruistas se desdibujan y peor es llegar a verlos como utopías, inalcanzables. Entonces los esfuerzos cada vez se centran más en hacer eco a los males y dejar de vislumbrar contrapesos. En estas posturas no cabe la esperanza.
Para prevenir la desesperanza es muy aconsejable volver a los principios, a lo genuino de cada profesión. La comunicación es una necesidad íntima de la dimensión social de toda persona. Y por tal motivo el comunicador es pieza clave para el desarrollo humano.
La comunicación enriquece la intimidad pues trasmite ideas, sentimientos o amplía interpretaciones o más importante resulta la explicación de antecedentes y posibles consecuencias. Esto sin duda abre panoramas que a los neófitos les sería difícil conocer. Este comentario indudablemente hará pensar a los comunicadores en la responsabilidad de decir la verdad. Y de prever los efectos que ocasionan con sus contenidos.
Los comunicadores se relacionan con grupos indiferenciados, de allí los efectos múltiples por desencadenar y las consecuencias muchas veces imparables. Ante tales resultados, la esperanza es un contrapeso positivo pues esponja el alma y a la vez equilibra la impaciencia por alcanzar resultados en lapsos desproporcionados.
Los comunicadores no tienen la responsabilidad de los educadores, pero sí pueden ayudar o bloquear la educación. Por ejemplo: usar el lenguaje con precisión y ¿por qué no con elegancia, con belleza? Los signos facilitan la brevedad, pero muchas veces se deteriora la articulación de las ideas y eso retarda el desarrollo de las personas y el entendimiento mutuo.
Tampoco se trata de eliminar el espacio de la caricatura, pues ésta tiene el poder de relacionar hechos con causas, de agilizar la mente de los receptores, y a la vez con buen humor. La sátira es un verdadero arte y necesariamente impulsa la actividad de los receptores. Y también este campo será formativo si respeta la verdad.
La comunicación obviamente tiene una gran influencia en la sociedad y puede unir o separar, puede despertar suspicacias justas o injustas. Puede evidenciar necesidades e incluso carencias aberrantes y provocar indiferencia o despertar el espíritu de colaboración. Y el trasfondo para el comunicador está en no sólo ser veraz sino además fomentar el bien.
La comunicación puede desencadenar la masificación y la indiferencia o puede despertar el afán de trascendencia y la apertura de horizontes.
Todo este panorama si se observa con la óptica de la esperanza, ayudará al comunicador a no claudicar ante la evidencia de tanta responsabilidad. Porque la esperanza que el jubileo propone tiene sus cimientos en la confianza en la ayuda de Dios. Y es esperanza activa si se cultiva en todo momento, especialmente ante las dificultades que no faltarán.
Lo más importante de la esperanza es que frena la impaciencia. Impaciencia que nos lleva a desear la paz y ponerle fecha. Si no llega como lo pensamos claudicamos, pero la esperanza nos hace rectificar. Impaciencia que nos lleva a poner fecha para resolver problemas domésticos o laborales. Si no llegan como lo calculamos claudicamos, pero la esperanza nos hace rectificar.
Impaciencia que nos hace poner fecha para resolver los problemas acuciantes en la sociedad. Si no llegan cuando lo deseamos, la esperanza nos ayuda a rectificar. Queremos el buen entendimiento y la colaboración entre los pueblos. Si no sucede en el plazo que calculamos, la esperanza nos hace rectificar y seguir esa meta hasta alcanzarla.
Todo eso será realidad solamente si la esperanza está apoyada en la confianza en el poder de Dios.
Apertura es la palabra con que el Papa relaciona la esperanza. Apertura en diálogo con los demás, pero sobre todo con Dios. El Jubileo es una luz que agranda y fortalece nuestra esperanza. A todos los comunicadores les decimos que esperamos el beneficio de su esperanza.
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