Se ha convertido en una frase muy común, ya sea por eludir el tema religioso y ser políticamente correcto, que muchas instituciones públicas o privadas, pero también la gente común, incluso muchos que se identifican como cristianos, se refieren a LA NAVIDAD y su entorno como “fiestas decembrinas”. Sólo que es una proposición coja, toda vez que la Navidad está íntimamente ligada al nuevo año del calendario mundial En breve celebraremos el Año Nuevo 2025, después de Cristo. Sólo falta que, como ocurrió en algunos años en la Revolución Francesa, se le llegue a llamar a este mes “nivôse” (Nivoso:de finales de diciembre a finales de enero). De hecho, los jacobinos en la Revolución Francesa quisieron “destruir de raíz” el cristianismo. Fracasaron, y la mayor parte de ellos sucumbieron en la guillotina, invento suyo, y se restauró el calendario cristiano en Francia.
El Nacimiento del Niño Dios, en el pesebre de Belén, es la festividad cristiana más importantes del calendario cristiano, con excepción del Domingo de Resurrección: “Si Cristo no resucitó -dice San Pablo-vana es nuestra fe”. “Ese hijo de carpintero –escribe el teólogo francés F. Prat- sin fortuna, sin mujer, sin hijos ni relaciones […], que fue condenado a una muerte infamante, pero habitual en esa época, ¡su nombre debió ser olvidado! Y, sin embargo, ¡muy pronto ocupa el primer lugar en la historia del mundo! ¿Será simplemente el nombre de un artesano originario de una pequeña aldea de Galilea? ¡Si hay algo inexplicable es justamente eso! (Prat, Ferdinand, Jesucristo, su vida, su doctrina, su obra, Ed. Jus, México, 1946, traducción de Salvador Abascal I.) Las negritas son mías.
La historicidad de los Evangelios ya está de sobra comprobada. Pocos conocen. sin embargo, el testimonio de historiadores de la época que dan fe, diríamos hoy, de lo que dicen los Evangelios, de la vida y obra de Jesús. Son muchos los testimonios no cristianos, pero me voy a limitar a dos: un griego y un judío, ambos historiadores muy reconocidos.
Luciano de Samosata, historiador griego, del siglo II de nuestra era, nos dice lo siguiente: “Aquel hombre a quien siguen adorando, que fue crucificado en Palestina por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres […] les dijo, para convencerlos, que todos eran hermanos y así, después de cometer este delito, rechazaron a los dioses griegos y, en cambio, adoran a aquel sofista crucificado y viven de conformidad con sus mandamientos”. (Luciano de Samosata, La Muerte de Peregrino).
“Por aquel tiempo existió un hombre sabio -dice, por otra parte, un historiador judío de la época de Cristo-, llamado Jesús, si es lícito llamarle hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado este y mil otros hechos maravillosos acerca de él (como buen judío, Flavio Josefo conocía bien el Antiguo Testamento y de ahí el conocimiento de lo que habían dicho los profetas sobre el Mesías). Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos”. Flavio Josefo, en el año 70, en su obra: Antigüedades Judías, libro XVIII.
Por otra parte, debemos considerar algunos números: El libro más traducido, según un portal católico llamado Centro Bíblico San Pablo (SOBICAIN), es la Biblia con alrededor de 1571 lenguas en el mundo. No dicen, sin embargo, si esa cantidad incluye las traducciones a una misma lengua, pero aún así es una cantidad enorme. Para darnos una idea de la magnitud de la difusión de la Biblia, algunas estimaciones calculan que el Quijote es el segundo libro más traducido. Y sin pretender hacer ninguna comparación con la Biblia ni con algún otro libro, el autor de un libro fascinante sobre el Quijote afirma que “Si en forma gruesa se considera en alrededor de 100 el número de traducciones a un mismo idioma, es decir, que se repiten, estimación que parece razonable, tenemos entonces que El Quijote está traducido aproximadamente a unas 140 lenguas”. (García Villa, Juan Antonio, El Quijote Ayer, Hoy y Siempre en 100 cápsulas, Torreón, Coahuila, México). Sea lo que fuere, la diferencia entre uno y otro libro se antoja abismal.
Es un hecho que muchos miles de millones de seres humanos no conocieron en vida ni conocen la Biblia, ni la historia ni las enseñanzas que contiene, pero todos los que vivimos en este mundo, ordenamos nuestra vida cotidiana de conformidad con la fecha del nacimiento de Jesús. Contamos los días, los años, cada hora y cada segundo, de acuerdo con el “calendario gregoriano”, es decir, con el calendario cristiano (fue creado por una comisión de astrónomos, formada a petición del Papa Gregorio XIII, se implantó en 1582 y paulatinamente en todo el mundo, substituyendo al Calendario Juliano, llamado así porque fue introducido por Julio César en el año 46 Antes de Cristo).
Existen otros calendarios en el mundo, pero nadie firma un contrato o agenda una cita de acuerdo con el calendario chino, por ejemplo. Esos son calendarios de consumo interno de algunas culturas, como el chino, el musulmán, el indio o el hebreo (el cual se refiere a la época después de Cristo, como “la era común”).
El cristianismo es, por lo mismo, la primera gran mundialización (algunos la llaman globalización) de la historia. La civilización cristiana ha influido en todo el mundo. Hay pueblos que celebran la Navidad, pero, sobre todo, el Año Nuevo, sin tener consciencia plena de lo que se celebra. Es el caso, también, lamentablemente, de muchos cristianos que celebran la Navidad sin saber con exactitud qué significa y por qué realmente nos da Paz y nos hace felices. No saben lo que se pierden. Entonces, amable lector, son ¿“fiestas decembrinas”? ¿O nacimiento del Niño Jesús, Dios hecho hombre? Ese pequeño niño nacido en Belén, de una mujer llamada María, invocada en los primeros siglos, en griego, como “Theotokos”, Madre de Dios, nos da la noticia maravillosa de que Dios, hecho hombre, nos ha visitado por amor a la humanidad, y permanece en nuestro propio corazón como cristianos que somos. La alegría de saber esto, le da a la Navidad el sentido único que solamente lo que nos trasciende puede lograr. Es decir, la Navidad logra unir las cosas buenas de aquí abajo, esas que nos ha regalado Dios para nuestra estancia en esta tierra, con los insondables misterios y maravillas de la presencia de Jesús y de María en nuestras vidas.
Querido lector: aprovecho esta oportunidad para desearte que esta Navidad te colmen el Niño Dios y su Madre María de sus bendiciones y alegrías, y el año venidero sea muy venturoso en lo espiritual y próspero en lo material.
Te puede interesar: Neoliberalismo para principiantes II
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo