La Iglesia católica desempeña un papel significativo en la vida social, cultural y política de México, siendo parte fundamental de la identidad nacional de todo un país; a lo largo de su historia, ha sido una institución influyente que enfrenta retos grandes en un contexto de cambios sociopolíticos, inseguridad y ataques mediáticos.
Desde la llegada de los españoles, la Iglesia católica ha influido profundamente en la formación de la identidad mexicana; en el siglo XIX, las Leyes de Reforma establecieron la separación entre Iglesia y Estado, limitando su influencia política. Este conflicto culminó en la Guerra Cristera (1926-1929), donde grupos católicos se enfrentaron al gobierno en defensa de la libertad religiosa.
Al día de hoy, la Iglesia católica en México es un pilar en la provisión de servicios sociales. A través de diversas organizaciones y parroquias, ofrece programas de educación, salud y apoyo a comunidades marginadas. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, muchas diócesis implementaron iniciativas para apoyar a los más afectados, entre ellas la alianza que se tuvo con Cáritas México de proporcionar despensas a familias en pobreza.
Históricamente, la Iglesia ha servido como mediadora en conflictos sociales y políticos; prueba de ello se vio en este mismo año, ya que ha intensificado su llamado al diálogo para abordar la creciente violencia que se vive en el país, instando a una tregua nacional de paz en fechas significativas como el Día de la Virgen de Guadalupe.
Desafíos actuales de la iglesia
Pese a que la religión católica es parte de la cultura y tradiciones mexicanas y está profundamente fusionada con la identidad nacional, hoy enfrenta diversos desafíos, como que la diversidad religiosa cada vez es mayor; sacerdotes e iglesia se enfrentan la violencia desenfrenada y ha habido algunos ataques por parte de autoridades.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2020, el 77.7 por ciento de la población se identificó como católica, siendo un porcentaje mucho más bajo que en censos anteriores. Los estados donde se registran más feligreses se ubican en el centro del territorio y donde hay menos, es en las entidades de la frontera sur.
Además, la violencia en México ha afectado directamente a la Iglesia, pues desde 1990, 65 miembros del clero han sido asesinados, reflejando la inseguridad que prevalece en el país. En el sexenio de Felipe Calderón y de Andrés Manuel López Obrador se registraron 25 asesinatos y en el de Enrique Peña se contabilizaron 33 casos.
Aunque la Iglesia ha solicitado medidas de protección efectivas para sus miembros y ha llamado al diálogo para construir la paz, las intenciones por parte del gobierno han sido escasas, como ejemplo está el asesinato de los sacerdotes Jesuitas Joaquín Mora, de 80 años, y Javier Campos, de 79 años, pues la impartición de justicia fue nula.
Ante los asesinatos, el papa Francisco agregó que “la violencia no resuelve los problemas, sino que aumenta el sufrimiento innecesario” y expresó su preocupación por los numerosos asesinatos y oleadas de violencia que vive México pues no solo los sacerdotes pagan las consecuencias, sino que miles de feligreses e inocentes.
En pleno 2024, la Iglesia Católica en México enfrenta desafíos significativos que requieren una adaptación constante. La creciente diversidad religiosa, los problemas de seguridad y las críticas internas demandan una reflexión profunda y a medida que el país evoluciona, la Iglesia deberá encontrar nuevas formas de conectar con la población y mantenerse como un actor relevante en el panorama nacional.
En este complejo panorama, es crucial que el gobierno mexicano no solo mantenga su compromiso con la laicidad del Estado, sino que también reconozca a la Iglesia como una parte vital del tejido social e histórico del país; además, la Iglesia, con su capacidad de convocatoria y su arraigo en las comunidades, es un aliado clave en la lucha contra problemas como la pobreza, la violencia y la falta de cohesión social.
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