Cuando abortar es un “derecho”

He defendido a la Suprema Corte en cuanto a la necesidad de su independencia, frente a la agresión que ha sufrido por parte de la Cuarta Transformación, por el principio de la separación de poderes propio de un Estado de derecho moderno. Desde Montesquieu se ha afirmado que un elemento de la democracia, para evitar las dictaduras es el equilibrio que debe existir entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. En México, por desgracia, hasta 1997 pudimos avanzar en esta materia paulatinamente. Pero, ahora vamos en retroceso.

Defender el principio de la separación de poderes no significa que necesariamente tengo que estar de acuerdo con todas las resoluciones que la Suprema Corte ha adoptado en torno a la legalización del aborto. Desde que en votación dividida no se declaró a la “Ley Robles” como contraria a la Constitución a pesar de que ésta defiende el derecho a la vida, hasta las resoluciones de la misma en tiempos del ministro Zaldívar como presidente de la misma que ha pretendido obligar a los congresos de los estados de la República a derogar disposiciones a favor de la vida y a introducir el “derecho” al aborto, he externado mi oposición a dichos pronunciamientos, por principio.

Lamentablemente, la cultura de la muerte ha penetrado en nuestro país, gracias al enorme financiamiento que se ha dado para “concientizar” a la población de que el aborto es un “derecho” -siempre entre comillas, porque no lo es-. Los gobernantes mexicanos se dicen defensores de la soberanía nacional, pero han cedido a las presiones antinatalistas de los organismos financieros internacionales y de la burocracia de la ONU infiltrada de feministas radicales. A costa de recursos económicos para solventar programas gubernamentales han aceptado el chantaje o soborno que desde tiempos de Luis Echeverría para introducir, tanto en el sistema educativo como en el sector salud, de los programas de control natal y de defensa del aborto.

Se ha pasado de la idea de que un sector deshonesto de médicos que practicaban clandestinamente el aborto eran “mata cigüeñas” -el Papa Francisco los llama sicarios- a la falsa  idea de que matar a un niño o niña en proceso de gestación, es un derecho de la mujer porque es libre de “disponer” de su cuerpo. Se ignora, por supuesto, que al hacerlo, se está disponiendo de un cuerpo ajeno, que es aniquilado mediante diversas técnicas, algunas de ellas verdaderamente crueles, verdaderas masacres.

Para que, además de hablar de los derechos de la mujer a disponer de su cuerpo, la idea de aprobar el aborto, se usan eufemismos que ocultan el verdadero resultado de una acción de esa naturaleza, como es la “interrupción del embarazo”, olvidando que se interrumpe algo que luego podría ser continuado. En este caso no se interrumpe, se le pone fin. También se disimula dicha acción bajo el manto de algo que parecería ser bueno, la salud reproductiva, pero que no solo viola el Juramento de Hipócrates, que antaño hacían todos los médicos y que hoy parece olvidado, sino el principio bioético elemental que señala “no dañar”  en las acciones sanitarias y, evidentemente, el aborto produce el mayor daño posible que puede hacerse a un ser vivió: matarlo.

Se ha evidenciado mil veces el absurdo de la cultura woke, que abjura de cualquier elemento de humanismo, que promueve los derechos de los animales, no solo perros, gatos, toros o huevos de aves y tortugas, pero con la mano en la cintura niega el derecho a la vida de los humanos en gestación, lo mismo por razones feministas o por otros pretextos como decir que en una parte del proceso de desarrollo de esas personitas, no se ha manifestado el tallo cerebral y, por tanto, no son personas, como si los animales si lo fueran.

Esto viene a cuento porque con el incremento de legisladores de izquierda -de Morena y otros partidos, incluido el Verde, sin olvidar una parte del PRI- se ha iniciado una nueva escalada de proyectos de legislación local a favor del aborto invocando no sólo las razones (¿?) ya señaladas, sino, además, las resoluciones de la Suprema Corte, la cual hoy sufre, analógicamente hablando, un aborto que la extinguirá para ser sustituida por el engendro que resulte de una inseminación artificial.

Recientemente se ha aprobado el aborto en Jalisco, Guanajuato y Michoacán, aunque no en todos los casos ha sido publicada dicha reforma por parte de los gobernadores. La ofensiva va ahora en Aguascalientes y Querétaro. Pero, lo que es más grave, se pretende reformar el Código Penal Federal para que el aborto se apruebe en todo el país.

Pero, como queda dicho, no es una idea que haya surgido localmente, sino a nivel internacional y en muchos países ya es legal el aborto. El dique más importante que existe, aunque no es propiamente un tema religioso, pero sí contraviene dichos principios- se encuentra en las religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e islamismo. No obstante entre dichas confesiones religiosas no faltan quienes van contra sus principios.

Un ejemplo de falsas posiciones de cristianos por el “derecho a decidir”, es lo que recientemente le ocurrió al Papa Francisco en su viaje a Bélgica, donde grupos de mujeres de la Universidad de Lovaina, supuestamente católica, lo agredieron por su posición al aborto. Otro tanto hizo el gobierno de ese país por el elogio que hizo del Rey Balduino, quien fiel a su conciencia, renunció al trono por un día, para no firmar la ley del aborto. El gobernante Belga está en proceso de canonización como ejemplo de gobernante fiel a su conciencia y no dejarse llevar por lo “políticamente correcto” como muchos católicos que participan en política y afirman que en lo personal se oponen al aborto, pero que sus principios no los pueden llevar a la vida pública.

El aborto no es un derecho humano, sino un capricho.

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