Encuentros mundiales de familia

De 1994 a 2024. En este mes se cumplieron 30 años del primer Encuentro Mundial de Familia iniciado por el Papa -ahora santo- Juan Pablo II quien invitó a representantes de familias de todo el mundo a reunirse en Roma, el 8 de octubre de 1994. Desde entonces se llevan a cabo cada 3 años en distintos países del mundo, continuados por Benedicto XVI y actualmente por Francisco. 

Como no podía pasar inadvertido, el Cardenal Kevin Joseph Farrel, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, presenta un breve documental sobre esta conmemoración, repasa los diez encuentros celebrados en ese lapso e invita al próximo para el año 2028. El de 2025 no se celebrará porque al ser año santo tendrá otras muchas actividades.  

Dicho documental de diez minutos, producido por VaticanMedia, se titula “La familia es el núcleo de la nueva evangelización” y muestra variadas celebraciones todas ellas impregnadas de la alegría, la fe y la unidad que esos encuentros han fomentado. Todas las escenas son testimonios del vigor que las familias pueden aportar a la sociedad y a la Iglesia. 

Diez Encuentros, celebrados por Juan Pablo II: 1994 en Roma, 1997 en Rio de Janeiro, 2000 en Roma y 2003 en Manila. Por Benedicto XVI: 2006 en Valencia, 2009 en Ciudad de México y 2012 en Milán. Por Francisco: 2015 en Filadelfia, 2018 en Dublín y 2022 en Roma.

A continuación, algunas palabras de los respectivos Pontífices en el video:

Juan Pablo II: Cada familia es una luz, un faro que debe iluminar el camino de la Iglesia y del mundo en el futuro hasta el fin del milenio y también más allá, hasta que Dios permita la existencia de este mundo. Defender como don precioso e insustituible vuestras familias. Proteger, defender con leyes justas el respeto de la vida humana desde su concepción. Llamados a la alta misión de cooperar con el Creador para transmitir la vida. No tener miedo Él ha estampado vuestro nombre en las palmas de Sus manos.

Benedicto XVI: Transmitir la fe a los hijos es una responsabilidad que los padres no pueden olvidar, descuidar o delegar totalmente. El lenguaje de la fe se aprende en los hogares donde esta fe se crece y se fortalece a través de la oración y de la práctica cristiana. 

En México: La familia ocupa un lugar primario en la educación de la persona. Es una verdadera escuela de humanidad y de valores perennes. En el hogar es donde se aprende a vivir verdaderamente, a valorar la vida y la salud, la libertad y la paz, la justicia y la verdad, el trabajo, la concordia y el respeto. Es el día de la familia. Armonizar los días de trabajo y las exigencias de la familia, el trabajo y la fiesta. Es importante para construir una sociedad con rostro humano. 

Francisco en Filadelfia dice: Vale la pena la vida en familia. La Biblia deja ver que lo más lindo que hizo Dios es la familia. Crea al hombre y a la mujer. Y les entregó todo. Les entregó el mundo. Dios siempre golpea la puerta de los corazones. Pero ¿saben qué es lo que más le gusta? Golpear la puerta de las familias. Y encontrar las familias unidas. Encontrar las familias que se quieren. En las familias hay dificultades. Pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad. Solamente el amor es capaz de superar la dificultad. El amor es fiesta, el amor es gozo, el amor es seguir adelante. Les sugiero un consejo: nunca terminen el día sin hacer la paz en la familia. No se puede terminar el día en guerra. Que Dios los bendiga. En Dublín dice: Dios desea que cada familia sea un faro que irradia la alegría de su amor en el mundo. Significa que nosotros, después de haber encontrado el amor de Dios que salva, experimentamos pequeños gestos de bondad en nuestra rutina diaria en los momentos más sencillos del día. Esto se llama santidad. En Roma: Cada una de vuestras familias tienen una misión que cumplir en el mundo, poneos a la escucha, dejaos transformar por Él, para que también vosotros podáis transformar el mundo y hacerlo “casa” para quien necesita ser acogido, para quien necesita encontrar a Cristo y sentirse amado. Queridas familias, la Iglesia está con vosotros, es más, la Iglesia está en vosotros. 

Las palabras de San Juan Pablo II nos confirman la presencia de la familia hasta el fin de los siglos sobre la Tierra. Y eso nos llama a aportar lo mejor para hacer de cada familia algo inmejorable. La familia es real y se realiza con nuestra aportación. Hemos de cultivar la nuestra cada día. Dios lo quiere así. 

Las de Benedicto XVI nos señalan nuestra huella en el futuro pues hemos de trasmitir la fe a los hijos. Por eso tenemos una ineludible responsabilidad. Y, subrayar lo que nos dijo en México: la familia es responsable de la educación y ella misma como educadora ha de armonizar las exigencias de la familia con el trabajo y la fiesta. Y así forjar una sociedad con rostro humano.

De Francisco sintetizamos el origen evangélico de la familia: hombre y mujer. Dios quiere a la familia unida y alegre. En la familia hemos de vivir unos con otros el amor que Dios nos tiene y así se cumple su misión en el mundo. La familia no es un invento humano por eso no la podemos deformar. Sus palabras recuerdan las de Juan Pablo II: la familia es la Iglesia doméstica.

Es notoria en la sociedad la corrupción de las costumbres y la aprobación de leyes contrarias a la vida. Eso indica la ausencia de la influencia de las familias sanas, y la miopía e irresponsabilidad de los gobiernos respecto a su deber de velar por las familias e incluso con el ataque a ella por la imposición de leyes que la debilitan o la anulan.

Precisamente el pasado 6 de octubre en el rezo del Ángelus, el Papa Francisco se dirigió a los matrimonios cristianos con unas recomendaciones que, si se adoptaran, resolverían entre otros el grave problema demográfico al que nos enfrentamos: “Es esencial que los esposos se abran al don de la vida, de los hijos, que son el fruto más hermoso del amor”. También animó a los esposos a pedirse siempre perdón: “Discutid todo lo que queráis, pero haced siempre las paces antes de iros a dormir”.

Desde la ventana del Palacio Apostólico, el pontífice recordó que Cristo afirmó que el hombre y la mujer son “iguales en dignidad y complementarios en la diversidad, para ser ayuda y compañía el uno del otro, pero al mismo tiempo estímulo y desafío”.

Los esposos cristianos están llamados a vivir “sin medias tintas”, insistió el Papa y afirmó que el matrimonio es una “nueva vida destinada a durar no ‘mientras me convenga’, sino para siempre”. Reconoció que tal desafío “no es fácil”, porque un matrimonio implica fidelidad, respeto, sinceridad y sencillez.

Dos veces exclamó “haced hijos”. Y, fuera de su texto, expresó su alegría por haber conocido el día anterior a la familia de un miembro de la Gendarmería vaticana, que tenía ocho hijos.

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