Me podrán privar de la libertad de viajar, de estar con mi esposa y mis familiares, pero nunca me podrán privar de la libertad de pensar, de reflexionar, de poder criticar en silencio a un régimen totalitario.
Hace pocos días fui sometido a una operación y me encuentro en plena recuperación. Afortunadamente todo ha ido evolucionando de acuerdo a lo previsto.
Estos días de internamiento en el hospital, me han servido para reflexionar varios aspectos:
La fragilidad de la naturaleza humana, que en el momento menos previsto puede sobrevenir una enfermedad, que se complique, y requiera de una intervención quirúrgica.
Además, coincidió con el hecho de que tres cercanos amigos, de forma sorpresiva, sufrieron un infarto y fallecieron.
Recordaba también el pensamiento del célebre del psiquiatra vienés, Viktor Frankl (1905-1997) Neurólogo, Psiquiatra y Filósofo austriaco, fundador de la Logoterapia. Autor del “best seller” El hombre en busca de sentido. A raíz de su estancia en un campo de concentración nazi investigó y descubrió que los que mejor llevaron el dolor, el hambre, las penurias, el frío e innumerables malos tratos fueron los que encontraron –con la eficaz y acertada ayuda psiquiátrica– no el “porqué” del dolor sino el “para qué” del sufrimiento.
Así entonces, a los presos, Frankl les enseñó a encontrar gusto por el trabajo cotidiano en medio de situaciones infrahumanas; a compartir los alimentos con aquellos que más lo necesitaban por enfermedad, debilidad o falta de suficiente peso; a tener especial consideración con los que se encontraban enfermos; a crear un clima de solidaridad y pensar en cómo servir a los demás de forma amable; a generar una convivencia cordial, optimista, alegre; a no perder la esperanza de que un día saldrían de aquel “infierno” que les privaba de su libertad; a organizar tertulias para recordar y revivir sus raíces hebreas; también les animó, a que los que tuvieran talento, que escribieran poesía, pequeñas obras de teatro, dibujo, pintura, etc.
Es decir, les enseñó aquello que también afirmaba el escritor e historiador ruso, Aleksandr Solzhenitzyn (1918-2008), en su obra Cuentos en miniatura, cuando fue exiliado a la cárcel de Siberia por protestar contra el régimen comunista y escribía: “Me podrán privar de la libertad de viajar, de estar con mi esposa y mis familiares, pero nunca me podrán privar de la libertad de pensar, de reflexionar, de poder criticar en silencio a un régimen totalitario” y refiriéndose a la naturaleza de aquella zona nevada y montañosa: “Ni tampoco de respirar este aire freso y reconfortante ni de mirar los bellos pinos y, sobre todo, de encontrar mi gusto por trabajar todos los días en mi oficio de albañil”. Este escritor como Viktor Frankl habían descubierto un sentido profundo a su existencia, en medio de su forzoso confinamiento.
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