Votaron por Morena ¿deveras son tan… tontos?

La explicación más común para explicar por qué ganó Morena tantos votos por todo México, es que recibían dinero y no querían perderlo. Pero no, no es tan simple. Reflexionar sobre los votantes de Morena es importante para pensar en qué hacer con respecto a la toma de decisiones del nuevo gobierno y pensar en las elecciones intermedias del 2027.

El simplismo es mal consejero, y nos hace ver el mundo (mexicano, en el caso) erróneamente. Y lo peor, pensando que la continuación de regalar dinero a adultos mayores, mujeres, jóvenes y familias determinará el apoyo que reciba el nuevo gobierno y los resultados a favor de Morena en las siguientes elecciones. Y no verlo como una fatalidad deprimente: no se puede ganar contra quien bajo un sistema de apoyos sociales reparte millones de pesos.

¿Cuál fue y es la realidad? Todavía México y observadores extranjeros y analistas de medios de comunicación y de la academia están apenas saliendo de su asombro del llamado voto oculto que se suponía haría perder a Morena el 2 de junio y fue al revés. Los indicadores de esas intenciones de voto que se suponía, con gran optimismo derrotarían al partido de López Obrador fallaron. Y fallaron porque los supuestos de los mismos resultaron simplistas.

Veamos, es cierto que millones de ciudadanos votaron porque recibían dinero en los llamados programas sociales. Muchos lo hicieron porque las campañas diciendo que si ganaba la oposición se los quitarían: los venció el miedo inducido. Las campañas para desmentir eso no lograron convencer a esas personas, quizás porque ni siquiera les llegó la advertencia de que eso no pasaría pues están en la Constitución federal.

Otros receptores de los dineros de programas sociales votaron por Morena porque estaban seguros de que era obsequio del presidente, “el dinero de López Obrador”, decían y siguen pensando. Había que agradecerle y apoyarlo. Otros beneficiarios de esos dineros estaban simplemente felices de recibirlo y fue suficiente para apoyar a quienes les daban dinero a cambio de nada. Unos más recibieron amenazas directas para que votaran por Morena o les iría mal, más mal que dejar de recibir la ayuda. Las amenazas de la delincuencia organizada sobre la votación funcionaron, lamentablemente. Hubo también compra directa de votos.

Pero además de los beneficiarios de esos programas sociales de dinero en efectivo (en tarjetas bancarias la mayoría de las veces), millones de personas no incluidas en esos beneficios también votaron por Morena. Ahora bien, ¿cuántos adultos mayores, estudiantes, madres de familia y familias reciben esos dineros? Es muy difícil saberlo, pues hay razonables sospechas de que los padrones de beneficiarios están inflados y que muchos millones en realidad van a manos de corruptos del régimen. Aun dando por buenos los datos oficiales de beneficiarios quedan muchos millones más de votantes que apoyaron a Morena. Y este es el quid de la votación.

A pesar de la situación grave del país en materias de seguridad con su “abrazos, no balazos”, del enorme aumento de homicidios, de extorsiones y secuestros, muchas personas votaron por Morena, igualmente sucedió con el enorme costo social del desastre de la medicina gubernamental. También frente al gigantesco desperdicio de las llamadas obras faraónicas, y del tremendo costo (que se hereda por muchos años) de la cancelación del NAIM, y de la construcción del AIFA, de la inoperante refinería Dos Bocas, y del desastre ambiental del Tren Maya, millones votaron por Morena. La corrupción, a niveles nunca vistos, sin transparencia en el gasto público no importó a millones de ciudadanos.

Sumémosle el enorme endeudamiento público por el derroche del gasto público, que se pagará por muchos años. Y, lo peor, que para continuar con los derroches, las obras faraónicas, la creciente necesidad de dinero para los nuevos beneficiarios de programas sociales y para la corrupción, el gobierno federal necesitará endeudarse mucho más el próximo 2025.

Y aún hay más: la militarización descarada del país, la guerra contra los medios de comunicación y periodistas críticos del gobierno. El pésimo manejo de la diplomacia y relaciones con otros países. La destrucción de la democracia y de instituciones. Las mentiras descaradas del presidente. Y la lista puede continuar.

¿Por qué eso? Por varias razones, pero una de ellas, quizás la principal es que los ciudadanos no se dejaron impresionar por esos derroches, ni la inseguridad, ni la falta de medicamentos les ha afectado directamente, la corrupción y más no les ha afectado ni personal ni familiarmente, así que todo eso no importó para decidir votar por la continuación de Morena en la presidencia, las gubernaturas, alcaldías, y congresos. Una gran, enorme insensibilidad, algo ya muy conocido por las ciencias sociales que estudian estos fenómenos.

A esas decisiones de votar por Morena se suman las que se basaron en el gran desprestigio de los partidos de oposición, tanto producto de la experiencia como de las acusaciones de parte de la maquinaria partido-gobierno, en colusión con medios de comunicación. Muchos ciudadanos evitaron que la coalición PRI-PAN-PRD ganara la presidencia y las demás posiciones en juego electoral. Y todas las fallas de su gobierno son culpa de otros, de los neoliberales y herencias del pasado. Sin duda que muchas personas pensaron que un cambio de gobierno era un riesgo, como las acciones que tomarían los poderosos cárteles de la delincuencia organizada.

En fin, si reflexionamos sobre los motivos de esos millones de ciudadanos que votaron por Morena, que no son beneficiarios de dinero de programas sociales, nos daremos cuenta de que México no tiene tantísimos millones de chairos, amlofans, que muchos otros mexicanos tuvieron motivos diferentes para votar por Morena. ¿Y por qué esto es importante? Porque los ciudadanos conscientes del país deben tomar todo eso en cuenta si quieren convencer a sus familiares, amigos y conocidos o sobre quienes pueden tener alguna influencia, para que cambien de opinión para pensar, actuar y hablar sobre la destrucción del país tanto del sexenio que termina como del que inicia en octubre.

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