Este día se celebra el Día del Trabajo en México, y en muchos países del mundo. Se trata de una celebración que recuerda los derechos laborales logrados por los trabajadores, pues antes no se reconocían estos derechos y las condiciones para los obreros eran deplorables y los salarios muy bajos.
En el contexto mexicano, la celebración se enmarca en un contexto de bajo crecimiento económico que está impactando el poder adquisitivo de los trabajadores y sus familias.
El Día del Trabajo tiene su origen en el año de 1886, cuando miles de trabajadores de Chicago, Estados Unidos, decidieron defender sus derechos laborales y se lanzaron a las calles para exigir una jornada de trabajo de 8 horas, tener el derecho a la huelga, a la libertad de expresión y asociación, así como a tener un trabajo y un salario justo.
En México se celebró por primera vez en el año 1913 (durante el gobierno de Victoriano Huerta), con la marcha de 20 mil obreros para exigir al gobierno el establecimiento de la jornada de ocho horas de trabajo.
Y fue en 1923 cuando el presidente Álvaro Obregón promulgó el primero de mayo como el Día del Trabajo en México, aunque la primera celebración oficial fue hasta 1925, con el presidente Plutarco Elías Calles.
A lo largo del siglo XX se fue configurando el sistema político mexicano como un sistema corporativo y encabezado por un partido hegemónico, que es el actual Partido Revolucionario Institucional (PRI), que agrupó en tres sectores sus fuerzas políticas básicas: el obrero (comandado por mucho tiempo por la Confederación de Trabajadores de México y su apéndice el Congreso del Trabajo), el campesino (liderado por la Confederación Nacional Campesina) y el popular (basado en la Confederación Nacional de Organizaciones Populares).
De los tres sectores, el obrero se convirtió durante mucho tiempo en uno de los principales factores de poder en el sistema político mexicano y recayó fundamentalmente en Fidel Velázquez, líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM).
En este esquema político-sindical, fueron memorables las huelgas de Cananea (1906), de Río Blanco (1907), de los ferrocarrileros (1936 y 1959); y más acá, las del Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (1971), del Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UNAM (1971), las luchas de los trabajadores minero-metalúrgicos (1975) en la Fundidora de Monterrey, por violaciones al contrato colectivo de trabajo, y en Altos Hornos de México, en Coahuila (1976-1977), por la democratización sindical y mejoras en la contratación colectiva, así como la huelga que organizaron los trabajadores de la refresquera Pascual y la de los trabajadores de Aceros Chihuahua (1984), y la de Volkswagen (1987), entre otras.
Sin embargo, con la reforma política federal de 1977 para la democratización electoral y las reformas de largo alcance desde mediados de la década de 1980 y principios de la de 1990 para liberalizar el mercado, comenzó a decaer la influencia y el peso específico de las organizaciones obreras y otros grupos.
Hoy en día la celebración de los sindicatos ha perdido esa fastuosidad y despliegue que los caracterizó en el pasado; los actos se realizan de manera más discreta, con los discursos de siempre de los dirigentes sindicales y del presidente de la República.
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