Un acomodo ideológico nos priva de recordar hechos como la consumación de la Independenciade México, en el que la ciudad vivió uno de sus días más felices.
Cuando hablamos del mes patrio y sus fiestas, pensamos principalmente en la noche del 15 de septiembre que conocemos como la noche del Grito, del 16 del mismo mes que identificamos como el día del Desfile. Lo extraño es que estamos hablando de los festejos de nuestra independencia, y tenemos casi olvidado el día en que en realidad se logró la misma, que fue el 27 de septiembre de 1821, en el que fue verdaderamente un día de fiesta. Es interesante conocer las noticias que se tienen sobre ese acontecimiento, y a continuación encontraremos un resumen de la narración que nos llega por don Lucas Alamán en su Historia de México.
“Todos los cuerpos que componían el ejército habían recibido orden de reunirse en Chapultepec, para formar desde allí la columna a cuya cabeza marchaba Iturbide, sin distintivo alguno, acompañándolo su Estado Mayor y muchas personas principales.
Nunca se había visto en México una columna de 16,000 hombres, que parecía de mayor número por ser la mitad de ellos de caballería. El concurso numeroso que ocupaba las calles de la carrera, la recibió con los más vivos aplausos, que se dirigían especialmente al primer jefe, objeto entonces del amor y admiración de todos. Las casas estaban adornadas con arcos de flores y colgaduras en que se presentaban en mil formas caprichosas los colores Trigarantes, que las mujeres llevaban también en las cintas y moños de sus vestidos y peinados. La alegría era universal, y puede decirse que este ha sido en todo el largo curso de una revolución de 40 años, el único día de puro entusiasmo y de gozo sin mezcla de recuerdos tristes o de anuncios de nuevas desgracias, que han disfrutado los mexicanos.
Los que lo vieron, conservan todavía fresca en la memoria de aquellos momentos en que la satisfacción de haber obtenido una cosa largo tiempo deseada y la esperanza halagüeña de grandezas y prosperidades sin término, ensanchaban los ánimos hacían latir de placer los corazones. Luego que acabo de desfilar el ejército a la vista de Iturbide, que saludo con muestras de vivo aprecio a los jefes, oficiales y aún soldados a quienes conocía y estimaba por su valor y servicio, pasó este a la catedral acompañándole todas las autoridades. El arzobispo, vestido de pontifical, les esperaba a las puertas con palio para recibirlo con la ceremonia ritual: Iturbide hizo retirar el palio y tomar el agua bendita, entró en el templo soberbiamente iluminado. Cantos el Te Deum, del cual pronunció un discurso el doctor Alcocer… El Ayuntamiento hizo servir un convite de 200 cubiertos, en el que el regidor Tagle, individuo también de la junta, dijo una oda que fue frecuentemente interrumpida por los aplausos que se redoblaron en estos versos con los que terminó: ‘Vivan por donde celeste clemencia, la religión, la unión y la independencia’.
Anunció Iturbide la terminación de su empresa por una proclama digna de tan solemne ocasión: Mexicanos decía, ‘ya estáis en el ocaso de saludar a la patria independiente como se lo anuncié en Iguala: ya recorrí el inmenso espacio que hay desde la esclavitud a la libertad y toqué los diversos resortes para que todo americano manifieste su opinión escondida, porque en unos se disipó el temor que los contenía, en otros se moderó la malicia de sus juicios, y en todo se consolidaron las ideas, y ya me veis en la capital del imperio más opulento sin dejar atrás sangre, ni Campos talados, ni viuda desconsoladas, ni desgraciados hijos que llenen de maldiciones al asesino de su padre: por el contrario, recorridas quedan las principales provincias de este reino, y todas uniformadas en la celebridad, han dirigido al ejército Trigarante vivas expresivos y al cielo votos de gratitud: estas demostraciones daban a mi alma un placer inefable y compensaban con demasía los afanes, las privaciones y la desnudez de los soldados, siempre alegres, constantes y valientes. Ya sabéis el modo de ser libres; a vosotros os toca señalar el de ser felices’.”
Es muy importante como mexicanos conocer nuestra historia con base en los hechos, y no como en general ha sido para todos en un acomodo ideológico, que nos priva inclusive de recordar hechos como este, en el que la ciudad vivió uno de sus días más felices.
Lucas Alamán. Historia de México. Editorial Jus. México 1990. Pgs. 217-219
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