Contrastes: de lo mediático a los hechos

Adriana Dávila hace una crítica al discurso de López Obrador y pone sobre la mesa las contradicciones de la actual administración.


Inseguridad


En distintos periodos, López Obrador mucho habló, señaló (incluidas las mofas irreverentes) y condenó las distintas estrategias que se llevaron a cabo en otras administraciones, en materia de seguridad, crecimiento económico, salud, protección de derechos humanos, por mencionar algunas. Desde la visión del opositor, resultaba muy sencilla la crítica superficial que incluía sentencias prácticas para la descalificación.

Más allá de las formas distintas de ejercer el poder público, ofertó a los mexicanos un cambio y la redención de todos los males y problemas de la Patria. En el momento en que este país ha sido dividido entre liberales y conservadores por el propio Andrés Manuel, se afirmó que la violencia terminaría con sólo llegar a la primera magistratura, porque los integrantes de la delincuencia organizada entenderían que –ni hablar– se terminaba la impunidad y la corrupción.

Aunque hoy se pretenda negar, se dijo que los militares regresarían a los cuarteles, que se terminaría con los gasolinazos, que no se habría nuevos impuestos. Se atacarían las causas sociales, se generarían más empleos y mejor remunerados; se mejoraría el sistema de salud; se elevaría la calidad educativa; se apoyaría a los jóvenes, a las mujeres, a los adultos mayores, a la población migrante que busca llegar a los Estados Unidos de Norteamérica. Adicional a ello y no menos importante, se habló sobre el respeto a las instituciones, la democracia y el orden legal porque, ahora sí, se viviría en un auténtico Estado de Derecho.

Nada como las buenas intenciones y propósitos progresistas en temporada electoral. Siempre se mencionaron los “qué vamos a hacer” en el fantástico mundo de “Pejeland”, libre de corruptos e intérpretes a modo del marco legal. Lo que se omitió detallar –lo cual se señaló, cuestionó y ha cuestionado– en esta serie alegre de promesas de campaña, fueron los cómo, es decir, la forma, hoja de ruta o estrategia para cumplir objetivos, que todavía hoy a 11 meses de gobierno, no son claras ni en los enunciados ni en las acciones.

La formación de criterios de valoración, con base en los hechos cotidianos que afectan la dinámica personal y familiar, es indispensable para entender el porqué del alza de los precios de víveres y servicios; de la falta de oportunidades de empleo; de la creciente inseguridad pública en las calles, transporte público, centros comerciales o en las propias casas.

Gracias a la tecnología tenemos abundante material que da cuenta de los dichos, muy mediáticos, a pie de guerra para la crítica destructiva, la división entre buenos y malos y, lo que son las cosas, las hoy acciones de gobierno.

Salvo los recortes brutales –en nombre de la austeridad con réditos en una estructura electoral–, me parece que todo lo demás requiere de explicaciones, porque según el Instituto Mexicano del Seguro Social se desplomó en más del 80% la generación de empleos; el gobierno federal ha despedido a más de 20 mil funcionarios públicos; se tiene una crisis en materia de salud (realización de análisis, estudios clínicos, tratamientos a enfermos con cáncer y abasto de medicamentos); los precios se incrementan porque hay un alza permanente en el costo de la gasolina y un largo etcétera, sin mencionar que a la luz de los datos oficiales, todo parece indicar que este será el año con el mayor índice de violencia, quizás porque la estrategia de “abrazos, no balazos; amnistía, perdón y olvido”, se recibió con rifles, metralla y armas de alto poder para imponer condiciones a la autoridad.

El maestro de la narrativa opositora de descalificación decía una cosa en campaña y ahora pretende justificar los resultados erráticos del gobierno que encabeza. Por ejemplo, en lo referente al crecimiento económico anual-sexenal, decía AMLO candidato el 9 de julio de 2018, en la Reunión con el Consejo Mexicano de Negocios: “Queremos que ya no tengamos solo el 2% de crecimiento anual, como ha venido pasando en los últimos 30 años, sino que la economía pueda crecer al doble, por lo menos al 4 % anual, y esto se va a lograr con la participación del sector privado, del sector social y del sector público, en armonía”. Y ya como presidente, en conferencia de prensa de junio de este año, señaló que: “La falla que tienen las calificadoras y los expertos en materia financiera es que aplican la misma metodología de hace más de tres décadas, es la metodología que se usó en el periodo neoliberal, la cual no tomaba en cuenta la variable corrupción, por eso sus pronósticos no resultan, no van a tener éxito, pero a las pruebas me remito… vamos bien y de buenas, cada vez hay más empleos, aumentó el salario, hay más bienestar”.

Con respecto a los combustibles, el presidente prometió que el combustible no subiría de precio; dijo: “Nosotros estamos protegidos… No van a haber variaciones de precios en las gasolinas. Vamos a seguir manteniendo el compromiso de que no aumenten los precios de los combustibles en términos reales”. Conferencia de prensa. 17/09/2019. El contraste entre el hablar y el hacer nos lo da el precio de la gasolina: en diciembre pasado, costaba un litro de Magna $19.15; uno de premium $20.62, y uno de diésel $19.87; ahora, a fines de octubre de 2019, la Magna está en $20.25; la premium $21.42 y el diésel $21.06, y el incremento se justifica como consecuencia del alza a los precios internacionales del petróleo y a la falta de refinerías en el país.

Lo preocupante es el uso del ataque y la descalificación constantes para querer construir la idea de trabajar por un país mejor. Las intenciones no bastan y un discurso irresponsable sobre cualquier tema de interés nacional es muy peligroso, sobre todo en esta dinámica de polarización de la sociedad en la que nos ha metido el presidente.

Seamos serios

Ver para creer. Es inaceptable que el primer mandatario desdeñe y ataque a los alcaldes (la mayoría de oposición), que a su vez son titulares del Poder Ejecutivo Municipal, con gases lacrimógenos a la entrada de Palacio Nacional la semana pasada. Dijo que la medida se tomó porque “se portaron mal”. Si solicitar audiencia para tratar lo relativo al presupuesto 2020 es “portarse mal”, qué se puede esperar entonces. ¿No que nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho? Seamos serios.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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