En Chile, la concertación, que fue una alianza de la izquierda y Democracia Cristiana, gobernó de 1990 a 2010.
La violencia se ha adueñado de Chile una vez más, pero con mayor fuerza. Los reclamos sociales, encabezados por la juventud, han llegado a extremos que han obligado al presidente Sebastián Piñera a ceder frente a las presiones. El movimiento inició en protesta por el alza de la tarifa del metro, pero pronto devino en rechazo por los costos de los servicios básicos y, en el fondo, contra el sistema político y económico.
Si bien es cierto que el modelo económico adoptado después del golpe de Estado de los militares logró sacar al país de la crisis económica en que lo sumió el gobierno de Salvador Allende, incrementar el Producto Interno Bruto y disminuir la pobreza, al grado de que quienes viven en esta condición representan sólo cerca del 10 por ciento de la población, esta vez son las clases medias quienes junto con el estudiantado quienes han impulsado las protestas.
Desde mi punto de vista, la crisis actual tiene antecedentes remotos en el siglo XX, pues el país ha estado profundamente dividido en sus opciones políticas, con polarizaciones periódicas que, si bien pudieron encauzarse con un frágil equilibrio democrático hasta 1964, con la elección de Eduardo Frei, se rompió en 1970.
La izquierda representada por Salvador Allende había cobrado gran fuerza, al grado que, para impedir su triunfo, habían participado en alianza el Partido Nacional y la Democracia Cristiana, logrando triunfos por poco margen. Así llegó Eduardo Frei a la presidencia. Sin embargo, para entonces la Democracia Cristiana había registrado una notable izquierdización. Por un lado se calificó a Frei de ser un “kerenski” y por otro lado la Democracia Cristiana propuso como candidato a Radomiro Tomic, con un programa izquierdista más radical que el del propio Allende. Eso provocó que se rompiera la alianza con el Partido Nacional.
La Democracia Cristiana chilena, al igual que otros partidos de ese corte en América Latina, fueron influidos por la teología de la liberación y las diversas corrientes que pretendían la conciliación del socialismo con el cristianismo. Grupos de sacerdotes, principalmente jesuitas, influyeron en ese viraje.
Durante la elección de 1970, la mayoría de las encuestas daban como triunfador a Jorge Alessandri, expresidente del país, impulsado por el Partido Nacional y el Partido Democracia Radical y otros grupos opuestos al socialismo.
En la elección resultó sorpresivamente triunfador Salvador Allende, en su cuarta candidatura, postulado por la coalición de izquierda denominada Unidad Popular. Obtuvo el 36.63 por ciento de los votos; Alessandri logró el 35.20, y Tomic el 20.08. Como no había candidato triunfador absoluto, tocó al Senado elegir al presidente, y con el apoyo de la DC, se eligió a Salvador Allende, con la condición de que garantizara el cumplimiento de la Constitución, lo cual ofreció hacer. Sin embargo, presionado por los extremistas no se ajustó a su compromiso, permitiendo abusos de éstos, además de sumir al país en una crisis económica.
El resultado fue el golpe de estado que dieran los militares en 1973, después de que grupos sociales los presionaran llamándolos “gallinas”, y supuestas informaciones de que Allende pretendía realizar un autogolpe.
La acción de los militares que se ofrecía como temporal se habría de prolongar en medio de una fuerte represión, que lejos de tranquilizar, exacerbaba a la izquierda, que aunque dominada, mantuvo una fuerte influencia social, sobre todo por la adopción de las políticas liberales promovidas por los “Chicago boys” que asesoraron a Pinochet y que aunque efectivas económicamente hablando, significaron la eliminación de las políticas sociales promovidas por la Democracia Cristiana en sus gobiernos.
La renuncia de Pinochet a raíz de un referéndum en 1988, donde la Concertación de todos los partidos democráticos obtuvo la victoria con poco más del 54 por ciento. La concertación, que fue una alianza de la izquierda y Democracia Cristiana, gobernó de 1990 a 2010, con alternancia de izquierdistas y demócrata cristianos con bandera de centro. Fue Sebastián Piñera quien puso fin a esta coalición, que en general mantuvo las políticas económicas adoptadas desde la junta militar, pero fue introduciendo cambios sociales que, sin embargo, no lograron la reconciliación social.
Desde entonces se ha producido una alternancia de derecha e izquierda, que refleja una fuerte presencia de la izquierda en el país, con un Partido Comunista bien organizado y gran presencia de jóvenes que, entre otras cosas, han organizado movimientos universitarios de gran envergadura.
Con ese escenario, los sucesos actuales han sido interpretados por la OEA como promovidos por el Foro de Sao Paulo, y el apoyo directo de Cuba y Venezuela, como parte de la estrategia definida por la izquierda continental para impulsar el nuevo socialismo ideado por Hugo Chávez. Se trataría, entonces, más que de una protesta social, de un movimiento de tipo subversivo con gran impacto por la base social con que cuenta y al que no ha podido enfrentar Sebastián Piñera, aun otorgado concesiones.
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