El desequilibrio entre trabajo y familia en México representa un desafío crítico que afecta la calidad de vida de millones de ciudadanos, pues en pleno 2024, esta problemática persiste debido a factores como largas jornadas laborales, desigualdad en salarios y políticas insuficientes que no permiten el balance entre ambos.
Sin embargo, las mujeres son las menos beneficiadas, pues las tareas y responsabilidades del hogar siguen cayendo en ellas; mientras que los sueldos, en muchas ocasiones siguen siendo más bajos que los de los hombres y las políticas públicas no han puesto completamente al centro a las madres y sus necesidades.
Mujeres entre el trabajo y la familia
Inicialmente, en el siglo XX, el modelo tradicional de “proveedor masculino y cuidadora femenina” predominó en la mayoría de los hogares mexicanos; sin embargo, con la incorporación de las mujeres al mercado laboral a partir de los años 70 se modificaron esas estructuras. Actualmente, miles de mujeres están inscritas al mercado laboral.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 1970 sólo el 17 por ciento de las mujeres en edad laboral participaban en actividades remuneradas; mientras que, para 2023, esta cifra se ubicaba en 45 por ciento; sin embargo, pese al avance, hoy, las mujeres siguen siendo las principales responsables del hogar.
Cuidar a los hijos, limpiar, preparar comida, y hasta cuidar enfermos o adultos mayores, son las tareas que siguen cayendo en las mujeres, lo que sumado a largas jornadas de trabajo, da como resultado una crisis, pues según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) México está entre los países con las jornadas laborales más largas, con 42 horas de trabajo a la semana.
De acuerdo con Violeta Rodríguez, investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de los 35 millones de hogares mexicanos, 11 millones 500 mil son dirigidos por una mujer, es decir, 30 de cada 100 hogares tienen al frente a una jefa de familia.
Rodríguez compartió que el 60 por ciento de las mexicanas se encuentran en situaciones de trabajo no remunerado y a parte del 45 por ciento que trabaja, muchas mujeres laboran en la informalidad. “A pesar de obtener menores ingresos que los hombres, estas mujeres contribuyen significativamente al sustento familiar”.
Para las mujeres, este desequilibrio tiene consecuencias profundas en su salud mental, pues según un estudio del Instituto Nacional de Psiquiatría de 2023, las mujeres que enfrentan una doble carga laboral y doméstica tienen un 30 por ciento más de probabilidades de experimentar ansiedad y depresión en comparación con los hombres.
Brecha salarial, una pobre realidad
De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), la brecha salarial entre hombres y mujeres en México es del 16 por ciento, lo que en otras palabras se traduce a que por cada 100 pesos que un hombre gana una mujer recibe 84 y los estados con mayor diferencia de sueldos son Colima, Baja California Sur y Tlaxcala.
En Colima, por cada 100 pesos que gana un hombre, la mujer gana 74.58; en Baja California Sur, las mexicanas ganan 77.56 y en Tlaxcala su pago ronda los 77.63; mientras que por cada 100 pesos que ganan los mexicanos en Ciudad de México, las mujeres ganan 93.85 pesos, en San Luis Potosí ganan 93.51 y en Chiapas ganan 91.24.
El Imco detalló que la brecha salarial se debe cuatro factores principales: primero que las mujeres dedican el doble del tiempo que los hombres a actividades no remuneradas, por lo que tienen menos tiempo para trabajar en empleos que les paguen; en segundo, se sigue viendo poco común a mujeres en gerencias o direcciones.
También está el nivel educativo, pues las mujeres con mejores preparaciones que los hombres tienden a alcanzar puestos más altos en sectores con la mejor paga, y en cuarto lugar, esta la concentración de personas del mismo sexo en ciertos sectores, pues existe una concentración más alta de mujeres en sectores con pagas más bajas.
Políticas existentes, pero insuficientes
Aunque se han implementado algunas políticas para mejorar esta situación, éstas suelen ser insuficientes o carecen de enfoque de género. La ampliación del permiso de paternidad a 15 días en 2022 es un avance, pero está lejos de ser comparable con los estándares de países como Noruega o Suecia, donde los permisos parentales son compartidos y mucho más extensos.
El trabajo a distancia, que ganó popularidad durante la pandemia de COVID-19, ha ofrecido cierta flexibilidad para las mujeres; sin embargo, también ha aumentado la “invisibilidad” de su carga doméstica, ya que muchas reportan trabajar horas extras para compensar interrupciones relacionadas con el cuidado del hogar. Esto subraya la necesidad de enfoques más integrales que consideren las realidades específicas de las mujeres.
Las empresas deben adoptar políticas de corresponsabilidad que fomenten la participación activa de los hombres en las tareas del hogar, pues según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las organizaciones que implementan horarios flexibles y promueven la igualdad de género tienen empleados más satisfechos y productivos.
El desequilibrio entre trabajo y familia desde la perspectiva de las mujeres es un reflejo de las desigualdades de género persistentes en México, y aunque se han logrado avances, queda un largo camino por recorrer para garantizar que todas las mujeres puedan desarrollarse plenamente en el ámbito laboral y personal.
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